
Tras 17 días prófugo, de un pedido de captura internacional en Interpol y con una recompensa de 2 millones de pesos por datos que permitieron localizarlo, el femicida Roberto Carlos Rejas fue capturado en un camping de la provincia de Salta. Se trata del ex agente del Servicio Penitenciario de Tucumán que se había fugado de un cuartel de bomberos de Tucumán tras ser condenado a por el crimen de su ex mujer y su hijo de 2 años.
La captura de prófugo fue confirmada por fuentes oficiales a Infobae. Incluso, desde el Ministerio Público Fiscal tucumano informaron que recibieron un “llamado” donde avisaban que Rejas estaba en Salta. Justamente, se habían habilitado el 911, el teléfono de la División Homicidios y del Equipo Científico de Investigaciones Fiscales del Ministerio Fiscal (ECIF) para que se aporten datos del femicida buscado. A ese último número llegó el dato.
Ante esto, las autoridades tucumanas se comunicaron con la Policía local para verificar la información que dieron en el llamado sobre el paradero de Rejas. Y el resultado fue positivo: “Fue localizado en un camping de la localidad de Cabra Corral”, explicaron.
Una comisión de la policía tucumana ya viajó a Salta para trasladar al prófugo detenido para que cumpla con la condena a perpetua por asesinar a su ex mujer, Milagros Avellaneda (26), y a su hijo Benicio, de 2. El femicida nunca dijo qué hizo con los cuerpos.

Hay que recordar que Rejas, ese 27 de septiembre pasado, se fugó del Cuartel General de Bomberos donde estaba detenido a tan sólo cinco días de haber sido condenado. La hipótesis oficial de su escape es que salió por la claraboya del baño luego de que pidiera permiso para ducharse.
Pero para poder ganar la calle, Rejas necesitaba una escalera, por lo que se sospecha que tuvo ayuda. O, como también se investiga, que salió por donde entró: por la puerta. En cualquiera de los casos, necesitó colaboración.
Así, el ex penitenciario, condenado por homicidio agravado por alevosía y por mediar violencia de género, tenía un pedido de captura de Interpol desde el 3 de octubre pasado. Mientras tanto, el Gobierno de Tucumán ofrecía una recompensa de $ 2.000.000 para quien pudiera aportar datos certeros sobre el paradero del femicida.
Los investigadores sospechaban que había salido del país. Un llamado hoy dio por tierra con esa teoría y permitió su captura.

Milagros y Benicio
Milagros de los Ángeles Avellaneda era empleada administrativa en el Juzgado de Paz de El Chañar y conoció a Rejas en 2014. Producto de esos pocos encuentros nació Benicio. La mujer quería que el ex penitenciario reconociera al bebé, pero él, que estaba en pareja desde hacía varios años con una mujer de la Policía Federal, dijo no era hijo suyo, y que no quería verla más.
Rejas intentó cortar el contacto con Milagros: dejó de responder los mensajes, de atender el teléfono y la eliminó de todas sus redes sociales. Pero ella insistió. Y empezó a aparecer en los lugares que él frecuentaba, casi siempre acompañada de Flavia, su mejor amiga, que un día fue testigo de cómo Rejas la amenazó de muerte. Milagros quería que él le pase una manutención o alimentos, nada fijo, pero que cuando necesitara medicinas para el bebé, por ejemplo, la ayudara.
El 28 de octubre de 2016, a las 21.40, Milagros paró en un taxi frente al minisúper donde su amiga Flavia hacía compras y sin bajarse del auto le pidió que la acompañara a hablar otra vez con Rejas. Llevaba con ella a Benicio. Sin embargo, ese día, la amiga de Milagros no podía ir con ella y se fue sola con su hijo. Nunca más volvieron a ver a la madre y a su niño.

Esa noche, Milagros le escribió a su amiga por WhatsApp y le dijo que Rejas le había pegado, que estaban en la Terminal de ómnibus. Para la medianoche, los celulares de Milagros y de Rejas se apagaron al mismo tiempo y en el mismo lugar: el parque 9 de Julio de San Miguel de Tucumán, que está frente a la estación de micros. El de él volvió a activarse siete horas después en su casa. El de ella, nunca más.
Rejas siempre fue el principal sospechoso de la desaparición de Milagros y Benicio. Se sospechó que contó con la ayuda de su familia, que se encargó de no dejar rastros. Incluso, averiguó a través de policías amigos qué cámaras de la capital no funcionaban para moverse por esa zona. Lavó su auto exhaustivamente con ácidos, clarificantes y vapor. Esas pruebas, entre muchas otras, hicieron que la Justicia finalmente condenara a Rejas. Cinco días después, se esfumó.
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