La economía atraviesa un proceso complejo, marcado por la interacción constante entre el discurso oficial, las proyecciones de los distintos actores sociales y un desempeño desigual de los sectores productivos. El debate político, tanto desde la oposición como dentro del propio oficialismo, suma ruido a una coyuntura dominada por la incertidumbre y la necesidad de interpretar señales contradictorias.
En los primeros meses de gestión, el Gobierno encaró modificaciones profundas en variables clave, que demandan tiempo y consistencia para consolidarse. Esa fase de afianzamiento resulta especialmente delicada en cualquier macroeconomía y, en este caso, gana relevancia por la intensidad del ajuste inicial realizado.
El compromiso de evitar nuevas subas en la cotización del dólar, aumentar reservas y mantener la no intervención directa dentro de la banda cambiaria desembocó en una estrategia de carry trade. Esto motivó a los agentes económicos con activos en moneda estadounidense a desprenderse de sus dólares, invertir esos fondos en pesos a tasas convenientes y, posteriormente, buscar mejores retornos en moneda extranjera. Para potenciar este proceso, se habilitaron vehículos como el Bonte 2030 y el Block Trade.
El compromiso de evitar nuevas subas en la cotización del dólar, aumentar reservas y mantener la no intervención directa dentro de la banda cambiaria desembocó en una estrategia de carry trade
Hasta la segunda semana de julio, el Banco Central utilizaba las LEFI, un mecanismo que le permitía regular el exceso de liquidez bancaria y mantener el stock de pesos acorde al plan antiinflacionario. No obstante, la decisión de desarmar estas letras el 10 de julio provocó el vuelco de cerca de 10 billones de pesos al circuito económico. Este aumento súbito de liquidez empujó a la baja las tasas de interés y elevó el precio del dólar en sus diversas cotizaciones, alterando el equilibrio previo.
El cambio abrupto en las condiciones monetarias y cambiarias impactó la percepción de estabilidad. En la economía argentina, la memoria colectiva siempre reacciona de manera sensible frente al dólar y la inflación. El desarme de las LEFI no solo desafió la viabilidad del carry trade: también puso en jaque la posibilidad de sostener una desinflación progresiva con un tipo de cambio estable.
Para absorber parte de ese excedente de pesos y atenuar la presión alcista sobre la divisa, el Tesoro recurrió a colocaciones fuera de calendario, ofreciendo tasas superiores a las de mercado. Aunque logró cierto éxito, el avance del dólar no se revierte de forma significativa y persiste la volatilidad financiera en la plaza local, sin que se defina un nuevo punto de equilibrio. Hoy se observa una suba simultánea de la tasa de interés y del precio del dólar.
El equipo económico, menos experimentado en mercados poco intervenidos, subestimó el efecto de la nueva masa monetaria surgida del desarme de las LEFI sobre el valor del dólar. Este traspié expuso tensiones con la propia filosofía liberal que promueve la gestión actual.
El gran desafío macroeconómico
En relación a la inflación -el gran desafío macroeconómico- la tendencia mantiene un sendero favorable, aunque en junio la tasa aumentó levemente al 1,6% (por encima del 1,5% de mayo). Las proyecciones para lo que resta del año indican un rango de entre 1,6% y 1,8%, lo que evidencia una zona de resistencia para acercarse al objetivo del 1%. El gobierno enfrenta, así, una batalla que no será sencilla de ganar en el corto plazo.
Las proyecciones de inflación para lo que resta del año indican un rango de entre 1,6% y 1,8%, lo que evidencia una zona de resistencia para acercarse al objetivo del 1 por ciento
El dólar comienza a buscar un nivel de equilibrio tras meses de atraso cambiario en los que se perdió competitividad. Sostener la cotización dentro de la banda, sin ajustes periódicos, resulta insostenible en el tiempo. Al descenso en la oferta de dólares derivado de una menor liquidación del agro se suma el desincentivo al carry trade que generan informes de entidades como JP Morgan, poniendo en duda la rentabilidad futura de esas estrategias.
En cuanto a la demanda, las importaciones de bienes de consumo y de bienes de capital y el turismo emisivo ejercen presión sobre el mercado de divisas. A esto se agrega el clásico proceso de dolarización previo a las elecciones de medio término, que suele potenciar las expectativas devaluatorias e influye a la suba en la cotización. Estos factores, junto con la menor liquidación de exportaciones, dificultan la acumulación de reservas.

Por el lado de la actividad real, el EMAE muestra oscilaciones durante los primeros cinco meses de 2025, alternando entre subas y bajas mensuales, sin un patrón de crecimiento sostenido.
Si bien los salarios lograron cierta recuperación respecto de 2024, todavía no alcanzan los niveles genuinos previos a la crisis, mientras que el reajuste en los precios de servicios públicos incrementó el peso relativo de rubros como la luz, el gas y los alquileres. Esto erosionó la capacidad de compra de los hogares e impactó sobre las empresas, afectando costos, márgenes y consumo.
El equilibrio fiscal parece consolidarse como la mayor fortaleza del gobierno en el frente económico, aunque mantenerlo será un reto constante ante la presión de diversos intereses y demandas sectoriales.
El equilibrio fiscal parece consolidarse como la mayor fortaleza del gobierno, aunque mantenerlo será un reto constante ante la presión de diversos intereses y demandas sectoriales
En definitiva, el proceso de calibración continuará durante los próximos meses, con el gobierno obligado a afinar cada variable para sentar las bases de un crecimiento robusto.
La volatilidad formará parte del paisaje, al menos hasta alcanzar un ordenamiento genuino de la inflación, el tipo de cambio, las reservas, los salarios y la actividad en su conjunto.
La mirada atenta de la sociedad seguirá siendo clave para decodificar los avances y desafíos de una economía que busca reencontrar su rumbo, más allá de los relatos y las coyunturas.
El autor es Economista, director de Authentica Consulting
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