Roberto Perfumo, a 5 años de su muerte: las polémicas virtudes que debía tener un futbolista y la anécdota imposible con Maradona

El Mariscal fue uno de los mejores zagueros del fútbol argentino. Era elegante y duro dentro de la cancha. Pero fuera, tenía sonrisa de galán. Fue psicólogo social, comentarista y escribió libros en los que definió con crudeza lo que un jugador profesional tiene que poseer para triunfar. Murió a los 73 años en un absurdo accidente sufrido en un restaurante

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Roberto Perfumo murió a los 73 años
Roberto Perfumo murió a los 73 años

Hace un tiempo circuló un video por las redes sociales. Era en el banco y negro granuloso de la televisión de hace más de medio siglo. El video del partido, casi por milagro, se conserva entero (alrededor de treinta años de fútbol argentino, de los sesenta a los ochenta, que desaparecieron pese a que podríamos tener registro fílmico de ella por un pertinaz desprecio hacia el archivo audiovisual). Es la final de la Copa Libertadores de 1967, el partido de ida en la cancha de Racing. Eran tiempos en que en los grandes encuentros el Cilindro recibía más de cien mil personas. La imagen que nos interesa empieza con un pelotazo largo hacia el área de Racing. Tres jugadores pican desaforados hacia la pelota. Uno supone que van a tener contacto con ella justo en la entrada del área. Cuesta, al principio, reconocer las camisetas por la fragilidad de la imagen. Dos son delanteros de Nacional de Montevideo -del bravo Nacional-, el otro un defensor de la Academia que va en medio de ellos. A último momento gana en el pique, pero al llegar a la pelota en vez de rechazar hacia el córner o al lateral, lo que cualquiera hubiera hecho, pisa la pelota, pasa por encima de ella, con los dos delanteros uruguayos a centímetros de él. El freno y el quite más audaz, elegante y extraordinario visto en un campo de juego (esto es fútbol y la hipérbole está permitida). Luego, sale jugando: Roberto Perfumo, el Mariscal, inicia el ataque. El movimiento es inédito, no creo que alguna vez se haya visto algo igual, yo al menos no lo hice en casi cincuenta años. En el video se escucha la conmoción del público. Primero sorpresa, luego la ovación y la certeza de haber presenciado un momento único. El arte de la defensa

Roberto Perfumo fue el 2 ideal: velocidad, clase, pegada, guapeza, juego recio, maldad, inteligencia, personalidad y jerarquía. Todo eso tenía. Sólo le faltaba algo de cabezazo. Pero le sobraba elegancia. Fue ídolo y salió campeón –varias veces- en cada equipo que jugó. El Racing de José, Cruzeiro y el River de Labruna eran equipos generosos, que atacaban desbocadamente. Perfumo aguantaba solo en el fondo. Fue el mejor marcador central de la historia jugando en equipos abiertos, que no lo resguardaban. Tampoco hay que ser injustos. Más allá de su calidad individual, integró algunos de los tercetos defensivos más memorables del fútbol argentino: Cejas, Perfumo y Basile; Roma, Perfumo y Albrecht; Fillol, Perfumo y Passarella (no concibo que este último trío haya sido alguna vez superado).

Roberto Perfumo con la camiseta de Racing, club del que era hincha. Con esa institución fue campeón de la Copa Libertadores de América y de la Copa Intercontinental.
Roberto Perfumo con la camiseta de Racing, club del que era hincha. Con esa institución fue campeón de la Copa Libertadores de América y de la Copa Intercontinental.

