La historia del “niñero” de Dennis Rodman: el surfista que fue nominado como el peor jugador de la NBA, pero se mantuvo nueve años en las franquicias top

Jack Haley fue el único compañero que pudo llegarle al polémico Dennis y, como jugador con espíritu de equipo, cumplía el rol de evitar sus desbordes, incluso en los Chicago Bulls de Michael Jordan

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Jack junto a Dennis, amigo dentro y fuera de los estadios
Jack junto a Dennis, amigo dentro y fuera de los estadios

14 de junio de 1996. Seattle.

Los Sonics derrotan 89-78 a los Bulls en el Juego 5 de la final de la NBA. Es la segunda victoria seguida para descontar en la serie (2-3) y, de repente, no todo luce tan fácil para Michael Jordan y compañía. Dennis Rodman sale del vestuario, molesto, y le tira una de sus clásicas bombas neutrónicas a Jack Haley, su amigo íntimo, el único que lo escucha con atención y, en especial, el único que tiene voz y voto en las decisiones del Gusano. Haley es jugador, un rústico ala pivote de 2m08 que en aquella temporada llegó junto a Rodman desde San Antonio, pero apenas jugó un partido en toda la fase regular y fue dejado afuera del roster de los playoffs por Phil Jackson.

Técnicamente, no debería estar en Seattle... Sin embargo, ahí está, acompañando al equipo, como uno más. Su rol, determinando en silencio por el Maestro Zen, es ocuparse de Rodman, controlarlo, moderar sus inconductas, explicarle al mundo cómo es Dennis y, sobre todo, explicarle a Dennis cómo funciona el mundo donde vive…

-Ya está. No quiero jugar más. Estoy cansado. No vuelvo a Chicago para el próximo (partido). Mejor vayamos a Las Vegas. ¿Qué te parece?

-No, Dennis. Queda uno más. Hagamos así: volvemos a Chicago, jugás, salís campeón y después sí armamos una gran fiesta para festejar, donde quieras y como quieras.

Rodman lo mira y, un poco a desgano, le hace caso. Dos días después, el Gusano volvería a tener una actuación descomunal en la serie, siendo el jugador más importante de los Bulls (19 rebotes, 11 ofensivos, nueve puntos, cinco asistencias, tres robos y una tapa) y generando que George Karl, el DT rival, dijera que su equipo podría haber ganado la final si Chicago no hubiese tenido a Dennis. “Dos partidos los ganó él, básicamente…”, opinó, sin dudar.

Por anécdotas así, a Haley le pusieron “el Niñero de Rodman”. Y por historias así, buena parte de la prensa y de los hinchas cruzaron una línea y le hicieron bullying a un tipo cuyo único pecado fue ser distinto, un tipo educado, cool, que entendió cómo construir grupos, pasarla bien y dar todo en la cancha las pocas veces que le tocaba entrar. Pero, como suele pasar, muchos se quedaron con la cáscara. Prefirieron reírse de él, ya sea cuando lo veían revoleando una toalla desde el banco, yendo a ayudar cuando compañeros eran golpeados o saliendo en fotos de civil con las “verdaderas” estrellas. “Sólo sirve para eso”, decían sin reparar demasiado en una carrera de nueve años en la NBA.

Seguramente por ser blanco, tosco, por su carencia de habilidades... Quizá también por envidia, por verlo tan limitado y no entender cómo había llegado a jugar en la mítica Universidad de UCLA y en tres de las mejores franquicias de la historia de la NBA (Lakers, Bulls y Spurs), incluyendo el mejor equipo de siempre, los Toros de Phil, justo durante la campaña más recordada, la de las 72 victorias y el anillo ante los Sonics. Nada menos. Lo cierto es que, muchas veces, Haley fue denostado. Hasta el punto que un portal importante como Bleacher Report lo incluyera como el principal candidato a ser “el peor jugador de la historia de la NBA”.

A veces, Haley se enojaba, pero en general tenía sentido del humor y prefería responder con ironía. Como cuando le preguntaron sobre su debut en la NBA, en 1988. “Siempre lo recuerdo como el día que Michael (Jordan) y yo nos combinamos para anotar 52 puntos”, declaró entre risas. Aquella noche apenas estuvo un minuto en cancha, sin tirar al aro (y, lógicamente, sin convertir puntos), pero bromeó con los 52 que había sumado MJ… Así era Jack. Un tipo piola, agradable y hasta fachero, que tenía más pinta de surfista que de basquetbolista. Bueno, en realidad lo era y tal vez su nivel, arriba de las olas, era mejor que con una pelota de básquet.

