Lois Raposo, afilador: “Los chavales piensan que no van a tener un buen sueldo, pero nuestros hijos saben lo que ganamos”

El vizcaíno, de 56 años, se adentró hace una década en el rubro, después de haber pasado por muchos trabajos precarios

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En un pequeño taller de menos de diez metros cuadrados, Lois Raposo, vizcaíno de 56 años, ejerce su oficio de afilador. Entre el desorden de las máquinas, las herramientas varias y las cuchillas y tijeras desgastadas de tanto uso, el oriundo de Baracaldo destaca como uno de los últimos en su profesión. No solo en España, sino en Europa. “No es que seamos estrellas de rock, pero se nos conoce en el ambiente gremial porque somos muy pocos”, cuenta entre risas.

Raposo abrió su taller en 2015, en el Mercado Municipal de Ibiza, a escasos metros del parque de El Retiro, y es conocido por el resto de comerciantes de la zona. Antes de adentrarse en su actual oficio, el vizcaíno pasó por muchos otros trabajos, como limpiacristales o el sector de la hostelería. “Trabajos no cualificados”, aclara. “Tuve la suerte de que me enseñaron muchos profesores. Algunos presenciales y otros a través de sus libros o vídeos, aunque hay una parte de experimentación sobre la base de todos los maestros anteriores”, destaca, aclarando que no cree que haya nadie que sea autodidacta en su rubro.

Aunque comenzó hace escasos diez años, el afilador culpa a ‘la crisis de los cuarenta’ como el principal motivo de que terminase desempeñando su actual labor: “Hubo un momento en el que quería cambiar mi vida, de oficio, y hacer cosas nuevas”. Además, asegura que se formó siempre en su taller de la calle Ibiza, al número 8, en la primera planta del mercado.

Los principales clientes de Raposo son los hosteleros, ya que se encuentra en uno de los epicentros de la gastronomía madrileña: “El principal perfil es el hostelero, luego los salones de estética, como peluquerías, barberías o manicuristas y particulares como podólogos, que traen su instrumental quirúrgico”. Pese a que el abanico de clientes es amplio, su taller está especializado en la peluquería. “Vi que había un nicho de mercado, una necesidad no satisfecha”. A diferencia de los cuchillos, el experto destaca que las tijeras de peluquería requieren una mayor cualificación y una serie de máquinas y experiencia que le abrían una posibilidad laboral donde adentrarse.

“Los afiladores ayudamos a que el mundo funcione”

Raposo explica su oficio con pasión. Para los más jóvenes, que quizás desconozcan en qué consiste su trabajo, les recomienda que miren en su entorno: “Todo lo que ve ha sido cortado alguna vez con alguna herramienta de corte. Todos los oficios tienen alguna de estas herramientas. Son muy variadas, no son infinitas, pero casi, y cada una tiene su peculiaridad. Los afiladores nos encargamos de eso. Ayudamos a que el mundo funcione”.

Raposo tiene dos hijas, pero
Raposo tiene dos hijas, pero ninguna ha heredado su pasión por el oficio (Infobae España)

Sobre el futuro de su profesión, el vizcaíno considera que va contra las leyes económicas de la oferta y la demanda, que consideran que donde hay una demanda habrá una oferta, ya que en su rubro pasa lo contrario: “El oficio no se está perdiendo, lo que se está perdiendo son los afiladores”. A su parecer, esto sucede ya que la juventud prefiere “trabajos que tengan una mejor consideración social, aunque luego los ingresos económicos sean menores. No es atractivo para la gente joven”.

El oficio de afilador es muy físico. En la pared más alejada del taller cuelga la típica bicicleta con la que los afiladores solían recorrer las calles anunciando su llegada con un megáfono y un silbato, aunque Raposo nunca la ha utilizado: “En un momento dado, si se hunde el taller, ese sería mi bote de supervivencia. Es una bicicleta plenamente funcional. Tiene el mismo principio que las máquinas, solo que estas funcionan con electricidad y la bicicleta con tracción animal. Concretamente la mía”.