En la Selección Nacional no siempre le fue bien. Figura en el Mundial 66, fue uno de los señalados por el fracaso en las eliminatorias para México 70 y en el Mundial 74. Sobre el empate con Perú en la Bombonera en 1969 que dejó a Argentina fuera del Mundial escribió: “Esa vez sentí ganas de dejar el fútbol, de irme lejos, donde nadie me conociera. Al día siguiente sólo salí de casa porque tenía que cumplir un trámite bancario. llegamos, estacioné, me quedé sentado y mi mujer, que me acompañaba, comprendió lo que sentía y sin que le dijera nada, me dijo: ‘Quedate en el auto que yo voy al banco”. Sentado en el auto me agarró una amargura terrible. ¿Por qué me tenía que esconder si no le había robado a nadie?. Eso pasa en el fútbol”. En Alemania 74 sufrío la humillación que Holanda le propinó a los argentinos e hizo un gol en contra frente a Italia. La gran anécdota del partido ante la Naranja Mecánica la contaba, pasado el tiempo, con una enorme sonrisa. Con el partido 2 a 0 abajo, Carnevali, arquero albiceleste, fue a buscar la pelota corriendo. Eran tiempos en que los saques de arco los hacían los centrales. Perfumo por lo bajo le dijo que caminara, que no se apurara. “Tranquilo ¿Querés que nos hagan 8?”, le dijo a su arquero. Perfumo había entendido que los holandeses eran imparables, que no había equivalencias, que eran aviones contra carretas.

Sin embargo, su gran decepción fueron los Juegos Olímpicos de Tokio 64. Argentina tenía un gran equipo que había clasificado tras la Tragedia de Lima en la que murieron decenas de espectadores. Pero quedó eliminada en una zona que integraban Japón y Ghana. El número 11 japonés los enloqueció. Se lo cruzó a la salida del estadio. Daba notas al periodismo convertido en nuevo héroe nacional. Yamamoto, ese wing izquierdo, usaba anteojos con cristales culo de botella. Roberto se puso a llorar. Sintió el peso de la humillación. Habían quedado eliminados y los había bailado un japonés casi ciego. Fue la última vez que lloró por el fútbol.

La memorable jugada de Perfumo frente a Nacional en la final de la Libertadores de 1967

Debutó en el periodismo mientras todavía era jugador. Comentó varios partidos del Mundial 78. Entre comentaristas engolados y obvios, sus aportes, siempre risueños, permitían ver más allá de lo evidente. Perfumo entendía el juego y lo explicaba bien. En sus últimos tiempos como comentarista, las redes sociales lo rechazaban. Se lo notaba hastiado, distraído, aburrido. Este fútbol no lo divertía pero se negaba a admitirlo. No quería dejarse vencer por la tentación de la nostalgia y recaer en el elogio de lo pasado. Los grandes ídolos de los ’70 integran una raza rara. Sus opiniones futbolísticas casi nunca son constructivas, los domina el resentimiento. Alonso, Gatti, Bochini, Sanfilippo. Perfumo era diferente, trataba de que sus comentarios fueran un aporte. No se detenía demasiado en lo táctico. Era jugadorista. Pero no sólo elogiaba a los cracks. Él creía que el fútbol era juego y trabajo. Por lo tanto valoraba a los que demostraban oficio, inteligencia y dedicación. Creía que, exceptuando a los genios, esos eran los que marcaban diferencias. Sin embargo su gran hito en los medios fueron las primeras temporadas de Hablemos de Fútbol. Junto a Víctor Hugo Morales no hacían otra cosa que honrar el título del programa de ESPN. Los invitados lo reverenciaban, sabían que estaban frente a una gloria. Allí sólo se hablaba del juego, de sus variantes, de los pequeños detalles ocultos.

A mediados de los noventa sacó un libro entrañable e ingenioso: Jugar al fútbol. Es un pequeño y extraordinario tratado de cómo entendía el juego. Allí afirma, contra los remilgados y bienpensantes, que el buen jugador debe tener cinco características imprescindibles. Pero cuando las enumera nos damos cuenta que no son virtudes, son defectos y algunos de ellos bastante graves. Con eso nos quiere mostrar que el fútbol no es un territorio de ensueño, un mundo de fantasía como muchos quieren mostrar. Para el jugador es un ámbito duro, cruel y muy estrecho. Llegan sólo algunos, una minoría y dura poco. Muy poco. Perfumo sostenía que el jugador de fútbol debe ser:

