
El tiempo pasa. Parece mentira, pero ya nos estamos acercando a un año de una experiencia colectiva que tal vez nunca habíamos imaginado: la pandemia de coronavirus. El mundo entero bajo la amenaza del virus SARS-CoV-2. Entre panoramas y fotos distintas, todas condicionadas por variables de cada país, y en el medio de una carrera contra las vacunas que se da de forma totalmente distintas según de qué rincón del planeta se hable, hay dos dos preguntas que se mantienen -quizás- desde marzo del año pasado: ¿Cómo terminará esto? ¿Y cuándo?
Si bien América Latina, y Argentina en particular con la notoria escasez de vacunación, se encuentran en una situación muy complicada ante la suba de casos, a la luz de lo que sucede en otras latitudes, estos interrogantes están vigentes en el escenario global. Vacunar para salir de la pandemia, grafican los especialistas, es como una costosa autopista de peaje a la que pocos países podrán acceder en el corto plazo.
Hay una verdad y es que las pandemias siempre terminan. Hasta la fecha, las vacunas nunca han jugado un papel importante en su eliminación. Eso no significa que las vacunas no estén jugando un papel crítico esta vez. Muchas menos personas morirán de Covid-19 a causa de ellas.

No había vacunas contra la influenza en 1918, cuando el mundo aún no sabía que la gran influenza fue causada por un virus, el H1N1. En 1957, cuando la pandemia de H2N2 arrasó el mundo, la vacuna contra la gripe era principalmente una herramienta de las fuerzas armadas.
En la pandemia de 1968, que trajo el H3N2, Estados Unidos produjo casi 22 millones de dosis de vacunas, pero cuando estuvo lista, lo peor de la pandemia había pasado y la demanda disminuyó. Ese fenómeno se repitió en 2009, cuando el mundo finalmente tuvo la capacidad de producir cientos de millones de dosis de la vacuna H1N1; algunos países cancelaron gran parte de sus pedidos porque terminaron por no necesitarlos.
Entonces, ¿cómo terminaron esas pandemias? Los virus no desaparecieron; un descendiente del virus de la gripe española, el H1N1 moderno, circula hasta el día de hoy, al igual que el H3N2. Los humanos tampoco desarrollaron inmunidad colectiva a ellos. Ese es un fenómeno por el cual un patógeno deja de propagarse porque muchas personas están protegidas contra él, porque ya han sido infectadas o vacunadas.

En cambio, los virus que causaron estas pandemias experimentaron una transición: nuestro sistema inmunológico aprendió lo suficiente sobre ellos para defenderse de las manifestaciones más mortales de la infección, al menos la mayor parte del tiempo. Los seres humanos y los virus llegaron a una distensión inmunológica. En lugar de causar tsunamis de enfermedades devastadoras, con el tiempo los virus llegaron a desencadenar pequeñas oleadas de enfermedades más leves.
Si el patrón se mantiene, y se espera que lo haga, el SARS-2 en algún momento se unirá a un puñado de coronavirus humanos que causan resfriados, principalmente en el invierno, cuando las condiciones favorecen su transmisión. ¿Cuándo sucederá eso? Ésa es la gran e incontestable pregunta. María Van Kerkhove, la principal experta en coronavirus de la Organización Mundial de la Salud, expresó: “Pensé que ya saldríamos de esta fase aguda”.
Sin embargo, el pensamiento de Van Kerkhove está influenciado por su firme visión de que el mundo podría detener la pandemia si los países solo tomaran los pasos que han tomado países como Nueva Zelanda, Vietnam y otros, y controlan la transmisión.

La experiencia de las últimas cuatro pandemias, sugeriría que los virus se transforman de patógenos pandémicos a fuentes endémicas de enfermedades en un año y medio o dos después de su aparición. Pero todas esas pandemias fueron pandemias de influenza. Un patógeno diferente podría significar que veremos un patrón diferente.
Es posible que haya habido pandemias de coronavirus anteriores. Existe una escuela de pensamiento de que una pandemia en 1889, conocida en las historias médicas como “la gripe rusa”, en realidad podría haber sido causada por uno de los coronavirus humanos, OC43. Se supone que los cuatro coronavirus humanos saltaron a personas de una especie animal. Se cree que OC43 proviene del ganado, posiblemente a fines del siglo XIX. Pero esto está en el ámbito de la teoría, no en un hecho concluyente, habiendo ocurrido antes de la era de la virología moderna.
Las pandemias y las epidemias que han afectado a la humanidad pueden aportar conocimientos y pistas para comprender la actual crisis por el coronavirus. Las diferentes infecciones se han estado controlando a través de tres modalidades principalmente: la erradicación, la eliminación y la inmunidad de rebaño por el impacto de la vacunación.

“Es muy difícil predecir cómo podría ser el fin de esta pandemia. Estamos aprendiendo día a día. Este nuevo virus, el coronavirus, nos ha roto un montón de paradigmas. Es probable que la inmunidad de rebaño se alcance más adelante. El impacto de las nuevas variantes podrían demorar el logro de la inmunidad de rebaño. Vendrían más vacunas contra esas variantes”, dijo hace unos días a Infobae el doctor Francisco Nacinovich, jefe de infectología del Instituto Cardiovascular y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología.
No hay un registro histórico de cuánta enfermedad y cuánta enfermedad grave causaron esos otros coronavirus cuando comenzaron a infectar a los humanos o cuánto tiempo tardaron en establecerse en un estado endémico. Como tal, las pandemias de gripe son lo más parecido que tenemos a los mapas de carreteras. “En la historia reciente, todo ha sido influenza y la línea de tiempo ha sido dentro de un par de años”, dijo Jennie Lavine, investigadora en biología de la Universidad de Emory, quien fue la primera autora de un artículo modelo publicado en Science que visualizó cómo podría ocurrir la pandemia.
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