Un oficio bien pagado pero poco atractivo

Lo cierto es que el gremio de Raposo no escapa al principal problema de los trabajos tradicionales: el relevo generacional. El vizcaíno tiene dos hijas, pero ninguna ha heredado su interés por el rubro. “Es el sino de los tiempos. Los oficios, en general los manuales, están asociados a algo muy humilde, incluso a la marginalidad. Los hijos quieren ascender socialmente, lo que me parece muy bien”. El afilador asegura que hay mucho trabajo en el negocio, pero el problema es la escasa oferta.

Como ocurre en casi todos los mercados, cuando la oferta es escasa los precios suben. Raposo señala que tiene “pudor” para hablar de dinero, pero lleva “una vida económica muy cómoda”. “Económicamente estoy satisfecho. Los chavales no quieren hacerse afiladores. Piensan que no van a tener un buen sueldo, pero los hijos de los afiladores si saben lo que ganan sus padres y aún así no hay un relevo generacional”, lamenta.

En cuanto a los gastos más importantes de la profesión, el vizcaíno destaca la carga fiscal. “Los autónomos no estamos bien tratados en España”, argumenta. Tras esto señala los gastos comunes, como el alquiler del local, luz, agua y consumibles. Pese a ser un oficio bien pagado, no son muchos los afiladores españoles. Además, el experto destaca que una parte muy importante se encuentra dentro de la economía sumergida: “Es mayor que la que sale a flote y cotiza en la Seguridad Social”.

Raposo ha trabajado para muchos
Raposo ha trabajado para muchos países de Europa e incluso para Estados unidos (Infobae España)

“Si las calles estuvieran pavimentadas de diamantes no costarían nada”, alega, para explicar los precios que cobran los afiladores. “Somos muy pocos. Pero en todos los oficios manuales. Ves lo que gana un ingeniero o un abogado y su sueldo se devalúa porque hay muchos”.

Un trabajo que nunca desaparecerá

El taller de Raposo suele ser un lugar tranquilo, salvo por el ruido de las máquinas y el que entra de vez en cuando de los comercios colindantes. Los encargos le llegan por correo, aunque en ocasiones aparece un cliente para recoger su juego de cuchillos. Para corroborar que su trabajo ha sido preciso, el vizcaíno cuenta con revistas, que corta con un suave movimiento que repite con cada uno de los filosos y brillantes cuchillos. Entre sus cajones abarrotados también guarda trozos de tela, para los encargos de las modistas, y una especie de cabello artificial, para probar las tijeras y navajas de peluquería.

Para el afilador, el período de más ajetreo es la Navidad, cuando los peluqueros y cocineros llevan sus herramientas en busca de una puesta a punto de cara a la época festiva. El otro período con más trabajo son las vacaciones de verano, cuando el vizcaíno afila y abrillanta los cuchillos, tijeras y navajas con vistas a la vuelta a la normalidad laboral. Además, una de las consecuencias positivas para Raposo de que los afiladores se cuenten con los dedos de la mano -quizás no para la profesión-, es la cantidad de pedidos que le llegan de otros países. Italia, Portugal, Francia, Países Bajos, Bélgica, Suecia, incluso ha llegado a Estados Unidos, de donde le mandaron un cuchillo con alto valor emocional para el dueño.

En cuanto a clientes famosos, el vizcaíno recuerda con entusiasmo la vez que Coque Maya, líder de Los Ronaldos, le llevó unos cuchillos para que les sacase filo. “Una persona muy encantadora”. También señala que han ido varios modistos famosos o incluso ha trabajado afilando utensilios de restaurantes de Alberto Chicote.

Pese al paso del tiempo, el oficio de afilador se mantiene vivo, resistiendo al olvido, aunque enfrentando día a día su batalla más importante, la del relevo generacional. “Mi trabajo no va a desaparecer, siempre hay un pequeño grupo de personas que tiene interés en el mundo del afilado”, explica sobre un empleo en el que existen muchos aficionados, que disfrutan del oficio de manera amateur. Por último, Raposo anima a los jóvenes a adentrarse en el oficio. “Es un buen momento para empezar. Antes los afiladores estaban encerrados en su taller, los conocimientos se transmitían de generación en generación, y ahora se puede abrir al mundo. Es el mejor momento para ser afilador”, asegura.