Sapos vs Puchos: la historia detrás de los motes despectivos que dividen a la política en Nicaragua

La vicepresidenta Rosario Murillo es una especialista en vituperar y descalificar a los adversarios en sus discursos públicos. Los opositores al régimen sandinista han encontrado una forma de responderle

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Simpatizantes sandinistas en una de sus celebraciones partidarias, reivindicando el mote con que los llama la oposición. (Foto redes sociales)
Simpatizantes sandinistas en una de sus celebraciones partidarias, reivindicando el mote con que los llama la oposición. (Foto redes sociales)

Para un simpatizante del régimen de Daniel Ortega, un opositor es un “pucho” y, para un opositor, un simpatizante del régimen es un “sapo”. Así van las cosas en Nicaragua.

“Puchos” y “sapos” son los motes despectivos con que se llaman unos a otros los bandos políticos “Azul y blanco” (opositores) y “sandinistas” (oficialistas), respectivamente, desde la rebelión ciudadana de abril de 2018. Los apodos tienen un curioso origen y vienen de esa inveterada costumbre latinoamericana de descalificar con palabras a los adversarios.

La Real Academia Española (RAE) define a “sapo” en su primer significado como: “Anfibio anuro de cuerpo rechoncho y robusto, ojos saltones, extremidades cortas y piel de aspecto verrugoso”. Otro significado muy extendido en América Latina es, sin embargo, “soplón” o “delator”.

En Nicaragua, se le llama “sapa” a una persona que es soplona o delatora, pero también a aquella que usa el servilismo para ganarse los favores de sus superiores o de la autoridad. Lamebotas, adulón, pelotas, les llaman en otros países. O ambas acepciones juntas, porque con frecuencia el “sapo” delata a otras personas para ganar favores de sus jefes.

Los nicaragüenses comenzaron a llamar “sapos” a los sandinistas porque desde 2007, cuando Daniel Ortega regresó al poder, el partido gobernante Frente Sandinista organizó estructuras y redes de sus miembros que se encargaron de espiar y delatar a sus vecinos y compañeros de trabajo. El término quedó finalmente designando a todo simpatizante del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

"El Sapo Sandinista", de Gustavo Leyton

“Es un sentimiento de servilismo contra uno mismo en términos peyorativos y es un feo epíteto que suena en la coyuntura actual”, analiza David Pérez en un artículo titulado “Los sapos en Nicaragua… oye sapo”, de la plataforma digital Mesa redonda. “Esta palabra sapo, se le etiqueta a los simpatizantes oficialistas, funcionarios públicos y trabajadores del Estado en distintos poderes”.

A los opositores, los oficialistas les llaman “puchos”. El bautismo viene de la boca de Rosario Murillo, cuando en una alocución radial del 13 agosto de 2018 sumó el mote “puchitos” a los calificativos con que suele insultar a los opositores. “Lo que sucedió (en abril 2018) fue inesperado, pero también la recuperación es milagrosa y es cierto, y lo que es más increíble que todavía ese puchito de golpistas y terroristas de criminales, sean insistentes”, dijo entonces.

En otros momentos, Murillo ha llamado “vampiros”, “chupasangre”, “minúsculos”, “chingaste”, “vandálicos”, “golpistas”, “diabólicos”, “comejenes”, “hongos” o “bacterias”, entre otros, a los opositores. Pero ha sido “puchos” o “puchitos” el más usado por sus simpatizantes para referirse al bando político contrario.

“Solamente los indiferentes, los insensibles, los que no tienen amor en el corazón, los que continuamente expresan, y son unos poquitos, todo el mundo sabe cómo les digo yo, los ´puchos´, esos ´puchos´, esos ´puchos´ insignificantes, son los que tienen odio en el corazón”, insistió Murillo en septiembre de 2020, durante la celebración de los 41 años de la Policía.

La palabra “pucho”, explica la RAE, viene del quechua “puchu”, que significa residuo o sobrante, lo que en Nicaragua recibe la peculiar denominación de “chingaste”. Pucho es también una “porción pequeña”, “lo que alcanza en un puño”.

