
Finalmente hemos conocido el índice de pobreza correspondiente al primer semestre de 2021: 40,6 por ciento. Si bien el dato de pobreza debería causar escozor, lo cierto es que en Argentina el nivel de deterioro general y crónico hace que estos datos decadentes, por desgracia ya no le sorprendan a absolutamente nadie.
Detrás del frío índice se encuentran 18.800.000 de personas que se encuentran debajo de la línea de pobreza y algo más de 4.500.000 que no tienen para alimentarse como corresponde. Peor aún: 54 de cada 100 chicos menores de 14 años son pobres.
Aunque pocos puedan creerlo, Argentina llegó a ser el país con mayor riqueza por habitante del planeta allá por finales del siglo XIX. Lo cierto es que a medida que avanzaba el siglo siguiente el país entraba lentamente en el camino hacia el más absoluto pobrismo. Ya desde mitad del siglo XX hasta nuestros días el derrumbe económico y social no tuvo freno (salvo algunos años excepcionales).
Lo interesante es ver cómo es que hemos involucionado de la mano de un Estado omnipresente y que todo lo soluciona. El “Estado presente” que solo ha servido para esquilmarnos tras las banderas de la “Justicia social” y la “Igualdad” y que no ha hecho otra cosa que empobrecernos de manera sistemática, incluso sin que muchos se dieran cuenta del proceso.
Hace algo menos de medio siglo la indigencia en la Argentina no existía. No había ciudadanos en este país que no tuviesen la posibilidad de alimentarse como corresponde. La pobreza incluso era de un solo dígito. Lo relevante de esto es que el Estado y la presión impositiva sobre el sector privado era un tercio de la actual. No existían los planes sociales o en tal caso eran apenas unos miles que no se entregaban en dinero. La educación también era un ejemplo y el planeta envidiaba nuestro nivel educativo: hoy nosotros envidiamos al mundo.
El tiempo fue pasando y nos contaron que el Estado lo resolvería todo. Se proliferaron los planes sociales a tal punto que no solo se han multiplicado por 30 desde aquellos tiempos de Alfonsín sino que incluso el gobierno presenta su “Manual de planes sociales” donde luego de leer más de 180 páginas uno tendrá el conocimiento sobre los planes que puedan corresponderle: no es broma, se puede encontrar en los sitios oficiales. Un asistencialismo caníbal en detrimento del mérito, es esfuerzo y el trabajo.
El “Estado presente” vino acompañado no solo de planes, sino también de mucho empleo: empleo público que solo ha servido a los políticos de turno para ensanchar su caudal de votos en cada elección. Solo en los últimos 15 años se han incorporado a las esferas del trabajo estatal algo más de 1.500.000 personas: todos estos salarios sin sentido que pagamos entre todos sin entender que es lo que hacen, o en tal caso en que es lo que han colaborado para que tenga sentido el esfuerzo de sostenerlos allí.
Como nada es gratis, el “Estado presente” fue a buscar recursos a quienes los generan: el sector privado. Un motor de empleo y crecimiento que han dejado averiado y obsoleto luego de unas dosis insoportables de impuestos, regulaciones y prohibiciones inútiles. Hoy en agonía son a quienes necesitamos y con quienes cada vez contamos menos. Los han herido de muerte y hoy pretenden que nos abracen con sus últimas fuerzas, sin ninguna intención de querer curarles las heridas impositivas ni regulatorias.
Como al “Estado presente” no le alcanzaba, también se les ocurrió jubilar y pensionar a cuanta persona se encontraba cerca de una dependencia de Anses: duplicaron de un plumazo la cantidad de beneficiarios del sistema jubilatorio, transformándolo en una mera cada de subsidios donde transformaron a quiénes honestamente aportaron toda su vida a un presente absolutamente miserable. El costo fue simplemente robarles los ahorros a todos los que creyeron en una jubilación privada: con las banderas de la “Justicia social” estafaron a todos y utilizaron el dinero para destruirlo todo.
Como nada de esto alcanzaba, se les ocurrió imprimir: decían que un poco de inflación estaba bien, que emitir no generaba aumentos de precios y que los argentinos teníamos la culpa por pensar en dólares. Nos destrozaron la moneda, el bolsillo y el futuro.
El “Estado presente” y la “Justicia social” han sido los verdaderos verdugos de una Argentina próspera y que han logrado transformar en un infinito lecho de miseria.
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