
(Desde Washington, Estados Unidos) El próximo 7 de julio, Donald Trump y Benjamín Netanyahu pueden protagonizar la cumbre más compleja en sus años de relación política y personal, que se inició hace cuarenta años.
El presidente de los Estados Unidos y el primer ministro de Israel coinciden en la obligación política y humanitaria de liberar cuanto antes a los 50 rehenes vivos y muertos que Hamas tiene secuestrados en las mazmorras de Gaza.
Pero Trump y Netanyahu tienen una diferencia de fondo que sólo podría resolverse mano a mano en el Salón Oval de la Casa Blanca.
El líder republicano considera que la libertad de los rehenes no puede implicar una negociación de suma cero, y que Israel tiene que ser flexible frente a los abultados reclamos de Hamas.
La organización terrorista palestina exige que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se retiren de Gaza y que el gobierno israelí firme el cese completo de hostilidades en la Franja.
Netanyahu no acepta estas dos condiciones de Hamas, que serían indispensables para lograr la libertad de los cincuenta cautivos en Gaza.
Trump, en cambio, considera que se puede encontrar un punto medio entre la oferta presentada por la organización terrorista y la posición histórica de Israel.
Entonces, la reunión de los mandatarios en la Casa Blanca tiene como objetivo básico definir una hoja de ruta que satisfaga -por igual- a Netanyahu y a la conducción terrorista que opera en la Franja.
Se trata de una premisa diplomática compleja porque las propuestas en juego son contradictorios: Israel no tiene intenciones de retirar las tropas de Gaza, mientras que Hamas no liberará a todos los rehenes hasta que eso suceda.

En este contexto, la influencia de Estados Unidos sobre Israel será determinante.
Sólo Trump está en condiciones de convencer a Netanyahu de la necesidad de replegar las tropas propias en Gaza para obtener la libertad de los secuestrados.
Hasta anoche, en Jerusalén y Washington, se asumía que Netanyahu aún no había aceptado la premisa básica de negociación que plantea Trump para cerrar un acuerdo por rehenes con Hamas.

Además de la negociación por los 50 secuestrados en Gaza, Trump y Netanyahu deben resolver la crisis humanitaria que afecta la vida de milles de palestinos que apenas sobreviven en la Franja.
Hamas se apropiaba de la ayuda humanitaria que distribuía ciertos organismos multilaterales, y en simultáneo operaba en los medios internacionales asegurando que la crisis de hambre en Gaza era responsabilidad absoluta de Israel.
Ahora, con el financiamiento de Estados Unidos, en la Franja actúa una fundación que tiene protección privada y está a cargo de la distribución de la ayuda que se destina a los palestinos desplazados.
Hamas pretende recuperar el control de hecho de la ayuda humanitaria, y exige que se cancele la designación oficial de la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF, por sus siglas en inglés), que todos los días enfrenta sucesivos intentos de saqueos de la organización terrorista.
Trump no resignará el control de la Fundación, pero en la Casa Blanca ya diseñan un modelo de funcionamiento destinado a aplacar los reclamos de Hamas.
Durante la reunión del próximo lunes 7 de julio, Trump y Netanyahu terminarán de definir la propuesta que entregarán a Hamas para lograr un acuerdo sobre la ayuda humanitaria en Gaza.

Asimismo, Hamas también pretende que se liberen a miles de palestinos que están detenidos en las cárceles israelíes por actos terroristas. La media es un rehén judío por 100 terroristas con sentencia firme.
Trump y Netanyahu coinciden en la decisión de liberar terroristas a cambio de los rehenes -vivos y muertos-.que Hamas tiene en los túneles de Gaza.
Los dos mandatarios asumen que esos terroristas en libertad serán anulados -en su momento- por las tropas del FDI.
El líder republicano ha convertido al Salón Oval en un tribunal público, adonde los líderes globales sufren inesperadas críticas políticas. Volodimir Zelenski puede dar fe de este hecho inédito en las relaciones diplomáticas.
Netanyahu no quiere pasar por la experiencia del presidente de Ucrania, y tampoco confía en los lazos de amistad que mantiene con Trump.
El premier israelí no se olvida de la influencia que portó Elon Musk en los meses iniciales de la administración Trump. Y sabe como esa influencia derivó en profundo odio mutuo.
Desde esta perspectiva, Netanyahu analiza con su gabinete cuál es el límite que no podrá cruzar cuando debata con el Presidente de los Estados Unidos, mientras dialoga muchísimo con Ron Dermer -su ministro de Asuntos Estratégicos-, que desde ayer recorre los pasillos de la Casa Blanca en busca de consenso.
Dermer tiene una tarea difícil: Trump siempre se queda con la última palabra.
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