
(El oficial de policía Luis Chocobar está acusado por perseguir y disparar con su arma reglamentaria contra un ladrón instantes después de que acuchillara repetidas veces a un turista en La Boca y luego de dar la voz de alto. Juan Pablo Kukoc, de 18 años, murió. Chocobar espera en silencio, ahora, el veredicto)
“Ese día en diciembre de 2017 el mundo cambió y se vino abajo. Salí de casa. Y estaban los dos. Llegó la hora y espero. El señor Wolek, Frank, miraba una pintura artística en la pared y sacaba fotos. Fueron por la máquina de fotos con cuchillos. Fueron a matar y llevársela. Y yo a cumplir con el deber, con lo que me enseñaron.
No soy un héroe. Tampoco un asesino. Evité que se perdiera una vida, la de Frank. Ha dado testimonio antes y en estos días desde Estados Unidos: la pandemia no la dejó venir para el veredicto que espero. Corrió. Unos vecinos lo pararon. Todos saben cómo fue entonces. Las declaraciones han sido claras, mi abogado fue muy detallado, muy firme. Espero. No tranquilo, no estoy tranquilo, pero en paz conmigo: pasados treinta años de mi vida, los jueces dirán.
En paz conmigo porque sé que hay hombres buenos y hombres malos. Es lo que pienso. Me lo fueron mostrando los hechos. En mi partida de nacimiento anotaron: hijo de nadie, madre nadie, padre nadie. Fui anotado como nadie. Recién a los quince mi madre me reconoció y fui Chocobar. No es que no quisiera, apenas podía con todo, hizo lo que pudo. No sabía muchas cosas. Me criaron mis abuelos. Mi padre fue tremendo. El alcohol.
Nací en Salta, en El Carril, cerca de la capital. Por esas cosas raras, el que perseguí nació también allí. No cerca: ahí mismo. No puedo dormir. Ni quiero. Espero. Es la hora. He tenido que irme de La Boca, con Catherine. Tengo una hijita chica. Amenazas. Fueron varias veces con motos. Nos fuimos. A los 18 me largué a Buenos Aires, de otro modo, mucho antes. A ver, a buscar. Desde los 11 trabajé con mi madre en el tabaco. Encañar las plantas, secar las flores. No fumo.
En Buenos Aires conseguí algo en un mercado chino, buena gente. He limpiado baños en Puerto Madero. Fui jardinero. Estuve en dos fábricas textiles. Busqué entrar a la policía a los 27. Son muchos cambios, pero así vinieron. Hacía falta.
Hablo poco. Me lo dicen. No sé si como reproche, no creo. Pienso. Como en este momento. Hago un balance. Ha de ser que soy serio. Eso no quiere decir enojo, es otra cosa. Siempre estás con los problemas de los demás, me dijo mi mujer una vez. Ayer salí un rato a correr un poco. Quiero mantener algún estado, lo necesito: perdí más de veinticinco kilos desde ese día en La Boca. Un coma diabético. Me recuperé bastante. Está amaneciendo. Espero. Llega la hora”.
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