
Nadie se imaginó que el aislamiento social, preventivo y obligatorio duraría más que unas pocas semanas, a lo sumo un mes. Sin embargo, los argentinos cumplen hoy los 50 días en sus casas desde el jueves 19 de marzo último, en el que muchos fueron por última vez a sus trabajos, estuvieron en la calle caminando, trotando, haciendo actividad física o reuniéndose con sus amigos, familiares o conocidos, más que simplemente para salir al supermercado o la farmacia.
Con el correr del tiempo, el confinamiento y aislamiento se fue transformando en la rutina y en la realidad de la gran mayoría de grandes y chicos, mientras que la calle un lugar amenazante, hostil, de riesgo ante la posible exposición al temido virus SARS-CoV-2, responsable de la enfermedad COVID-19, que según datos de la Universidad de Johns Hopkins contabiliza 3,8 millones de infectados, 267 mil muertos y 1,2 millones de recuperados en todo el mundo.
Es así como para muchas personas estar entre cuatro paredes se siente bien, transmite una sensación de seguridad y tras tantos días, se acostumbraron a adaptar sus vidas a este nuevo contexto global.
Este miedo, se puede traducir en un curioso síndrome. En diálogo con Infobae, el doctor Pedro Horvat, médico psiquiatra y psicoanalista (M.N. 70.936) explicó: “El nombre del síndrome de la cabaña aparentemente provendría de experiencias de cazadores en los Estados Unidos que se refugiaban en cabañas del bosque frente a alguna tormenta o peligro determinado, animales salvajes por ejemplo, que luego, aún cuando aparentemente ya había cesado el peligro tenían miedo a salir”.

Cuando hablamos del síndrome de la cabaña, nos referimos a un estado anímico, mental y emocional que se ha estudiado en personas que, tras pasar un tiempo en reclusión forzosa, han tenido dificultades para volver a su situación previa al confinamiento.
“Esto aplicado al caso de la cuarentena y lo que nos pasa a nosotros es que es cierto que hay muchas personas que dicen que aún habilitado el permiso para salir les da miedo o les produce angustia. Esta angustia tiene dos orígenes diferentes: uno real, no tenemos la vacuna ni el remedio contra el COVID-19, por lo tanto vamos a salir a la calle y no sabemos si la persona que está cerca tiene el virus, si un objeto que estoy agarrando o mis propias manos han estado en contacto con el virus, es decir hay una parte de la angustia que tiene que ver con el peligro real”, precisó Horvat.
Para el profesional, “por más de que usemos barbijos, guardemos distanciamiento social, va a haber algo de paranoia y un poquito de hipocondría que todos vamos a compartir, el temor, la desconfianza, de no saber si nos hemos acercado demasiado, si nos llevamos las manos a la cara, etcétera, sumado al hecho de que es una enfermedad potencialmente muy grave, no son evidentes los síntomas de quien está contaminado y no tenemos cura, entonces todo esto transforma al COVID en un fantasma que sobrevuela permanentemente”.

“Pero para muchas otras personas, independientemente de la cuestión del virus, la cuarentena ha sido funcional a su necesidad personal de refugio, es decir para muchas personas se transformó en un refugio que puso en pausa todos los desafíos sociales, laborales y profesionales, y les permitió vivir en una especie de tiempo fuera del tiempo, donde es lo mismo si es feriado o día hábil, no es muy importante el horario, puedo comer o acostarme a cualquier hora, una especie de situación paradisíaca, donde nada me exige y que termina siendo funcional a las personas que tienen ansiedades sociales, laborales o en general frente al desafío del mundo adulto”, explicó el psiquiatra.
Según explicó el experto, la casa se transforma en un “nido protector”, en donde se observa una situación regresiva, funcional a los miedos de muchas personas.
En diálogo con Infobae, el doctor Alberto Cormillot manifestó: “el síndrome de la cabaña es lo que puede empezar a aparecer, en gente que realmente cumplió la cuarentena y estuvo guardada estos 50 días, pero la gente va a tener que estar 15 días más en cuarentena, entonces una persona que estuvo tantos días confinada en un momento dado les cuesta trabajo salir de este contexto y entrar en contacto nuevamente con la gente, ya que está desde el miedo a que el virus todavía pueda estar suelto hasta la dificultad que se tiene en el contacto persona a persona que es distinto al digital y hay personas que se ponen ansiosas, donde están descritas en países donde han ido abandonando la cuarentena fobias y ataques de pánicos”.

“Tienen que hacer la exposición al mundo exterior muy de a poco y teniendo en cuenta todos los cuidados. Este síndrome se da más en personas que tienen algún tipo de fragilidad emocional, los que ven mucha noticias están más predispuestos a tener visiones más catastróficas, por la sobreinformación, además de que está la información confusa, las fake news y el exceso de información, y con esto las personas que tienen desregulación emocional se desregulan más todavía”, explicó.
Para el doctor Cormillot, “lo recomendable es salir a la calle de a poco, ver a alguien conocido, que cada persona esté en contacto con la misma persona, el famoso sistema de la burbuja, salir con alcohol en gel, barbijo y máscara e ir viendo, cómo uno se siente cómodo”.
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