Su padre había sido una leyenda estadounidense de este deporte. Tras ser el primer ganador en la historia del mítico US Open de surf –fue en 1959 y al otro año lo logró su hermano Mike-, Jack fundó una fábrica de tablas que se hizo muy famosa –Jack Haley Surfboards- y en 1965 abrió un restaurante –Captain Jack- que pasó a la posteridad en Sunset Beach. Con un padre así, dentro de una familia acomodada, Jack se crió sin urgencias ni necesidades, en la playa casi todo el año y con una tabla bajo el brazo. Dicen que surfeaba muy bien. Su vida, en esa época, parecía que nunca estaría relacionada con el básquet…

En el secundario de Huntington Beach se destacó en las aulas, llegó a ser el capitán del equipo de surf y hasta jugó bien al badminton. Hasta que un día le preguntaron por qué, con su altura y habilidades, no intentaba con el básquet. Tenía 16 años y pocas veces había tocado una pelota. Pero se animó y aprendió tan rápido que, contra todos los pronósticos, terminó logrando una beca en UCLA, previo paso de un año por Golden West College. Como había jugado poco al básquet, se notaba que le faltaban fundamentos, cuestiones de base, incluso mostraba algunos problemas de coordinación, pero nunca careció de energía o dedicación. Era el que más entrenaba y estaba muy atento a lo que necesitaba el equipo, sus compañeros, viendo en qué podía ayudar, hablando con ellos. Por eso terminó siendo titular en los últimos dos años y siendo parte de un equipo que ganó el torneo NIT de 1985. En sus tres años de la facultad ubicada en California promedió 3.7 puntos y 4.4 rebotes, dejando una huella por su profesionalismo y perseverancia. “Me motivaba que la gente pensara que no podía lograr cosas”, fue la máxima que el mismo Haley recordó.

De cualquiera manera, al ver su limitado talento, nadie creyó que podía ser elegido en el draft de la NBA. Pero los Bulls le vieron algo y lo seleccionaron en la cuarta ronda de 1987 (pick #79). Cuando se sumó al equipo para el training camp, no tuvo chances y terminó jugando en España, concretamente con en el Grupo Ifa Espanyol. Poco duró en un joven equipo catalán que necesitaba un extranjero dominante y Haley, está claro, no lo era. Sus promedios no fueron malos (18.6 puntos y 9.2 rebotes), pero fue cortado tras 21 partidos. No se bajoneó. Volvió a California y se entrenó durante meses para cumplir el sueño de jugar en la NBA. Y así, mejorado y optimista, se presentó en el campus para la temporada 88/89.

Haley, con Jordan, de quien fue compañero y rival, además de enfrentarlo en míticas partidas de cartas
Haley, con Jordan, de quien fue compañero y rival, además de enfrentarlo en míticas partidas de cartas

Cuando llegó al equipo, pareció no encajar. Por aspecto, por lenguaje o talento… En una NBA repleta de afroamericanos, su forma de hablar y de vestirse eran más de un surfista que de un basquetbolista. A todos los llamaba “dude” (se usa para referirse informalmente a un hombre) y usaba unos sweaters coloridos que llamaban la atención. En el juego pocos parecían respetarlo y aseguran que Jack era el último jugador elegido para los picados en el campus de veteranos. Pero él no se bajoneaba. Se la pasaba mirando qué aportar, cómo ayudar… Y, después de semanas, no sólo logró quedar en el equipo. También tuvo minutos durante la temporada. Entró en 51 de los 82 partidos, incluido uno como titular. Eso, para Haley, era la gloria.

