André Mare y Apollinaire: cubismo y poesía en las trincheras de la Primera Guerra Mundial

El Centro Pompidou de París exhibe hasta febrero una impactante exposición sobre el cubismo, una de las vanguardias fundamentales de la historia del arte moderno. Esta nota propone un recorrido por la muestra, de la mano de dos artistas que combatieron en los campos de batalla

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Fernand Léger, “La Escalera” (1914) © Museo de Arte de Basilea, foto de Martin P. Bühler © ADAGP, París 2018 / Gentileza Centro Pompidou
Fernand Léger, “La Escalera” (1914) © Museo de Arte de Basilea, foto de Martin P. Bühler © ADAGP, París 2018 / Gentileza Centro Pompidou

París, especial. Reconocemos de inmediato un cuadro cubista por la audacia con que resquebraja la realidad visible para volver a construirla según las leyes de una geometría imaginaria. Bastan algunos rasgos para definir esa conquista de lo real por otros medios: fragmentación de las siluetas, descomposición de los objetos en facetas o planos de color, puntos de vista múltiples, que polémicamente conviven o se anulan… Pero, sobre todo, un soberano desdén por eso que Apollinaire llamó "el truco miserable de la perspectiva".

El movimiento incluyó varias fases y tendencias: figurativas y abstractas, accesibles o herméticas –incluso "órficas"–, monocromáticas o de paleta deslumbrante. Hubo expresiones estáticas y dinámicas del cubismo, analíticas y sintéticas. Por supuesto, todavía los especialistas siguen discutiendo el sentido de esos términos algo vanos. En cualquier caso, el carácter avasallador de esta corriente del arte puede apreciarse en El cubismo, la muestra que se inauguró a mediados de octubre en el Centro Pompidou. La exhibición despliega más de trescientas obras y documentos, y se articula en trece secciones que relevan la progresión formal de esta vanguardia, en un recorrido que va desde el año 1907 hasta 1917.

Pablo Picasso, “Casa sobre la colina, Horta de Ebro, verano de 1909” © BPK, Berlín © Sucesión Picasso 2018
Pablo Picasso, “Casa sobre la colina, Horta de Ebro, verano de 1909” © BPK, Berlín © Sucesión Picasso 2018

Con pedagogía, el guión de los curadores arranca desde las fuentes del movimiento (Paul Cézanne y el arte primitivo y naïf, no menos que la producción tardía de Paul Gauguin), se detiene en la obra de sus dos padres fundadores (Georges Braque y Pablo Picasso) y llega por último a sus repercusiones en la abstracción de Piet Mondrian, el suprematismo de Kazimir Malevich o las provocaciones memorables de Marcel Duchamp. En el camino, entendemos cómo el cubismo revolucionó géneros tradicionales como el paisaje, la naturaleza muerta o el retrato, y cómo dejó su impronta en la escultura, a la vez que inventó técnicas de descendencia tan fértil como el collage, el papier collé y lo que más tarde se denominó assemblage.

Fernand Léger, “La Boda” (1911) © Centre Pompidou, MNAM-CCI / P. Migeat © ADAGP, París 2018
Fernand Léger, “La Boda” (1911) © Centre Pompidou, MNAM-CCI / P. Migeat © ADAGP, París 2018

Me sorprendí contemplando más de un cuadro como si fuera una suerte de acertijo visual cuya recompensa, en el mejor de los casos, consistía en el reconocimiento de los objetos o seres representados. Lo que en especial acaparó mi atención fue la sala dedicada al impacto de la Primera Guerra Mundial. La "Gran Guerra", de hecho, interrumpió los Salones de los Independientes, donde los cubistas venían difundiendo sus obras desde 1911. También provocó la diáspora de los artistas parisinos. Mientras algunos pintores de los países neutrales continuaron trabajando en sus talleres (tal fue el caso de Juan Gris o Picasso), muchos otros fueron arrastrados por la movilización. En ese grupo estaban Georges Braque, Fernand Léger, Albert Gleizes y Jean Metzinger; también Jacques VillonRaymond Duchamp-Villon, hermanos de Marcel Duchamp.

André Mare, un cubista en el frente

Fue así  que, en una sala del Pompidou atestada de visitantes, de pronto me encontré conmovido apreciando la obra de artistas que continuaron dibujando y pintando en las trincheras. Tal vez el caso más interesante, porque lo conocía poco, fue el del pintor André Mare. Provenía del campo de las artes decorativas y muy tempranamente aplicó los principios cubistas a la decoración de interiores. En 1912, en el Salón de otoño, había presentado una "maison cubiste" en colaboración con Duchamp-Villon y la pintora Marie Laurencin, entre otros. El escándalo que produjo lo consagró como decorador.

