
El 26 de septiembre de 2022, la NASA ejecutó una misión histórica al estrellar la sonda DART contra el asteroide Dimorphos, que forma parte de un sistema doble junto a Didymos. El propósito fue evaluar si era posible modificar la órbita de uno de estos objetos espaciales y, de esa manera, probar estrategias para la defensa planetaria. El impacto se planificó cuidadosamente y se convirtió en el primer intento exitoso de desviar deliberadamente un cuerpo celeste fuera de su trayectoria original.
Según National Geographic, tras el choque, los especialistas observaron un cambio claro: la órbita de Dimorphos perdió 33 minutos en su recorrido alrededor de Didymos, una reducción que excedió las expectativas de la propia NASA. Sin embargo, los siguientes meses revelaron un fenómeno inesperado. Los astrónomos comprobaron que la órbita continuaba acortándose, aunque el ritmo de cambio había disminuido y ya no respondía directamente al golpe inicial. Este comportamiento inesperado intensificó el análisis y la discusión entre los expertos.
De acuerdo con los estudios iniciales, la comunidad científica consideró la posibilidad de que los escombros expulsados tras el impacto continuaran abandonando el sistema, lo que provocaría una pérdida sostenida de energía. No obstante, nuevas investigaciones lideradas por Harrison Agrusa y Camille Chatenet de la Universidad de la Costa Azul desacreditaron esa hipótesis. Sus equipos concluyeron que Dimorphos tenía una masa insuficiente para mantener fuera los fragmentos eyectados de manera permanente. La mayoría de las rocas expulsadas regresaban y se reintegraban al asteroide principal, neutralizando cualquier impacto prolongado.

Con estos datos, la atención se desplazó a una explicación distinta. De acuerdo con National Geographic, el equipo de Agrusa sugirió que el impacto no solo modificó la órbita de Dimorphos, sino que también alteró su rotación interna. Este giro caótico habría movido materiales sobre la superficie y en el interior del asteroide, generando fricción y, como consecuencia, calor. Los científicos propusieron que parte de la energía del sistema se transformó en calor, provocando con ello una pérdida gradual de energía que explicaría la continua reducción de la órbita observada después del impacto.
Agrusa afirmó que el desplazamiento del material sobre la superficie cambia la energía potencial gravitatoria, lo que contribuye a la reducción paulatina de la órbita. Sin embargo, puntualizó que este proceso todavía no cuenta con simulaciones detalladas que lo confirmen de forma definitiva. La hipótesis ganó consenso dentro del ámbito científico, aunque los expertos insisten en la necesidad de seguir investigando.
Esta situación resulta especialmente interesante por la rareza del sistema Didymos-Dimorphos. Según los especialistas citados por National Geographic, en la mayoría de los casos relevantes para defensa planetaria, los asteroides suelen moverse de forma solitaria y no en pares. Esto implica que efectos como los detectados en Dimorphos es difícil que se repitan en escenarios más habituales para la protección de la Tierra.
El análisis del comportamiento de Dimorphos, meses y años después del experimento, mostró que la astronomía aún enfrenta desafíos para anticipar la respuesta precisa de los objetos celestes. Cinco equipos de investigación revisaron los datos de la misión y coincidieron en que resulta fundamental profundizar en el estudio de la dinámica interna y la fricción asociada a estos asteroides.

De acuerdo con National Geographic, los datos y las hipótesis resultantes de la misión DART marcaron un antes y un después en la comprensión de la física de asteroides y han abierto nuevas líneas de trabajo para futuras misiones. La NASA, así como otros equipos internacionales, continúan utilizando la información recolectada para ajustar modelos y crear simulaciones más precisas, mientras preparan nuevas pruebas que permitan validar o refutar las teorías actuales.
La experiencia obtenida con la misión DART ayudó a la ciencia a comprender mejor cómo respondería un asteroide ante un intento de desviación y ha puesto de manifiesto que, a pesar de los adelantos tecnológicos, el comportamiento de los cuerpos celestes aún puede sorprender y desafiar los modelos establecidos. Estos aprendizajes serán decisivos para el desarrollo de futuras estrategias de defensa planetaria y consolidan el evento como un hito en la historia de la exploración espacial.
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