
Pancho Villa: amante de lo prohibido, defensor del pueblo, conquistador de mujeres y héroe revolucionario, son algunos de los rasgos que caracterizaban la personalidad de uno de los símbolos de la historia nacional más importantes. Mucho se habla del papel de Villa en el famoso ejército de la División del Norte y de sus destacados logros al lado de Emiliano Zapata, sin embargo, poco se sabe del pasado de este caudillo.
Las anécdotas que se esconden detrás de Francisco Villa están llenas de recuentos oscuros, no porque fuera un hombre malvado, sino porque las circunstancias lo orillaron a convertirse en bandido y a esconderse en la sierra de los estados del norte.
Fue en 1910 cuando gracias a sus amigos Eleuterio Soto y Abraham González logró conocer al empresario Francisco I. Madero para posteriormente unirse a la lucha del conflicto armado contra la dictadura de Porfirio Díaz.
No obstante, el también llamado Centauro del Norte traía arrastrando una serie de problemas que surgieron desde su juventud, específicamente cuando tuvo que huir de su casa a los 16 años por atacar a un hacendado que quiso aprovecharse de su hermana, aunque, tal y como se menciona a continuación, ese no fue el único conflicto que vivió durante su adolescencia.

De acuerdo con el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, la vida de José Doroteo Arango Arámbula -el verdadero nombre de Villa- se enfrentó a varios altercados desde muy niño. Lo primero fue que su padre, Agustín Arango, murió muy pronto y por tal motivo, creció al lado de su madre y sus cuatro hermanos en un ambiente lleno de carencias.
Esa situación lo orilló a comenzar a trabajar desde muy pequeño y a hacerse cargo de su familia. Sus primeros trabajos fueron como leñador, labrador y a veces, cuando su conocido Pablo Valenzuela le fiaba mercancía, se dedicaba al comercio. Cabe destacar que debido a la falta de dinero y de tiempo, Pancho nunca pudo asistir a la escuela.

Al poco tiempo empezó a laborar como aparcero en la Hacienda de Gogojito y se dedicó a esa tarea durante mucho tiempo. Un artículo de Gaceta UNAM detalla que su vida dio un giro inesperado un 22 de septiembre de 1894 cuando, al llegar a su casa de regreso de su jornada laboral, encontró a Agustín López Negrete, poderoso terrateniente y dueño de la hacienda donde trabajaba, frente a su madre, quien le decía: “¡Váyase de mi casa! ¿Por qué quiere llevarse a mi hija?”
Al escuchar esto, “el joven Doroteo fue a la casa de su primo Romualdo Franco, tomó el rifle de éste y le disparó en un pie al hacendado. Al responder a los gritos del amo, aparecieron cinco criados armados listos para disparar contra él”. Según esta versión, el Centauro no murió porque López Negrete ordenó a sus hombres que “no mataran al muchacho y que a él lo llevaran a su casa”.
Después de lo sucedido, Pancho decidió huir porque sabía que su destino no iba a ser nada bueno, pues había herido a una de las personalidades más poderosas de aquel entonces. Montó un caballo y se dirigió a la Sierra de la Silla, donde se mantuvo oculto por un tiempo.

Sin embargo, tres hombres lograron encontrarlo y se encargaron de llevarlo a la cárcel de San Juan del Río. Por la gravedad de su delito Doroteo estaba muy seguro de que lo iban a fusilar y según el documento de la UNAM el caudillo expresó: “A eso de las diez de la mañana del día siguiente me sacaron de mi encierro para que moliera un barril de nixtamal”. Fue en ese momento cuando aprovechó para golpear al guardia que tenía más cerca y “logró escapar rumbo a las montañas de Los Remedios”.
Tras aquellos acontecimientos inicio su vida de forajido y se dedicó a robarle a los ricos para vivir, aunque en 1901 lo arrestaron por hurtar dos burros y la carga que llevaban, pudo salir libre por falta de pruebas. Las verdaderas consecuencias empezaron cuando volvió a ser arrestado por asaltar a unos hacendados.

Por este hecho, las autoridades lo condenaron a servir como soldado de leva en el ejército. Gracias a su personalidad guerrera logró desertar y huyó a Chihuahua, estado en donde decidió cambiarse el nombre por Francisco Villa. Posteriormente “se dedicó trabajar, primero de minero, después de albañil, carretonero para las grandes compañías mineras norteamericanas y fue administrador de un corral de gallos de pelea”.
Aunque su vida estuvo llena de obstáculos, logró comprar una casa en dicha entidad y mientras vivió ahí conoció a Abraham González, el personaje que lo invitó a participar en la lucha maderista. Más tarde, sus habilidades como militar, estratega y bandido le servirían para convertirse en uno de los héroes más importantes y más recordados de la Revolución.
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