En el básquet, sobre todo en aquella época, no todos juegan y el grupo, con su convivencia, es muy importante. Y aseguran Jack era un maestro en fusionar personas desde lo social. Su buena onda y energía eran contagiosas, según dejó claro su primer entrenador en la NBA. “Era uno de esos compañeros siempre positivos, apasionados, competitivos, que siempre suman al grupo, que nunca se dan por vencidos. En el banco se sentaba al lado mío, mirándome, como recordándome que podía jugar. Y era capaz de repetirme varias veces ‘estoy listo, puedo defender a aquel, puedo darle unos buenos minutos al equipo’. Tengo mucho respeto por él, porque dio cada gramo de energía y amaba jugar. Cada día llegaba para hacer su trabajo y con esa actitud sin dudas nos hizo siempre un mejor equipo”, recuerda Doug Collins, quien cuenta una divertida anécdota que refleja esa predisposición y apabullante energía que tenía Haley. “En un partido noté que el equipo no tenía ninguna energía y le dije ‘si tenés ganas de jugar, prepárate y entra’. Saltó literalmente desde el banco, se sacó los pantalones de una forma tan brutal que se rompieron y un botón me pegó en el ojo… Me empezó a pedir disculpas y yo, sin poder mirarlo, le dije ‘andá, entrá, por favor’. Estuve medio partido sin poder ver (se ríe). Jack siempre era así, un desesperado por jugar y ayudar”, recuerda el coach.

Haley podría ser comparado con Kurt Rambis, aquel blanco “leñador” –duro, áspero, buen rebotero y defensor que entendía su rol- que tenían los Lakers de Magic Johnson durante esa época. Claro, era aún –y bastante- más limitado. Pero, al menos, sirve como referencia. Es verdad que no era lindo ver jugar a Haley, pero tampoco enfrentarlo, aseguran. Tenía una energía desbordante. Horace Grant, aquel ala pivote de elite que tuvieron los Bulls durante más de una década, lo sufrió en cada práctica durante el tiempo que estuvo en Chicago. Jack siempre estaba ahí, para lo que necesitaran sus compañeros. Como cuando Rick Mahorn, uno de los más ásperos Chicos Malos de Detroit, lanzó a Jordan al piso de un golpe y Jack fue el primero en saltar del banco para cruzar a empujones al áspero pivote de los Pistons.

Con MJ tenía sus historias y a Haley le gustaba contar su preferida. “Recuerdo una jugada cuando lo enfrenté con UCLA. Michael recibió frente mío, con el callejón abierto hacia el aro. Pensé ‘me la va a volcar en la cara en TV nacional’. Entonces fui con todo, algo de pelota, mucho de hombre (se ríe)…. Sólo sé que no anotó”, era su relato. Una vivencia que contaba bastante seguido y de la que, como siempre, Jordan se tomaba revancha. Puntualmente en las partidas de cartas que el plantel tenía en los momentos libres. MJ se dio cuenta rápido que Haley era un chico adinerado y que sus cualidades con los naipes eran similares a las basquetbolísticas... Y lo esquilmaba. Pero Jack se reía, sin importarle perder dinero. O el juego. Algo extraño en un mundo dominado por el ego y el ganar/perder. Pero él tenía otros objetivos: quería pertenecer, estar, ayudar. Era lo que lo hacía diferente.

A fines de 1989, Chicago lo dejó libre y los Nets lo ficharon. En New Jersey jugó más, un promedio de 16.5 minutos, anotando 5.8 puntos y bajando 4.8 rebotes. Fue su mejor momento, aunque dentro de uno de los peores equipos de la NBA. En octubre del 91, firmó con los Lakers y allí estuvo dos temporadas, en la primera jugó poco y en la segunda, nada, por una lesión. Pero, tras sólo un mes libre, fue fichado por los Spurs, en diciembre del 1993. Todos sabían de su escaso talento, pero valoraban otras virtudes de un tipo que sumaba socialmente y siempre daba el 100% en cada práctica. Muchas veces los equipos necesitaban jugadores para entrenar. No más que eso. Que no pidan más, que sepan que su rol es esforzarse en las prácticas y crear un buen ambiente grupal. En ambos, Haley era un especialista. Y para eso lo quiso John Lucas, un coach especial que tenía un equipo talentoso pero que, a la vez, era una bomba de tiempo, con personalidades muy disímiles, por un lado caballeros profesionales como David Robinson, Terry Cummings –le decían el Predicador- y Vinnie Del Negro, y del otro polémicas personalidades con historiales potentes, como Lloyd Daniels, JR Reid y, sobre todo, Dennis Rodman.

