Lo que debió ser una tranquila temporada de anidación en un estanque local de Madison, Wisconsin, se convirtió en uno de los dramas naturales más entrañables y seguidos del verano gracias a un inusual conflicto por la custodia de un ganso bebé entre dos especies de aves: grullas canadienses y gansos canadienses.
La historia fue documentada por el fotógrafo local Alan Ginsberg, quien compartió el caso y posteriores actualizaciones en un grupo de Facebook sin imaginar el nivel de atención que recibiría. “Pensé que a algunos amantes de las aves les gustaría”, escribió en una publicación. “De repente, casi 1000 ‘me gusta’, los medios de comunicación aclamando y una avalancha de gente preguntando: ‘¿Qué pasó con el bebé ganso?’”.
Aunque parece inédito, pese a que en realidad se han documentado otros casos similares, lo que sucedió es una historia verídica, con tintes de comedia, ternura e instinto animal que invita a los seres humanos a reflexionar. Una “telenovela emplumada”, como la describe Ginsberg, que capturó la atención de cientos de internautas y permitió una apreciación del amor parental y los inesperados lazos entre especies.
Una anidación poco común
Cada primavera, una pareja de grullas canadienses regresa al mismo estanque en Madison para realizar una rutina perfecta casi por inercia: construcción de nido, incubación y, finalmente, el nacimiento de polluelos torpes y peludos, tambaleándose sobre patas desproporcionadas. Este año, sin embargo, algo interrumpió esa dinámica natural.
“Un aguacero torrencial convirtió su idílico nido en una fuente de agua accidental”, relata Ginsberg. “¿Su nido cuidadosamente construido? Sumergido. ¿Polluelo? Recién nacido. ¿FEMA (Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (Federal Emergency Management Agency en inglés))? No se veía por ningún lado”.
Según el relato del fotógrafo, la pareja de grullas, en medio de la crisis, tomó la decisión de ocupar un nido de ganso canadiense aparentemente abandonado. En teoría, el sitio estaba desocupado, y allí se instalaron con su cría, pero entonces vino el primer giro del drama.
Dentro del nido había un último huevo de ganso que no eclosionó. Días después, contra todo pronóstico, el óvalo endeble finalmente se rompió y un pequeño polluelo vino al mundo. En dicho momento, la primera figura cálida y protectora que vio fue a la grulla hembra, eligiendo a su nueva madre.
“Y así, teníamos una nueva familia: dos padres grulla, un polluelo de grulla marrón y larguirucho, y un ganso amarillo muy confundido y peludo que creía ser una grulla”, describe Ginsberg en su relato.

El conflicto por la custodia (y la llegada de los “tíos solteros”)
Como en todo buen drama, la situación se complicó rápidamente. Los padres gansos originales, que aparentemente habían abandonado el nido por un tiempo, regresaron… y no estaban nada contentos.
“Durante más de una hora, rodearon a la familia como espías emplumados, mirándolos de reojo”, describe el fotógrafo. El pequeño ganso, sin embargo, ya había elegido: “Se acurrucó junto a su nueva mamá como diciendo: ‘No los conozco’”.
Ante el intento de los gansos por recuperar a su cría, la grulla macho tomó una actitud sólida. “Con la energía protectora de un padre cuyo hijo acaba de ser insultado en el campo de fútbol, se puso firme y atacó a los gansos como diciendo: ‘Atrás. Ahora es nuestro’”.
Por si fuera poco, dos mirlos de alas rojas irrumpieron en la escena, lanzándose sobre las otras aves. “En ese momento, hasta las ranas de estanque probablemente estaban comiendo palomitas”, bromeó Ginsberg.
Tras el altercado, los irresponsables padres gansos se retiraron y, al parecer, aceptaron la derrota. “Han cedido la custodia y han desaparecido del vecindario. Posiblemente estén en terapia”, escribió el fotógrafo con humor.
Desde entonces, la inusual familia ha seguido unida. El ganso joven crece junto a su hermana grulla, y aunque sus cuerpos evolucionan a ritmos distintos, su vínculo es evidente.
“Ahora deambulan por los patios traseros cercanos, inspeccionando con indiferencia los comederos de pájaros como invitados VIP”, cuenta Ginsberg. Incluso cruzan las calles “en perfecta formación de Abbey Road. Las grullas al frente, el ganso joven detrás como Ringo Starr con una boa de plumas amarilla”.
A pesar de que le cuesta seguirles el ritmo debido a la diferencia en la longitud de sus patas, el pequeño ganso se esfuerza por mantenerse cerca. “¿Y Mamá Grulla? Siempre lo espera. Cada vez. Dime si eso no es amor”, remata Ginsberg.
En los últimos días, dos nuevas grullas han aparecido en el estanque. Aunque no muestran interés en unirse a la crianza, han sido bautizadas por los observadores como “Los Tíos Solteros”: aves adultas que rondan la familia como parientes lejanos con consejos no solicitados y bocadillos.

Un final abierto, pero feliz
Aunque la manera en que el fotógrafo narró los acontecimientos los convirtió en una auténtica comedia de Hollywood, esta historia ha tocado el corazón de muchos por lo que representa: la capacidad de adaptación, el amor más allá de las diferencias y la fuerza de los lazos no biológicos.
“La naturaleza es extraña, salvaje y maravillosa”, reflexiona Ginsberg. “¿Quién diría que un huevo de ganso perdido podría dar lugar a una historia tan conmovedora de familia inesperada, resiliencia y aceptación incondicional?”
Por ahora, el estanque ha vuelto a la calma, pero como todo buen relato de humedales, el desenlace está lejos de ser definitivo. Las aves, como los humanos, tienen sus propios conflictos, decisiones y alianzas inesperadas.
Y mientras tanto, Ginsberg promete seguir observando: “En un mundo lleno de divisiones, es bueno recordar que, a veces, incluso las aves pueden aprender a criar a sus bebés con amor, paciencia y algún que otro enfrentamiento”, concluye.
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