Empoderamiento trash

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Jimena Barón presentó "Puta"

Haya paz. Jimena Barón goza de buena salud. Ya repuesta del shock y la posterior sedación que la puso a resguardo de las redes sociales y sus consecuencias, la cantautora emergió exultante de su retiro para retomar el suculento negocio que la inspira.

Si lo que de ella aguardaban era un alegato feminista, un razonamiento liberador que acelere los tiempos de la “revolución de las hijas”, pueden sentarse a esperar.

Las reivindicaciones de Jime son más viejas que el hilo negro. Que el pelo del angelical pubis de una fémina tira más que una yunta de bueyes es una verdad incontrastable de la que echaban mano nuestras abuelas cuando pretendían explicarnos lo que es la vida. Nada nuevo. Más mucho, más de lo mismo. Empoderamiento a la vieja usanza. Concha power a full.

La selfie entangada por el espejo retrovisor siempre garpa. Es un ícono de este tiempo. A las chicas les rinde mostrar la cola. Siempre suma likes, corazoncitos y, en algunos casos, otro tipo de dividendos.

Ninguna confusión, estimadas señoras y señoritas y afines: el video y su correspondiente poesía exaltan el sacrosanto ejercicio de la prostitución en su modalidad mas básica.

Uno puede estar a favor o en contra de que se reivindique como una salida laboral el más antiguo de los oficios y se puede ser abolicionista o militar por la regulación laboral de las meretrices, pero suponer que se milita feminismo en el prostíbulo es otro tema.

Lejos de resignificar la palabra maldita, “Puta”, refuerza los estereotipos de género. Si lo que esperabas es un himno a la libertad sexual de la mujer, una legitimación de la disposición a voluntad del propio cuerpo en paridad con los varones por puro goce y disfrute de la vida y los vínculos, olvidate.

Si imaginabas un mensaje empoderador, que te hiciera más dueña, más respetuosa de tus deseos, que te habilite a dejarte llevar sin culpas ni sanciones por el llamado de tus legítimos derechos y pulsiones, no parece ser este el caso.

Alrededor de Jime, en el videoclip claro, vuelan dólares. Se cuentan de a cientos como en la mesa de una cueva. Nada de dar puntada sin hilo. Hay que hacer rendir el cuerpecito que Dios nos dio. Para qué ir a Harvard, qué sentido tiene terminar la secundaria si la lluvia de inversiones te puede ingresar por la entrepierna y mas atrás llegado el caso.

Él vuelve, siempre vuelve y trae cash. Está bueno que lo sepa la patrona que lo mira por tevé mientras apalea una milanesa.

Nada de que te usen por un café con leche. A ponerse con efectivo verde flúo. Que no te saquen de paseo por un pancho. ¿Me explico?

A no sobresaltarse. Es solo un videoclip. Todo pura poesía. Arte en el más literal de los sentidos. De eso se trata y por lo tanto no está sujeto a evaluación moral alguna. Como cualquier obra de arte que se precie de tal, te gusta o no te gusta. La libertad es libre.

“Las chicas buenas van al cielo y el resto a todas partes”

Todes tenemos derechos a hacer y a decir lo que nos plazca. A ir a todas partes, vestirnos como queramos, tener sexo consentido cuando y con quien se nos ocurra. Todo lo que queramos sin dañar a terceros.

También nos asiste la libertad de abrir debates, de reflexionar acerca de las cosas que nos pasan, de lo que hacemos, de lo que decimos, de dónde nos paramos para mirar la vida y el mundo.

Para Carlos Kaspar, “que salga un trabajo es siempre una satisfacción”, pero a la gratitud por poder trabajar sumó otros argumentos para definir su participación en el video: “Estamos es un momento histórico en el que hay que replantearse muchas cosas, principalmente los hombres. También las mujeres sobre su rol de la sociedad (...) es un producto que genera polémica y permite reflexionar”.

Al actor hay que darle la derecha. Tanto la movida de marketing que empapeló la ciudad con la engañosa oferta de sexo pago para promocionar un lanzamiento musical como el video que lo encuadra y explicita pone en debate al feminismo en sus muchas y diversas versiones.

Banalizar la prostitución, romantizar la figura de la hembra que canjea sexo por billetes no parece encajar precisamente en un discurso que pretenda liberar a las mujeres de los apremios del machismo.

La transacción sexual es para muy pocas mujeres una elección, para la inmensa mayoría de las chicas en situación de vulnerabilidad es una vía de escape desesperada y desesperante para salir de la indigencia.

Entre el narcomenudeo y la prostitución cuasi infantil se nos escurre el futuro mientras nos jactamos de revolear con liviandad consignas de empoderamiento trash.