El Gusano había llegado desde Detroit, luego de alcanzar la gloria con los Pistons y tocar fondo tras el desmantelamiento de los míticos Chicos Malos que habían sido bicampeones de la NBA. De ser una estrella del trabajo sucio había pasado a sentirse desprotegido, en especial tras la partida del coach Chuck Daly, una de esas figuras paternas que Dennis siempre necesitó. Y hubo dos noches de 1993 que casi termina con su vida, una vez –la más conocida- en el estacionamiento del estadio, cuando se subió a su auto con un arma en la mano, con la decisión tomada de suicidarse… “Me salvó la música. Antes de apretar el gatillo puse Pearl Jam, me relajé y dormí. Lo siguiente que recuerdo es estar rodeado de policías”, contó. La segunda vez, según admitió el Gusano, lo salvó el periodista Craig Sager, cuando lo encontró, pistola en mano, en un strip club en Detroit.

¿Qué le pasaba? Rodman sentía que había sido traicionado. Por el sistema NBA y por los Pistons. “Yo sólo quería sentirme querido por alguien. Directamente o sabía lo que era eso. Mi madre y mi padre nunca me quisieron. Así que cuando llegué a Detroit, me aceptaron como uno más. Pero de repente, cuando dejamos de ganar, todo comenzó a desmoronarse y mucha de la gente que me quería, me abandonó. Estaba solo. No tenía a nadie. Y no quería seguir”, recuerda.

Así, tras el ciclo cumplido en los Pistons, se produjo el traspaso a San Antonio. Cuando llegó a los Spurs, el Gusano encontró una situación deportiva que podía reactivar su motivación: hacer dupla interior con David Robinson, uno de los mejores pivotes de la NBA, y ser parte de uno de los mejores equipos del Oeste. Denis se mantuvo como un bestial rebotero (promedió 17 en dos temporadas, siendo el mejor en el rubro), pero socialmente le costó, sobre todo cuando la franquicia dejó ir a Lucas y sumó a Bob Hill como DT, con la idea de cambiar de rumbo. En todo sentido.

A Hill lo contrató Gregg Popovich, entrenador exigente y duro que en aquella época empezaba a ganar poder en la gerencia texana –como general manager- y estaba decidido a bajar una línea de disciplina que los Spurs habían carecido durante los últimos tiempos. Aquellos fueron los cimientos del clima familiar que conocimos años después, con reglas que Rodman, por su forma de ser, siempre ignoró, con permanentes desplantes a Hill -a quien llamaba Boner – y Pop. Por eso, en aquella temporada, su segunda en el equipo, fue un caos y resultó el momento en que Haley empezó a jugar un papel protagónico en la vida del Gusano. Era su gran amigo en el plantel, su compinche. Y se hicieron íntimos. Jack lo escuchaba. Y lo comprendía. Venía del palo del surf, un ambiente relajado, sin prejuicios y esa forma de ser y actuar cuajó perfectamente con el Gusano, quien con su comportamiento tensó la cuerda y empezó a pedir, a gritos, el cambio de equipo…

Jerry Krause, general manager de los Bulls, se enteró de esa tensión ya insostenible y le hizo una propuesta que Popovich no pudo desaprovechar. Lo que más quería el actual DT de los Spurs era sacárselo de encima. Rodman era un problema y no quería lidiar con él. Por eso se lo dio a Chicago por Will Purdue, en un canje en el que deportivamente perdió. Pero, claro, ganó en tranquilidad. Phil Jackson sentía –y se lo había dicho a Krause- que podía controlar a Rodman, que dentro de un clima ideal, con Jordan imponiendo respeto, sería más fácil. Y, de paso, tenía claro que sería ideal que, en el combo, entrara Haley y no dudó cuando los Spurs lo dejaron libre… Lo más difícil, sentía el coach, era la adaptación de Dennis. Sabía que los Bulls, por sus formas de ser, no harían migas con Dennis y que necesitaba un compinche. Un Niñero, como muchos le dirían por años e incluso Phil Jackson en su libro Eleven Rings. Y así fue: Jack no se separó de Rodman. Fue su compañero en las largas noches del Gusano, el que le podía hablarle y ponerle algunos límites a su descontrol….

