
Danielle Stevenson, doctora en toxicología ambiental de la Universidad de California en Riverside, tiene 37 años y ha trabajado durante más de 15 años en una técnica basada en la naturaleza para restaurar tierras contaminadas. Mediante la utilización de hongos y plantas nativas, Stevenson descompone toxinas como el petróleo, los plásticos y los pesticidas en productos químicos menos tóxicos.
En Estados Unidos, se estima que hay hasta un millón de terrenos industriales y comerciales contaminados con sustancias peligrosas. La Agencia de Protección Ambiental (EPA) advierte que estos sitios suelen estar cerca de comunidades de bajos ingresos.
En una entrevista con Yale Environment 360, Stevenson explicó que la forma habitual de lidiar con el suelo contaminado es desenterrarlo y transportarlo a vertederos distantes.

Sin embargo, este método es caro y simplemente traslada el problema a otro lugar. “Normalmente a otro estado con leyes de vertido menos restrictivas”, contó Stevenson.
Proyecto piloto en Los Ángeles
Stevenson y su equipo redujeron significativamente los contaminantes petroquímicos y los metales pesados en una terminal ferroviaria abandonada y otros sitios industriales de Los Ángeles.
Se trató de una prueba piloto financiada por la ciudad. Si bien su investigación aún se encuentra en sus primeras etapas, Stevenson cree que sus métodos de biorremediación se pueden aplicar a escala global.
Stevenson fundó DIY Fungi para promover su trabajo. Los lotes industriales que antes estaban vacíos o llenos de maleza, ahora florecen con prados de plantas y hongos, beneficiando a pájaros y polinizadores gracias a ella.

El proyecto en la estación ferroviaria de Los Ángeles incluyó la plantación de una variedad de flores y pastos nativos junto a madera muerta para incubar hongos micorrízicos arbusculares.
Estos hongos ayudan a las plantas a extraer metales pesados del suelo, como el plomo y el arsénico. “En tres meses vimos una reducción de más del 50 por ciento en todos los contaminantes. A los 12 meses, eran prácticamente indetectables”, afirmó Stevenson a Yale Environment 360.
“Los hongos descomponedores pueden degradar los petroquímicos de la misma manera que descomponen un árbol muerto. Y al hacerlo, reducen la toxicidad de estos petroquímicos y crean un suelo que ya no tiene estos contaminantes o que tiene concentraciones mucho más reducidas de ellos. También pueden ingerir plástico y otros productos hechos a base de petróleo, como los agroquímicos”, explicó al mismo medio.

Generalmente, el método para descontaminar un suelo es con una excavadora para extraer el mismo suelo y transportarlo a un vertedero. Pero esto es caro y peligroso, ya que el material contaminado puede dispersarse.
En contraste, las plantas que extraen los metales tóxicos se pueden cosechar y luego convertirlas en cenizas. Así luego pueden ser desechadas a bajo costo a una instalación de residuos peligrosos. Además, la conversión que se logra es impactante.
“Básicamente, se convirtieron en hermosas praderas de plantas nativas que estaban floreciendo, y ahora hay abejas, pájaros y todo tipo de vida que pasan por allí. Tuvimos una tasa de éxito muy alta”, contó a Yale Environment 360.

Desafíos y oportunidades
La técnica de Stevenson, conocida como biorremediación, presenta algunos desafíos de escalabilidad y aprobación por parte de los reguladores. No obstante, ha demostrado ser efectiva en múltiples entornos.
Por ejemplo, ha utilizado esta técnica para descomponer de forma segura bolsas de trapos empapados en lubricante de talleres de reparación de bicicletas: “Inoculé micelio de hongos en estos trapos empapados en lubricante. Los trapos en sí mismos a menudo estaban hechos de algún tipo de fibra vegetal o fibra de tipo plástico”.

“Sabía que todos esos eran elementos que los hongos también podían comer, y básicamente los coloqué en capas con cartón de la tienda de bicicletas. Más tarde, agregué gusanos que continuarían el proceso de descomposición tomando lo que era esencialmente un bloque de micelio que había crecido en los trapos y luego convirtiéndolo en tierra”, terminó de explicar a Yale Environment 360.
Stevenson también habló de la importancia de involucrar a las comunidades afectadas por la contaminación en el proceso de limpieza. “Las personas que viven en un lugar afectado por la contaminación deben poder opinar sobre cómo se limpia su vecindario. Necesitamos darles las herramientas para que puedan hacerlo”, afirmó.
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