Kung Fú Ombijam, la historia de reconversión del rapero uruguayo que lanzó dos discos desde la cárcel

Acumuló un largo historial en el delito y una condena a 16 años tras las rejas. En prisión se volcó a la música y aprovechaba las salidas transitorias para grabar canciones y tocar en vivo. Se segundo disco se presentó en el emblemático Teatro Solís de Montevideo

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Federico González, conocido en Uruguay como Kung Fú Ombijam. (Foto: Agustina Centurión)
Federico González, conocido en Uruguay como Kung Fú Ombijam. (Foto: Agustina Centurión)

Tenía alrededor de 17 años cuando cometió su primer delito. Se subió a una “chata” que estaba estacionada en el barrio Pocitos (Montevideo), le sacó el freno y la dejó chocar contra una farmacia abandonada. Eso lo repitió una vez más, junto a varios amigos, hasta que llegó la policía y lo descubrieron con cannabis: “Me tuvo que ir a buscar mi viejo a la comisaría”.

—No fue un antecedente, pero cosas así te llevan a otras como un arrebato. Vas sumando hasta que te das cuenta de que el delito te da plata y lo tomás como un estilo de vida, como una cultura.

Federico González, conocido musicalmente como Kung Fú Ombijam, siempre estuvo orientado hacia lo delictivo. “Si hablamos en colores, hacia lo más oscuro”, admite.

Se crió en varias partes de Montevideo y Canelones: primero en Shangrilá, después en La Teja, La Comercial y de grande pasó por varios barrios, desde Las Piedras hasta el Centro. Hizo hasta tercero de liceo cuando el lado más “oscuro” de su persona, sumado a la adolescencia, cambiaron su rumbo.

—Fue una época de ir en bandita y romper todo, de pelearse con el resto, de tirar botellas, de prender fuego una volqueta. Arrancó como algo para mostrar lo revolucionarios que eramos, no para robar.

Con los años grabó a fuego en su cabeza el objetivo de ser millonario y vio en la delincuencia un medio para eso. ¿Cómo terminó? En 2007 condenado por hurto, en 2008 por “maquinazo” —modalidad de robo mediante la cual un delincuente empuja a su víctima, le extrae el dinero del bolsillo y se da a la fuga, mientras que el otro obstaculiza a la víctima—, en 2009 por porte de arma sin autorización y en 2011 por copamiento, rapiña, porte de armas, tenencia de estupefacientes no para consumo y “algo que anda por ahí en la vuelta”, bromea. En este último caso la condena fue a 16 años de carcel.

—Yo lo justifico con que no hubo violencia.

“My life”, uno de los temas de Kung-Fú OmBijam

La voluntad de progresar

Federico estuvo 10 años preso y pasó por distintas cárceles, pero la de Punta de Rieles marco un antes y un después. Ahí participó de distintos talleres de teatro como también de murga, trabajó en la panadería del centro penitenciario, hizo una radio con otros reclusos y empezó a hacer yoga con un asociación civil llamada Ombijam, que “trabaja en el fortalecimiento de procesos de rehabilitación y reinserción sociolaboral de personas privadas de libertad”, según indica en su sitio web.

Pero a la cárcel entró con una gran herramienta que atesoró todo el tiempo: el rap. “Yo siempre tuve mi teléfono o reproductor mp3 y ahí me ponía bases de música”, dice.

Nach, Snoop Dog, Eminem, Puff Daddy, Dr.Dre, Tupac y Notorius B.I.G son las primeras referencias que nombra cuando se le pregunta al respecto, aunque también dice que en su casa se escuchaba mucho a los Backstreet Boys y Donato y Estéfano.

Estando en prisión nunca paró de rapear y escribir. Así fue que, privado de libertad, lanzó dos discos: Desahogo Cultural —en 2017— e Iluminando la sombra —en 2020—. Con el primer disco ganó ese mismo año el premio a mejor MC Solista de El Quinto Elemento y al año siguiente fue nominado a los premios Graffiti como mejor disco de Hip-Hop y como mejor artista nuevo. Además, la presentación del disco fue hecha en el Teatro Solís, el más antiguo de Sudamérica y uno de los más emblemáticos de Uruguay.

Federico aprovechaba las salidas transitorias para grabar, dar conciertos y compartir su música cargada de críticas al sistema penitenciario, convirtiéndose en el primer uruguayo privado de libertad en registrar una canción en la Asociación General de Autores del Uruguay (Agadu).