A menudo se rebaja la obra de Mare como la de un mero "cubista de salón". Lo cierto es que, durante la Guerra, trabajó en un dominio inesperado de las artes aplicadas: la creación de camuflaje para la armada francesa. En particular, se especializó en la confección de falsos árboles concebidos como puestos de observación: los mismos que Charles Chaplin parodiaría en una escena de ¡Armas al hombro!, su memorable film de 1918.

Ni bien comenzada la Guerra, Mare recibió más de una herida en el frente de batalla. Cuando volvió a reunirse con su unidad en Cherburgo el 2 de agosto de 1914, llevaba consigo cuadernos, una caja de acuarelas y una valiosa cámara fotográfica. Así pertrechado, pudo pintar una bitácora de esos tiempos crueles, completando más de una decena de asombrosos cuadernos.

Cuadernos de André Mare exhibidos en “El cubismo”, la gran exposición del Centro Pompidou
Cuadernos de André Mare exhibidos en “El cubismo”, la gran exposición del Centro Pompidou

Su estilo privilegia las formas angulosas y la descomposición de planos en polígonos irregulares. La módica novedad de la técnica de Mare hay que buscarla en su uso sutil de las transparencias, ya que recurría con frecuencia a la acuarela, además de la tinta. Sus cuadernos incluyen fotografías de alto interés documental y, en sus páginas, numerosos bosquejos alternan la composición cubista con la figuración tradicional. André Mare retrata personajes y paisajes de Champaña-Ardenas, Picardía o el norte de Italia, y los somete al capricho de la geometría, un poco a la manera de otro pintor cubista, su amigo Roger de La Fresnaye.

(Algo similar –otro acercamiento cubista a la experiencia del frente– puede encontrarse en los dibujos de la vida en las trincheras que Fernand Léger difundió en su correspondencia. Basta recordar que, para él, la larga batalla de Verdún fue "la Academia del cubismo". Corría el año 1915 y, en una carta a Jeanne Lohy, su futura esposa, Léger se preguntaba si podía concebirse algo más cubista que una guerra como la que estaban viviendo: un enfrentamiento que podía dividir a un hombre en muchos fragmentos y enviarlo así, desmenuzado, a los cuatro puntos cardinales.)

Detalle de un “cuaderno de guerra” de André Mare
Detalle de un “cuaderno de guerra” de André Mare

Al contemplar los cuadernos de Mare, cuidadosamente exhibidos en una vitrina, por un instante uno olvida las sesudas teorías sobre el cubismo. Porque esas tintas y acuarelas restituyen, en su delicadeza, una experiencia visceral. No evidencian una manera esforzada de reconstruir lo percibido, sino más bien un estilo original y contundente de enfrentarse a una vivencia inédita.

Guillaume Apollinaire, poeta en las trincheras

Otro de los atractivos de la gran muestra del Pompidou es la nitidez con que deja en claro las relaciones entre el cubismo y su entorno literario. En particular, se impone aquí un rodeo por la figura de Guillaume Apollinaire: en una sala de la exhibición, de hecho, puede apreciarse el retrato que le dedicó Picasso, así como no faltan estupendas primeras ediciones de los libros de este gran narrador, ensayista y poeta.

La centralidad concedida a su figura no es casual. En 1913, Apollinaire publicó Los pintores cubistas. Meditaciones estéticas, una de las primeras interpretaciones del movimiento. Así como las reflexiones del poeta esclarecen los metas de la vanguardia cubista, las osadías del cubismo explican en parte la poesía de Apollinaire, que recurre a los principios de la yuxtaposición y el montaje, y aspira a sugerir mediante trucos del lenguaje la simultaneidad de acontecimientos y puntos de vista.

Portada de “Los pintores cubistas” (1913), de Guillaume Apollinaire
Portada de “Los pintores cubistas” (1913), de Guillaume Apollinaire

Pero este exégeta pionero y crítico de arte a destajo también compuso un libro esencial durante su estadía en las trincheras. Se trata de Caligramas, su segunda gran compilación luego de Alcoholes (1913). Los textos fueron escritos entre 1912 y 1917, y publicados en 1918; las fechas aclaran el sentido del subtítulo: Poemas de la paz y de la guerra. La maravilla y atrocidad del enfrentamiento armado desfilan allí entre comentarios líricos, jerga militar y un conjunto recurrente de palabras antiguas: obús, vivac, armón, artilleros, máscaras antigás, "boches" (el nombre despectivo con que los franceses denominaban a los alemanes).