Perfumo frente a Holanda el 26 de junio de 1974, en un partido preparatorio para el Mundial 74. En la escena, Daniel Carnevali -arquero argentino- y el gran Johan Cruyff.  (AP Photo/File)
Perfumo frente a Holanda el 26 de junio de 1974, en un partido preparatorio para el Mundial 74. En la escena, Daniel Carnevali -arquero argentino- y el gran Johan Cruyff. (AP Photo/File)

-Vanidoso: Sin vanidad es imposible ser futbolista. Hace que el jugador se mate por mostrarle al público, a los compañeros, al técnico, a los adversarios, a la prensa, lo bien que juega, lo fuerte, lo guapo, lo vivo, lo veloz, lo pícaro, lo grande, lo cojudo que es. El jugador se tiene que sentir el mejor del mundo.

-Egoísta: Uno juega para uno. Es como salir a comer con diez amigos; los once comen juntos, pero uno come para uno. El egoísmo alimenta el deseo de llegar antes a todos lados.

-Mentiroso: tiene que mentir cuando le preguntan la razón del éxito o la derrota. Nunca tiene que decir la mayor virtud o el peor defecto. El fútbol es el arte del engaño.

-Violento: El fútbol es un deporte violento en su esencia. Los jugadores aman a los violentos que juegan para ellos y temen a los de los rivales.

-Malo: Pelé le aconsejó a Maradona que sea malo para defenderse de la maldad de los contrarios. Pelé tenía la maldad incorporada a su bagaje técnico. A igualdad de condiciones técnicas, tácticas y físicas gana el más malo.

Choque de potencias: Roberto Perfumo saluda a Johan Cruyff en el Mundial '74, en el partido que Holanda apabulló a la Argentina
Choque de potencias: Roberto Perfumo saluda a Johan Cruyff en el Mundial '74, en el partido que Holanda apabulló a la Argentina

Un ejemplo de esa maldad es la anécdota ya famosa que difundió Diego Maradona en una visita a Mar de Fondo. Diego contaba que en un Argentinos-River, Perfumo lo cruzó y lo levantó por el aire. Había casi veinte años de diferencia entre uno y otro. Se cruzaban en las curvas de sus carreras. Mientras uno ascendía -hasta el infinito-, el otro venía en una digna curva descendente. Diego con su gracia dijo que luego de que el central lo hiciera volar por los aires, lo levantó del césped de una oreja y le dijo algo así como: “Estás bien nene, no”. Y que él casi le pide disculpas y le pregunta si no se lastimó. Por desgracia, los implacables estadígrafos, demostraron que esa escena fue imposible. Diego y Roberto no se cruzaron en una cancha. Pero lo más increíble es que Perfumo la contó antes que Diego. Lo hizo en su libro. Muy posiblemente el origen de la anécdota reside en que Perfumo solía, en su última etapa en River, desplegar su malicia acompañada por la impunidad del fútbol de los setenta y de su status de leyenda. Perfumo solía levantar jóvenes delanteros de las orejas luego de haberlos levantado por los aires. Y a Diego algún veterano cuevero le habrá hecho sentir el rigor de los años

más allá de las salvajes patadas que recibía.

En una época en la que el fútbol era exclusivo asunto de hombres, su imagen de galán, la mirada juvenil, su sonrisa franca (¿alguien alguna vez sonrió mejor en la historia del deporte?), consiguieron que fuera el jugador más popular entre las mujeres durante los años sesenta. Sólo Silvio Marzolini se acercó a él en esos años en este rubro. El sex symbol pionero del fútbol vernáculo. El primero con botineras propias.