En la escena es conocido como Kung Fu Ombijam: “Kung Fu” porque es su apodo de la adolescencia y “Ombijam” en honor al espacio de yoga en la carcel.

—Todo junto representa el alter ego de Federico, pero ya se convirtió en algo propio de una banda entera en la que hay más personas. Es un nombre que incluye no solo lo musical, sino también herramientas que a mí me dieron para poder manejar mejor la situación en la que estaba.

Actualmente cuenta con 8.900 seguidores en Instagram, red en la cual comparte desde su música hasta los talleres que realiza en distintas partes del Montevideo. Su última canción fue publicada en junio de este año y ha colaborado con diversos artistas de la escena uruguaya, como Emiliano Brancciari (vocalista de No Te Va Gustar), Papina de Palma, Santi Mostaffa, Santiago Cutinella y su actual pareja, Viki Style.

Además, participó en festivales como el Montevideo Rock, Montevideo HipHop, Día de la Música, Festival FIIS y tuvo la oportunidad de abrir los shows de bandas y artistas como La Vela Puerca, Cuatro Pesos de Propina y Nach, aquel rapero español que Federico nombra primero dentro de sus referencias musicales.

Federico González fue el primer uruguayo privado de libertad en registrar una canción en la Asociación General de Autores del Uruguay (Agadu).
Federico González fue el primer uruguayo privado de libertad en registrar una canción en la Asociación General de Autores del Uruguay (Agadu).

Una vez adentro

—“Cuando entré no era un pibe de barrio que andaba a los tiros. En mi casa no habia violencia ni muchas otras cosas que pasan en ciertos ambientes; yo no pasé eso. Si lo hubiera pasado capaz que cuando llegaba a la cárcel le daba 3 puñaladas a uno y me hacía entender así, pero no fue así.

Federico dice que nunca tuvo que usar la violencia para negociar y que “pararse de manos con la justa” lo ayudó muchísimo: “Fue lo que me dejó libre hoy por hoy”. Pero también critíca al sistema y no cree que ayude a la rehabilitación. Para Federico es importante tener claro que “no todas las personas son iguales” y que no todos quieren cambiar.

—Ahí hay un gran problema, porque el INR (Instituto Nacional de Rehabilitación) no ayuda por caras, sino para completar cupos. Si vas a ayudar a alguien que va a seguir robando me parece que estas perdiendo el tiempo, porque hay personas que no quieren robar más y no consiguen que las ayuden.

¿Y cómo podés identificar a esas personas?

—Primero preguntando, porque no lo hacen. Hacen análisis psicológicos sin saber que la mayoría de las personas privadas de libertad juegan con algunos de ellos. No con todos, pero sí con varios. ¿Qué pueden hablar de la cana y de la tranca si nunca estuvieron en la cárcel?

A pesar de las críticas, destaca un aspecto del sistema: que hay “gente piola”, que entran a trabajar con ganas de ayudar a otras personas. Aunque después de mencionar esa excepción, de encontrar esa aguja en el pajar, vuelve a repetir: “El resto, desde el establecimiento hasta la comida, es espantoso”.

Ahora, estando del otro lado, ¿qué le dirías a un joven que está metido en la delincuencia?

—Primero me pararía en su lugar, porque capaz que parece que está perdido pero él no lo siente así. Yo no creía que estaba en mi peor momento cuando delinquía; al contrario, lo sentía como mi momento.

En ese punto compara los asaltos que se dan en la calle o en comercios con lo que hace un político. “Va, se sienta en el senado, dice dos o tres cosas y se lleva 300 palos del bolsillo de la gente para la casa”.

—Hoy por hoy te digo que está mal robar, pero a veces la gente busca que diga que me arrepiento. Yo no me arrepiento. No era que “no me quedaba otra y lo tuve que hacer”. Yo queria hacer eso.

¿Y cómo es el vínculo con la policía?

—El policía es el que te dice que no hagas lo que querés hacer y así empieza a ser tu enemigo, porque si lo hacés te caga a palos y te encierra.

