El restaurante de un pueblo de Madrid que es de “interés turístico” por su comida y su museo: “Sin él, Chinchón no lo conocería nadie”

Este mesón comenzó su andadura hace 60 años y se ha convertido en uno de los mejores de España gracias a su gran calidad y sus visitas guiadas por sus cuevas

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El Mesón Cuevas del Vino,
El Mesón Cuevas del Vino, el primer restaurante de Chinchón. (Adobe Stock/Web Mesón)

Manteles de cuadrados rojos y blancos, cazuelas de barro, mesas de madera y una cocina tradicional exquisita. Lo cierto es que 60 años después de servir su primer asado al horno de leña, el Mesón Cuevas del Vino se mantiene intacto, salvando algunos avances inevitables de la tecnología. Pero desde su fundación en 1964, este mesón ha puesto en el mapa al bello pueblo de Chinchón hasta convertirlo en uno de los más bonitos de España.

Con tradición, cariño, buen producto y una plantilla maravillosa, el Mesón Cuevas del Vino es uno de los mejores restaurantes de España, y no porque lo diga la gran mayoría de gente que pasa por sus salas, sino porque así lo acreditan la gran cantidad de premios que atesora. De este modo, el sueño que comenzó Narciso García es hoy un tesoro a menos de una hora de Madrid, que sigue gracias al esfuerzo y tesón de su hija Yajaira García.

“Chinchón es turísticamente lo que es gracias al mesón”

Pero el Mesón Cuevas del Vino es mucho más que un simple restaurante, es el motivo por el cual Chinchón es conocido nacional e internacionalmente. Y es que fue el primer restaurante en abrirse en el pueblo, lo que poco a poco comenzó a atraer turistas. “Te diría que sin el restaurante Chinchón no lo conocería nadie. Existía, pero nadie venía a Chinchón. Entonces, a partir de que mi padre abrió el restaurante, unos años después ganó la medalla de plata al Mérito Turístico, y comenzó a hacerse notar en aquella época”, explica Yajaira a Infobae España.

Chinchón, en Madrid. (Adobe Stock)
Chinchón, en Madrid. (Adobe Stock)

Poco a poco, la prensa se hizo eco del éxito del mesón y la repercusión comenzó a ser mayor. “Esto hizo que Chinchón empezara a ser turístico, que la gente le atrajera venir a ver un restaurante distinto. Era el único restaurante que había en el pueblo y ahora puede haber 30 fácilmente. También ayudó que en el año 1982 se decidiera poner también a Chinchón en el mapa con los Paradores Nacionales de Turismo. Pero Chinchón es turísticamente lo que es gracias al mesón”, cuenta Yajaira.

El sueño de un visionario

El local actual se mantiene prácticamente igual a como era hace 300 años, pues antiguamente era una casa de labranza donde se elaboraban vino y aceite y se recogían cereales. “Mi padre, cansado de las labores del campo, decidió cerrar la casa y abrirla como un restaurante. Siempre le ha gustado la hostelería, aunque ni sabía cocinar ni había tenido nunca negocio de hostelería. Pero bueno, era un visionario”, afirma la propietaria.

El Mesón Cuevas del Vino, como no podía ser de otra forma, está especializado en la cocina tradicional castellana y desde su fundación sirve cordero y cochinillo lechal al horno de leña, así como todo tipo de guisos como callos, sopas, judías chinchoneras y rabo de toro. Pero, ¿cómo un hombre que no sabía nada de cocina ha levantado uno de los mejores restaurantes de España? La respuesta es sencilla: buscando a gente que sí supiera.

Mesón Cuevas del Vino, en
Mesón Cuevas del Vino, en Chinchón. (Daniel Borrego)

“Mi padre lo que hizo fue buscar personas que supieran cocinar guisos locales, tradicionales y castellanos, Así, todo comenzó con gente del pueblo, nadie profesional, al igual que los camareros”, explica la propietaria. Además, en esa época una de las mayores dificultades era que gran parte del personal, tanto de cocina como de comedor, era analfabeta. “Había gente que no sabía leer y escribir, por lo que empezó un sistema que hoy en día sigue con nosotros, que es, pues, a voces, y así seguimos hoy en día. A veces tenemos hasta 60 o 70 personas trabajando los fines de semana. Los camareros van a la cocina, dan voces, los cocineros escuchan y todo sale milagrosamente. Todo sale en orden y casi mejor que con comandas”, cuenta Yajaira.

Pero no solo con eso vale, pues también se tienen que tener ambición y unos conocimientos mínimos de cómo llevar un negocio, y aunque Narciso hubiera estudiado medicina, los tenía. “Está claro que tenía los conocimientos mínimos que hay que tener para poder ser empresario y tirar para adelante. Pero simplemente hay algo que es sentido común y que dice ‘bueno, mientras sepas sumar, restar, multiplicar y dividir, pues puedes’”, señala Yajaira.

Y más allá del sentido común, Narciso contaba con un “sexto sentido”, que era saber lo que quería y le gustaba a la gente. “En nuestro caso es turísticamente y gastronómicamente, y mi padre vio cómo todo avanzaba, pero eran otros tiempos. Ahora, están las estrellas Michelín y los cocineros que parecen estar en un laboratorio en vez de en una cocina. Pero todo pasa de moda, entonces al final lo que perdura es lo antiguo, lo tradicional, lo bien cocinado, lo bien hecho. Que no estoy diciendo que lo moderno no lo esté”, explica la propietaria.

Un local catalogado de interés turístico

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Mesón Cuevas del Vino, en Chinchón. (Daniel Borrego)

Gran parte del éxito del Mesón Cuevas del Vino no habría sido posible sin el impresionante local con el que cuenta. Este alberga un total de ocho salas con una capacidad aproximada de 600 personas, entre las que destaca el comedor principal, conocido como El Molino. En ella, el comensal puede contemplar una viga de álamo negro, traída del norte de África hace trescientos años. Tiene más de 12 metros de longitud y pesa unos 4.000 kg.

Pero a esto hay que sumar otros espacios como la bodega, donde las tinajas cuentan con cientos de firmas de diferentes personalidades que han visitado el mesón. Algunas de las más destacadas son las de Orson Welles, Tom Holland o Manolo Escobar. Aunque si hay algo que le hace especial son las cuevas, las cuales se han musealizado y se pueden visitar gracias a las visitas guiadas que realiza el mesón.

“Las visitas comienzan en el espacio de El Molino, después se pasa a las bodegas, a la taberna y por último a las cuevas. Suelen durar unos 20 minutos, se cobran 3 € por persona y se les incluye una consumición con una tapa”, detalla Yajaira. Además, durante este recorrido el visitante puede contemplar también una de las joyas del establecimiento: el horno de leña. Este es el horno de leña más grande de España en su categoría, pues es giratorio, mide cinco metros y medio de diámetro y caben como 80 o 90 cazuelas a la vez de cordero o cochinillo.

Esto hace que comer en el mesón sea una experiencia única donde pasar el día. No es de extrañar que se haya convertido en un destino único en la capital y esté catalogado de interés turístico. Sus acogedoras salas y cercanía con los clientes hacen de él un lugar perfecto para conocer el pueblo que le vio nacer y al que puso en el mapa tanto para turistas nacionales como internacionales.

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