Muchos de los artificios de Caligramas están presentes ya en Alcoholes, un libro quizá superior. Pero esta segunda compilación es célebre por las invenciones que le dan título: en los "caligramas", el texto se organiza en alguna forma peculiar, imitando puerilmente una paloma, el humo de un cigarrillo o el caer de la lluvia. (En otros poemas, la disposición habitual de la tipografía convive con formas caligramáticas que van surgiendo de improviso: puede tratarse de una trompeta, una bota con su espuela, un arma, Notre-Dame, la Torre Eiffel.)

Caligrama de Apollinaire dedicado a su amante “Lou” (Louise de Coligny-Châtillon)
Caligrama de Apollinaire dedicado a su amante “Lou” (Louise de Coligny-Châtillon)

Hay poesías compuestas por anotaciones cotidianas del período de su adiestramiento militar. Otros son "poemas-cartas", o postales líricas, enviados durante la Guerra a algunos de sus amigos. Incluso llegó a publicar, en el frente, 25 ejemplares de una plaquette poética: esos libritos pronto se convirtieron en tesoros de la bibliofilia contemporánea. Por lo demás, Caligramas también releva los sucesivos amores del poeta, desde la pintora Marie Laurencin a Jacqueline Kolb, "la bella pelirroja" con quien se casaría en 1918. (En ocasiones, pícaramente dedicaba un mismo poema erótico a más de una corresponsal.)

Al final del poema "Hay", uno de los más interesantes de Caligramas, Apollinaire se asombra de cómo la Guerra extremó "el arte de la invisibilidad". En otro verso, alude a un espía que merodea por allí, "invisible como el horizonte del que indignamente se ha disfrazado y con el que se confunde". Seduce pensar que, en ese punto imaginario, el espía de Apollinaire se encuentra con la mirada escrutadora de André Mare: otro artista-soldado, un virtuoso camoufleur, un hombre del mismo bando tironeado por las exigencias de lo utilitario y lo estético.

Georges Braque, “Jarra y violín” (1909-1910), © Museo de Arte de Basilea, foto de Martin P. Bühler
 © ADAGP, París 2018
Georges Braque, “Jarra y violín” (1909-1910), © Museo de Arte de Basilea, foto de Martin P. Bühler
 © ADAGP, París 2018

Recordemos una frase de Los pintores cubistas, que se aplica tanto a la propia literatura de Apollinaire como a la obra pictórica de André Mare: "Los grandes poetas y los grandes artistas tienen como función social renovar sin cesar el aspecto que adquiere la naturaleza a los ojos de la naturaleza". Verdadero, ¿no es cierto?, pero también un poco pomposo. Páginas antes, se había despachado con una frase más lúcida, donde llega a captar la ruptura radical que supuso el cubismo: "La belleza, ese monstruo, no es eterno".

Al despedirnos de la muestra del Pompidou, no perdamos de vista a nuestros compañeros de ruta. André Mare sobrevivió a la Guerra y, en los años 20´, se convirtió en una de las figuras fundamentales del estilo Art Déco; moriría de tuberculosis en 1932. Apollinaire tuvo menos suerte: en 1918, le arrebató la vida la famosa y temida "gripe española". A un siglo de la Primera Guerra Mundial, sus destinos se confunden pero también, recíprocamente, se iluminan: sobre todo, si tenemos la paciencia de interrogar el periplo a la vez estético y existencial que trazaron sus vidas.

Pablo Picasso, “Retrato de Ambroise Vollard” (1909-1910) © Museo de Bellas Artes Pushkin, Moscú © Sucesión Picasso 2018
Pablo Picasso, “Retrato de Ambroise Vollard” (1909-1910) © Museo de Bellas Artes Pushkin, Moscú © Sucesión Picasso 2018

La muestra "Le Cubisme" se exhibe en el Centro Pompidou (Place Georges Pompidou 75004, París). Está curada por Brigitte Léal, Christian Briend y Ariane Coulondre y puede verse hasta el 25 de febrero de 2019.

Las imágenes de las pinturas en óleo que ilustran esta nota se deben, en todos los casos, a la gentileza del Servicio de Prensa del Centro Pompidou.

 

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