Uno de sus tantos tatuajes es el de los cinco puntos carcelarios ubicados como lo están en un dado. Sobre este símbolo existen dos interpretaciones: la primera es que se trata de un preso rodeado por cuatro policías que no lo dejan estar en paz. La segunda es lo contrario: un policía rodeado por cuatro presos. Sin embargo, la tinta se corrió y terminó siendo un símbolo de dividido: ”En mi adolescencia era una marca de delincuencia que me enorgullecía; hoy por hoy digo que soy tremendo gil. Es una falta de respeto”.

La esperanza de salir

El cambio de mentalidad, el de darse cuenta de que “estaba muy errado” en lo que quiso hacer, “que podía haber ido por otro lado”, lo tuvo cuando sintió que perdía a la gente que lo acompañaba. Vio que se alejaban, que no podía acompar a su familia y amigos en momentos difíciles y que habían pasado 10 años sin ver a su hija. Hoy en día sigue sintiendo las consecuencias de eso.

Federico es padre de dos niños: Melina -de 13- y Santino -de 11-. Con Santino está una vez cada 15 días, pero lo ve a diario porque es quien lo lleva a la escuela. A Melina “prácticamente” no la ve, aunque tiene comunicación.

—Estos 10 años me re alejaron de ella y se me hace dificil encontrar una responsabilidad. Es una mezcla de vergüenza y muchas otras cosas. Tendria que ponerme un poco mas las pilas con la enana.

Además, explica cómo los amigos empiezan a tener miedo de visitarte y la sociedad te coloca en un papel de víctima -a pesar de que seas victimario-. “Estás encerrado, te crees superpoderoso y el sistema te alimenta. Tenés un poder, pero un poder débil”, señala.

A Federico González se le otorgó la libertad anticipada en noviembre de 2020, pero haberse dado cuenta a tiempo de lo que estaba perdiendo fue lo que lo ayudó a salir de la cárcel. “En ese momento dije: si me fugo voy a seguir en la misma. Tengo que irme por la puerta de adelante”.

El último día

—Ese día estaba en el patio compartiendo unos temas de rap con el “Mafia” cuando me llamaron para hablar y avisarme que ese mismo día salía de la cárcel.

Él sabía que podía obtener la libertad anticipada, pero “había un 30% de que ocurriera y un 70% de que no. Además, no sabía cuándo llegaría esa resolución”, dice. Pero fue el 17 de noviembre.

Cuando salió lo llamaron varios funcionarios policiales para felicitarlo. También lo hicieron desde el colectivo Nada Crece a la Sombra. Después se encontró con su pareja Virginia Sequeira —rapera conocida como Viki Style—, un amigo le presto $5.000 (USD 126) y se fue a vivir con su madre.

—Yo sentía que ese día iba a pasar algo raro.

Hoy trabaja con "Nada Crece a la Sombra", un programa socioeducativo y de salud en las cárceles. Foto: Agustina Centurión
Hoy trabaja con "Nada Crece a la Sombra", un programa socioeducativo y de salud en las cárceles. Foto: Agustina Centurión

Ahora trabaja con Nada Crece a la Sombra, un programa socioeducativo y de salud en las cárceles. También dicta talleres con los municipios A, G y en dos centros juveniles. En 2021 formó parte del programa de cocina Masterchef (Canal 10) en 2021.

La música sigue estando, aunque últimamente no toca mucho. “Me gustaría hacerlo más, estoy buscando la estrategia para ser convocado firme”. De todas formas, dice que está conforme. El próximo 9 de julio se presentará en Mandrágora Casa Cultural en el marco de un evento de payadores urbanos.

—Lo que más me mueve es la música. Y bueno, también ser padre, estar ahí y completar. No pretendo más porque sino salgo a robar para comprar una casa; ese era uno de mis objetivos.

Federico avanza mientras intenta alejarse de los papeles que le dan: el de víctima o el de victimario. Comparte su historia con sinceridad y sin arrepentimientos falsos; reconociendo errores y asumiendo el pasado como parte de él. Así es que sigue, peleando por lo que quiere y haciendo lo que hoy entiende correcto.

—Lo que creo que les voy a dejar a mis hijos es esto de estar al firme por la ideología de uno, de luchar por cambiar lo injusto y aprender a vivir con lo que hay.

“Por querer dedicarme a conseguir dinero fácil

creí que sabía todo, arruiné mi vida.

Ahora busco mejorarla, ampliar conocimiento,

aprender de lo que vivo y crecer con lo que tengo”.

Letra de My Life

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