Perfumo en la cancha de Racing pero con la camiseta de River Plate, en su última etapa como futbolista. Allí también salió campeón (Wikipedia)
Perfumo en la cancha de Racing pero con la camiseta de River Plate, en su última etapa como futbolista. Allí también salió campeón (Wikipedia)

Más allá de los análisis tácticos necesarios, creía que la verdad del fútbol encarnaba en los jugadores. En su habilidad, en la personalidad, en su coraje, en la capacidad para sacrificarse por el equipo. Su gran hallazgo, su indispensable aporte conceptual fue el de La Cancha Interna. “Es el registro que tiene el jugador de todo lo que ocurre durante el juego con sus compañeros, los rivales, el referí, los minutos que faltan, qué es lo mejor y lo peor de su equipo, por dónde sacar ventaja, qué jugador está cagado, y todas las demás variantes de un partido”, explicó. El mejor ejemplo de esto son los dichos sobre su precisión en los pases de larga distancia. “Cuando jugaba de local no fallaba, porque sin mirar tiraba la pelota y ya sabía que en Fernet Branca estaba el Chango; en Renomé, Maschio; en Cinzano, el Toro Raffo; y en Thompson & Williams, el Panadero”.

Su otra gran contribución fue instalar un tema silenciado. El de la depresión de los jugadores tras el retiro. No tuvo miedo en aceptarla, en hacerla pública. En mostrar una realidad callada. Jubilados prematuros que pasan de las ovaciones al silencio, a días vacíos, sin incentivos. La única vez que lo vi en persona contó una charla que tuvo con el Beto Alonso, compañero suyo en aquel River de Labruna. Esa noche, Perfumo acodado en una barra, era el centro de atención. Hilvana, con gracia, una anécdota detrás de otra. El partido con el Celtic, la sabiduría de Pizzutti, algún clásico con Boca, las andanzas del Toto Lorenzo. Todo era gracia, timing para contar y risas hasta que citó al volante izquierdo: “Una vez hablaba con el Beto del retiro, de la abstinencia y me dijo: ‘Si Dios o el Diablo me hubieran asegurado que iba a poder jugar en plenitud hasta los 50, pero al día siguiente me iba a morir... Si me lo hubieran firmado, yo habría firmado sin dudar un segundo”. Después de contar esto los ojos del Mariscal se ensombrecieron, fue como si el peso de la gloria pasada lo aplastara, envejeció en un instante.

En sus últimos años, Roberto Perfumo se dedicó a comentar fútbol.162
En sus últimos años, Roberto Perfumo se dedicó a comentar fútbol.162

En 1975 volvió al país para sacar a River de su sequía de dieciocho años sin títulos. La primera vez que jugó contra Racing, la hinchada académica le dedicó un estruendoso y despechado abucheo. Al llegar al vestuario, Perfumo, sin enojo ni dolor, algo emocionado dijo: “Esta tarde me di cuenta cuánto me quisieron acá”.

Como técnico su carrera fue discontinua. Dirigió al Sarmiento de Junín que jugó en la A con el Toti Iglesias, Gareca y el Lobo Fisher pero luego estuvo más de una década sin dirigir porque hizo juicio para cobrar lo que le debían. Ese era un pecado imperdonable durante el reinado de Grondona. Después dirigió a un Racing que peleó el campeonato pero se fue peleado con Rubén Paz, el gran ídolo moderno del club.

Roberto Perfumo posiblemente haya sido el mejor marcador central del fútbol argentino. Pero fue más que eso. Fue una época, un estilo, una manera de ver el juego.

Roberto Perfumo, también, fue el gran ídolo de mi papá, que no tenía ídolos. Era casi el único personaje del fútbol inexpugnable para él, del que no aceptaba críticas. Hace cinco años, cuando murió tras caer de las escaleras de un restaurante, me enteré de la noticia por las redes sociales. Me puse muy triste. tardé un rato largo en agarrar el teléfono y contarle a mi papá. Sabía que se iba a entristecer. Ahora cinco años después me gustaría llamarlo para decirle que escribí esta nota. Espero que allí donde estén los dos se hayan encontrado y estén hablando de fútbol, recordando viejos partidos, domingos de gloria y de quites perfectos.

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