Haley, dicen, cumplió ese rol por gusto, no por dinero o fama. Y, cada vez que le preguntaron por esa función de “babysitter”, mostró su enojo y dio su explicación. “No soy su Niñera ni nada parecido. Soy su amigo, estoy con él mucho tiempo, es verdad, pero no por eso soy su asistente. Ni un mediador. Lo que pasó en San Antonio es que Dennis tuvo muchos problemas con la directiva y como Dennis no es una persona con la que puedas sentarte a hablar, venían y me preguntaban a mí, me pedían que les contara, que mediara… Y así me gané esta reputación, como si fuera su ayudante o un jefe de prensa. Tampoco fui el nexo con Phil (Jackson). Pueden preguntarle, nunca hablé con él sobre algún tema de Dennis. Soy un jugador de básquet, siempre lo fui y lo seguiré siendo, juegue o no. Sólo me considero su amigo. Y punto”, le dijo al diario Chicago Tribune. Haley aceptó que entre ambos tenían grandes similitudes, desde la forma de ser hasta los gustos. “Nos gusta la misma música, ir al gym, jugar a los video games, ir a Las Vegas, disfrutar de las fiestas… Nada más”, contó. Lo que nunca hizo fue contar anécdotas de aquellos especiales momentos con Dennis…

Phil Jackson, arquitecto de los míticos Chicago Bulls, valoraba a Haley desde su rol de jugador de equipo (IG: @mandalaysportsmedia)
Phil Jackson, arquitecto de los míticos Chicago Bulls, valoraba a Haley desde su rol de jugador de equipo (IG: @mandalaysportsmedia)

Sin embargo, los hechos demostraron lo contrario: que Haley había llegado al equipo por ser amigo de Rodman y no por sus condiciones como jugador. En aquella histórica temporada de los Bulls, Haley no jugó ningún partido hasta el último de la fase regular, cuando Phil Jackson resolvió que los principales jugadores no jugaran tanto y darle, de esa forma, algún premio a Jack por su otra labor… Haley jugó siete minutos aquella noche ante Washington y anotó cinco puntos y bajó dos rebotes. Momentos que le permitieron, técnicamente, ser parte del mejor equipo de la historia y hacerse acreedor de un anillo de campeón, cuando terminara la temporada, tras aquel Juego 6 de la final. Un partido que lo tuvo a Rodman como estrella y que, varios aseguran, Haley fue el artífice de que el Gusano lo jugara, luego de su enojo tras el Juego 5.

Fueron sus últimos momentos con los Bulls. Y al lado de Rodman. Jackson decidió no renovarle y Haley terminó en los Nets hasta su retiro, en 1998. Coincidencia o no, Rodman empezó a descarrillar disciplinariamente mientras su íntimo amigo sacarse las ganas de jugar. En New Jersey, el ala pivote tuvo una semana de gloria, cuando jugó mucho durante cuatro partidos en los que no estuvo Derrick Coleman y promedió 13.7 puntos y 10.7 rebotes, pero en realidad fue un espejismo. Los problemas en las rodillas y sus limitaciones lo convencieron de que era el momento de dejar. Luego de un tiempo como asistente en los Nets, decidió mudarse a Los Ángeles, trabajó en algunas transmisiones de los Lakers y, más que nada, se lo vio más en comerciales, video clips y películas, lo que siempre había añorado. Trabajó en el film Rebound y participó en el video “Love in an elevator”, tema de Aerosmith.

A muchos sorprendió que el 16 de marzo de 2015, a los 51 años, Haley falleciera a causa de un ataque cardíaco, aunque luego de conoció, a través de su familia, que arrastraba problemas cardíacos. Lo que no sorprendió fue la reacción de muchos ex compañeros, quienes reaccionaron con tristeza y dejando claro lo que había significado Jack como persona. “Hay personas que han entrado en tu vida que no pueden ser reemplazadas. Jack era uno de esos. Te amo hermano. Jamás te olvidaré”, escribió Rodman tras enterarse de su muerte. “Jack siempre fue un compañero muy positivo. No jugó mucho pero cada práctica se esforzaba al máximo y ayudaba de esa forma al equipo”, sumó John Paxson, compañero en los Bulls de la primera época. “Jack es una de esas personas que no olvidás. Una persona como nosotros… Ninguno de nosotros podemos ser como Jordan, pero sí como Haley. Nos demostró que los sueños se pueden cumplir siendo una persona terrenal, que se esfuerza cada día y vive siendo positivo”, completó Sam Smith, histórico periodista que cubrió la campaña de los Bulls.

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