Rosario  Murillo bautizó como "puchos" o "puchitos" a los opositores. En otros momentos, Murillo ha llamado “vampiros”, “chupasangre”, “minúsculos”, “chingaste”, “vandálicos”, “golpistas”, “diabólicos”, “comejenes”, “hongos” o “bacterias”, entre otros. (Foto La Prensa)
Rosario Murillo bautizó como "puchos" o "puchitos" a los opositores. En otros momentos, Murillo ha llamado “vampiros”, “chupasangre”, “minúsculos”, “chingaste”, “vandálicos”, “golpistas”, “diabólicos”, “comejenes”, “hongos” o “bacterias”, entre otros. (Foto La Prensa)

El grupo de expertos de la OEA (GIEI) que llegó a investigar la crisis en Nicaragua, registró en su informe presentado en diciembre de 2018 que “los calificativos que emplea la autoridad para definir a la oposición: minúsculos, vándalos, vandálicos, mareros, terroristas, plaga, vampiros (entre otros), de profunda connotación negativa, se reproducen en espacios sociales de comunicación. Al reproducirse por esta vía se amplifica en su difusión y alcance y genera el espacio social de aceptación de acciones ‘correctivas’ desde el poder en contra de la disidencia”.

El nicaragüense Guillermo Rothschuh Villanueva, experto en Comunicación, recuerda que a raíz de la independencia se tildaba de “timbucos” a los conservadores y “calandracas” a los liberales, al analizar en un artículo publicado en la plataforma Confidencial, el libro de Abelardo Baldizón, “De los timbucos y calandracas a las partidas de políticos”.

“Muestra que los políticos han tenido especial inclinación por el uso de un lenguaje escatológico. Usaban (usan) apodos despectivos, timbucos (cerdos gordos) y calandracas (perros flacos, personas ridículas y despreciables) y llamaban indios a los estratos inferiores (incultos, ignorantes, salvajes, haraganes, maliciosos)”, dice.

Y añade: “Disiento de Baldizón cree que la utilización de este lenguaje ofensivo desapareció cuando los dos partidos políticos tradicionales fueron etiquetados como liberales y conservadores. Hoy los llaman puchitos, comejenes, hongos, bacterias, chingaste, tóxicos, peleles, etc. En la Nicaragua del Siglo XXI, los políticos se valen del mismo recurso como elemento estratégico para difamar al adversario. ¿Está en su ADN?”

Deshumanizar es quizá la mejor estrategia discursiva para justificar colectivamente, como un proyecto social, la eliminación física y violenta de un adversario”, explica por su parte Miguel González, en otro artículo del mismo medio. “Desde el inicio de la crisis de abril en Nicaragua la habilidad para degradar a una condición de sub-humanidad la ejerció eficazmente Rosario Murillo, vicepresidenta y esposa de Ortega, para legitimar los asesinatos a jóvenes estudiantes que protestaban cívicamente por los abusos del régimen”.

En la década de los 80, los guerrilleros contrarrevolucionarios usaron un sobrenombre particularmente ofensivo para llamar a los soldados sandinistas: “piricuacos”. La palabra de origen miskito se tradujo comúnmente como “perro rabioso” o “perro sediento de sangre”. Pero González aclara que al analizar las raíces que componen la palabra encontró un significado muy distinto.

En miskito, dice, “pir se traduce como “ajeno / extraño”, mientras que inmundo o maligno, “se traduce como pirit tâski; pirit saura. Y la palabra escarabajo, como kwakwa; kwakwa tara. Así, la palabra compuesta Piri-kuakua o Piri-kuaku (en el nicaragüismo, ‘Piricuaco’), se revela en todo su sentido como: “el escarabajo que es ajeno o tonto” o el “escarabajo maligno, extraño”

Aunque despectivos de origen, “sapos” y “puchos” buscan cómo darle la vuelta a los motes que les endilgan, y los usan para burlarse de sus adversarios, integrándolos a su repertorio discursivo, que alcanza las consignas, símbolos y canciones.

Los Puchitos, Canta: Uriel Flores y los Vandálicos

El cantante nicaragüense, Gustavo Leytón, declarado simpatizante de Daniel Ortega, compuso para las malogradas elecciones presidenciales de 2021, una canción que título “El sapo sandinista” y reza en parte: “Dicen los vendepatrias que nosotros somos sapos, porque los sandinistas sí tenemos dirección….”

Del otro lado, el cantante opositor Uriel Flores y su grupo Los Vandálicos canta “Los Puchitos”, donde se reclama a Rosario Murillo: “Si somos puchitos, nunca hay problema, somos unos puchitos que torturan tu cabeza (…) Como es posible que siendo minoría en tu noticiero seamos el titular…”

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