
Las brujas existen, y eso lo saben los que las vieron y los que no. Para la autora Mona Chollet, sin embargo, los mitos y los relatos de ficción que se construyeron a partir de esas figuras se montaron sobre mujeres reales, de carne y hueso, que fueron perseguidas, criminalizadas y la mayoría de las veces quemadas en las hogueras de la transición al capitalismo.
¿Pero quiénes y cómo eran esas brujas? De acuerdo con la escritora franco-suiza autora del libro En casa, quien trabaja como editora de Le Monde Diplomatique y antes trabajó en publicaciones como Charlie Hebdo, las brujas de la Edad Media no fueron otra cosa que cualquier mujer que perturbara el orden social a través de su comportamiento. En ocasiones, ni siquiera esto: cualquier mujer que molestara por algún motivo a alguien, podía ser objeto de una denuncia y sus consecuencias.
En su libro Brujas. La potencia indómita de las mujeres (Editorial Hekht, 2019), Cholet recopila de forma minuciosa quiénes eran esas mujeres y quiénes son hoy a la luz del feminismo, basándose en el célebre trabajo de la escritora y feminista italiana, Silvia Federici, Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpos y acumulación originaria (2004). En esa obra, la autora hace un análisis exhaustivo de un episodio profundamente ignorado por la historiografía, ocurrido entre los siglos XVI y XVII, y que de acuerdo a los balances más serios, se cobró la vida de entre cincuenta y cien mil mujeres (sin contar a las linchadas, las suicidadas o las muertas en prisión como consecuencia de las torturas). La caza de brujas fue, así, un hecho fundamental para la consolidación del capitalismo y de la opresión de la mujer que le es intrínseco, porque afectó no sólo a las muertas sino también y profundamente a aquellas que sobrevivieron.

¿Y quiénes son, entonces, las brujas actuales? Chollet plantea que son quienes ven que existe una fuerza de la que es posible apropiarse y la existencia del conjunto de procedimientos para hacerlo. La historia de las brujas es, según ella, una historia de autonomía y de los intentos por aniquilarla. Por eso, y con el objetivo de construir un nuevo imaginario de esas mujeres, Chollet desentraña sus pecados y los reinterpreta en clave de deseos: el deseo de no tener hijos, o el de no tener una compañía que "complete" la existencia, o el deseo simple y llano de envejecer… Todos sentimientos que también en nuestra sociedad actual se ubican en los alrededores de la subversión.
—¿Quiénes eran las brujas en el pasado y quiénes son las brujas en la actualidad?
—En el pasado, cualquiera podía acusarte de ser una bruja para deshacerse de ti, pero las mujeres solteras y las mujeres viejas eran los blancos predilectos. Las mujeres que no estuvieran -o que hubieran dejado de estar- bajo el control de un hombre se encontraban particularmente en riesgo. En la actualidad, todavía tenemos representaciones muy negativas de este tipo de mujeres. Las mujeres solteras son mujeres supuestamente patéticas, desesperadas y por lo tanto peligrosas. Aún hoy les tenemos miedo.

—¿Por qué las mujeres viejas? ¿Qué amenaza representan las ancianas?
—Es más difícil envejecer para una mujer que para un hombre; parece que a medida que el tiempo pasa una empieza a parecerse a una bruja. Las mujeres mayores -vistas como inútiles, en la medida en la que no pueden criar niños o exponer su belleza- son vistas como horribles, y en el pasado eran vistas como sinónimo de muerte y destrucción. Las madres y las esposas son vistas como dulces y hermosas, siempre y cuando sirvan a un hombre o a los niños.
—Por eso también eran (y siguen siendo) un peligro aquellas que decidían no tener hijos…
—Claro. Las mujeres que no se reproducían eran un peligro ya que el poder (político y religioso) estaba cada vez más preocupado por la natalidad. Hoy sucede algo similar.
—Antes que usted, la que escribió sobre la cacería de brujas fue la italiana Silvia Federici. ¿Cuál fue su aporte a este tema?
—El aporte de Federici es mostrar cómo la cacería de brujas permitió el sometimiento de la mujer. Gracias a ese proceso se allanó el terreno para aprovecharse de las mujeres y convertirlas en meras 'criadoras' de la fuerza de trabajo que el capitalismo naciente necesitaba. Junto a la explotación de los recursos naturales, la esclavitud y el colonialismo, la caza de brujas fue uno de los factores que permitió el crecimiento del capitalismo. Por lo tanto, Federici también demostró que debemos luchar contra el capitalismo, el sexismo y el racismo de manera conjunta, ya que fueron construidos en simultáneo desde el principio.

—¿Por qué la caza de brujas ocurrió en ese momento particular?
—Por qué ocurrió en ese momento particular de la historia es algo difícil de determinar. Fue un momento de erupción del sexismo, pese a que existía desde hace mucho tiempo, por supuesto. La gente tenía miedo y se sentía insegura, especialmente debido a las plagas (que en el siglo XIV se habían cobrado la vida de un tercio de la población europea), y buscaban un chivo expiatorio. También coincidió con los comienzos de la imprenta y el 'Malleus Maleficarum', un libro sobre brujas escrito por dos dominicanos y publicado en Alemania en 1487, que fue quizás el primer bestseller de la historia, difundiendo el odio contra las mujeres por toda Europa.
—¿Cuál diría que es la conexión entre las viejas brujas y el feminismo actual?
—La cacería de brujas fue un crimen contra las mujeres, y ocurrió como un acto masivo de la misoginia. Mientras las mujeres feministas de la actualidad están particularmente al tanto de ese proceso, lo cierto es que vivimos en una época en la que gobiernan los misóginos y los violadores como Donald Trump, Jair Bolsonaro o Rodrigo Duterte. En ese contexto, la reivindicación que hacen las feministas de la identidad de las brujas es un acto de justicia.

—¿Vivimos en la actualidad una embestida reaccionaria? ¿Qué cree que está en juego?
—Sí, por supuesto que asistimos a una embestida reaccionaria. El sexismo es central en el actual balance de poder en el mundo. Las mujeres poseemos menos dinero, menos poder político, e incluso menos poder doméstico; también trabajamos más duro, nuestros cuerpos son vistos como un objeto del que los hombres pueden disponer, en muchos países ni siquiera posemos decidir sobre nuestra maternidad. Esto es todo lo que está en juego y, claro, los conservadores no quieren perder esos privilegios.
—¿Cómo se vive esta embestida en su país?
—En Francia existe una reacción y una gran resistencia entre la llamada élite contra la ola feminista traída por el movimiento #MeToo. Estos sectores reaccionarios han defendido a la 'galantería' francesa como una forma de preservar el orden sexista tal cual existe en este momento. Es muy tramposo. No vi algo así en ningún otro país, incluso pese a que aquí las luchas son inmensas. Aunque no soy una experta en los movimientos latinoamericanos, sigo de forma atenta las luchas que las mujeres están dando para ampliar sus derechos, como la del aborto en Argentina.
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