
La llegada de trabajadores extranjeros en los últimos años ha participado decisivamente en el crecimiento sólido de la fuerza laboral en la zona euro: ha supuesto un contrapeso parcial frente a las tendencias demográficas negativas de una población cada vez más envejecida y su contribución al crecimiento del PIB es cada vez más visible.
Son las principales conclusiones de un informe del Banco Central Europeo (BCE), que ha expuesto la magnitud de este efecto positivo que resulta evidente en todos los países, aunque con distinta intensidad. Para algunas economías europeas, como Alemania o España, ya se puede afirmar que el crecimiento habría sido mucho más lento sin la aportación de los trabajadores extranjeros.
Tradicionalmente, se asume que el aumento de la oferta laboral derivado de la inmigración puede ejercer presión a la baja sobre los salarios y las condiciones de trabajo. Pero los datos del BCE muestran una realidad distinta en los últimos años: los trabajadores extranjeros han mejorado su posición en el mercado laboral, como evidencian sus menores tasas de desempleo, la reducción de la sobrecualificación y su creciente nivel educativo.

El aumento de los trabajadores inmigrantes, tanto en su número como en sus tasas de participación laboral, ha elevado el PIB total en España. A pesar de estos avances, aún existe margen para alinear sus cualificaciones con los requisitos de los empleos. Esto permitiría mejorar la estabilidad laboral y reforzaría su participación en el crecimiento de la productividad, señala el BCE. Y aunque la institución afirma que se trata de un dato positivo, hay un matiz importante.
La economía española produce ahora más en términos agregados gracias al aumento de la fuerza laboral. Sin embargo, este tipo de crecimiento puede tener efectos muy distintos cuando se analiza desde el total de producción o desde la producción por persona. Por eso, para entender el alcance real de este impulso, es necesario distinguir entre el incremento del PIB y la evolución del PIB per cápita.
PIB o PIB per cápita
Para medir la salud de cualquier economía, siempre se acude al mismo indicador: el Producto Interior Bruto (PIB). La definición de cualquier libro de texto de economía es: “Todos los bienes y servicios que se producen en un país durante un periodo determinado, usualmente un año”. No obstante, esta métrica deja un margen variable, como el número de población, mientras que el PIB per cápita sí que tiene en cuenta el número de habitantes. Es decir, este segundo sirve como un instrumento más preciso para medir el nivel de vida medio.

En otras palabras, un aumento del PIB no implica necesariamente una mejora del PIB per cápita, o sea, de la riqueza de la población. De hecho, si la población crece al mismo ritmo o más rápido que la producción, el bienestar medio puede quedarse igual o incluso disminuir. Básicamente, si mañana Portugal se anexionase a España y naciera un nuevo país ibérico, el PIB aumentaría, pero el PIB per cápita sería el mismo.
¿Y cómo está el PIB per cápita?
Aunque España ha registrado incrementos relevantes en su PIB total en las últimas décadas, el PIB per cápita ha crecido de forma mucho más moderada. Así, buena parte del crecimiento económico reciente se ha sustentado en el aumento de población y de personas empleadas. En otras palabras, el crecimiento no ha venido de la mano de una mejora real de la productividad o del nivel de vida medio.

De hecho, según los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), España ha avanzado menos en PIB per cápita que en PIB total, especialmente durante las fases de expansión económica. Esto sugiere que, aunque el país produce más bienes y servicios en total, cada persona no aporta (ni recibe) mucho más que hace 20 o 30 años.
En este sentido, el crecimiento demográfico, incluida la llegada de trabajadores extranjeros, ha sostenido la actividad económica, pero apenas ha impulsado el bienestar medio de los españoles en comparación con otros países de nuestro entorno. No obstante, este crecimiento del PIB total tiene un elemento claramente positivo. Significa que quienes han llegado a España en busca de oportunidades están participando activamente en la economía y beneficiándose de ella.
Estos elementos ofrecen un mapa más claro de qué está sucediendo en la economía española con el flujo migratorio. Aun así, más allá del debate económico, no se puede negar la relevancia de los inmigrantes, que constituyen un 80% del crecimiento registrado en España en los últimos años.
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