
"Serénense, por favor. No quiero matar a nadie", fueron las palabras que dijo el jefe de plaza mientras Francisco se estremecía. Era mediodía en Talpa de Allende, Jalisco, y el sol pegaba tan fuerte que las gruesas chamarras que vestían los 19 alumnos de la "escuela del terror" del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) eran una tortura.
De abril a junio de 2018 formó parte de esa "escuela". A medida que avanzaban en los entrenamientos, las pruebas se hacían cada vez más insoportables dentro del campamento mexicano, como el día que el jefe de plaza ordenó traer unos pollos asados y retumbó esa frase que quedó tatuada en su mente.
Francisco sostuvo un cuerno de chivo en posición de disparo durante una hora. Bajo ninguna circunstancia podían moverse, por orden del hombre al mando. Les acercaron los restos de los pollos asados a los pies y, al momento, una marabunta de hormigas rojas comenzó a trepar por sus piernas.
"Nos empezaron a picar horrible", dijo a Telemundo Francisco. De pronto, uno de los integrantes del campamento no pudo evitar levantar el pie, lo que desató la furia del jefe de plaza.
"¿Quién te dijo que levantaras el pie?", le recriminó el jefe de plaza, según el entrevistado por la cadena televisiva estadounidense de habla hispana.
"Yo sentí que mi pie se durmió de tantos piquetes de hormiga, pero no podía bajar el rifle. Ellos pasaban por detrás, mirándote, y te pegaban: ¡Sube más el rifle! ¿Quién te dijo que lo bajaras? Y lo pies colorados con piquetes de hormigas. Escuchas el cerrojo de su rifle que truena. Sabes que, si no lo haces, te matarán", abundó.
Según le dijeron los comandantes, dicha prueba de dolor les serviría para prepararles en caso de resultar heridos en un enfrentamiento armado. Si querían salvar la vida era fundamental, le dijeron, apartar el dolor de su mente.
Así como también fue una prueba el frío a medianoche, pues pese a temperaturas de dos o tres grados centígrados, los instructores llenaron unos tanques con agua, donde los metieron en posición de disparo. Otras veces, les obligaban a armar y desarmar el arma con los ojos vendados.
"Decían:'a ver tú, desármame la beretta (un arma corta usada en todo el mundo por cuerpos policiales y militares) ¿Ya están todas las piezas? Ahora, la vuelves a armar'", contó Francisco y admitió que golpeaban a quienes no lo conseguían.
Además de sufrir los rigores de los entrenamientos, los reclutas debían respetar siempre lo que los comandantes llamaban las "reglas de oro" impuestas por el líder del cártel, Nemesio Oseguera, "El Mencho", como "no ser chismoso, matar a los chismosos, no consumir alcohol ni drogas, no encariñarse con ningún compañero, decir siempre la verdad, no mostrar el arma en público, no matar sin una orden del jefe y no reclutar a mujeres o a niños menores de 12 años".
Los encargados de hacer respetar la disciplina eran expertos en tácticas militares contratados por "El Mencho". Eran, según Francisco, desertores de fuerzas de seguridad mexicanas y extranjeras. "El alto mando se había comprado a marinos de un grupo de élite. Hay 'navys' de los Estados Unidos, hay fuerzas Delta, hay de todo ahí".

El Departamento de Defensa estadounidense respondió a Telemundo en un correo electrónico que "desconoce las actividades de los militares que ya no están en activo", como los que conoció Francisco.
Un ex comandante de investigaciones de la policía mexicana, con experiencia en la lucha contra este cártel, aseguró a Telemundo, bajo condición de anonimato que entre los adiestradores también hay miembros de las fuerzas del orden de México.
En octubre de 2018, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos clasificó al cártel como una de las cinco organizaciones criminales más peligrosas del mundo. Comparte el podio con la MS-13, el Cártel de Sinaloa, el Clan del Golfo y Hizbollah.
Durante un enfrentamiento reciente entre ambos grupos, 13 personas perdieron la vida -entre ellas un bebé de un año- en Minatitlán, Veracruz, el pasado abril.
A pesar de lo feroz del cártel, Francisco también tuvo buenos momentos, como la "fiesta de graduación" al terminar su entrenamiento.
"Nos devolvieron el teléfono y nos dijeron: No cometan pendejadas. Llegamos al pueblo (Talpa) y había meseros, grupos norteños, puro whisky etiqueta azul, camarones, carnes, quesadillas y 20 mujeres pagadas que eran prostitutas".
Esa noche Francisco lo celebró. Hasta aquella fecha, mayo de 2018, aún no había matado a nadie.
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