
Tener hijos es para muchos el momento más feliz de su vida, pero no es una experiencia que venga sin complicaciones. Los padres deben acompañar a los niños durante toda su vida, educarlos y guiarlos en su desarrollo. Según van creciendo, los retos cambian y pueden ser especialmente duros durante la infancia, cuando su cerebro no está completamente desarrollado y todavía están aprendiendo cómo relacionarse en el mundo.
Llantos, enfados y rabietas son comunes en esta etapa, que llevan a muchos padres a la desesperación en algunos momentos. Pero el doctor Diego López de Lara, pediatra y endocrino, explica en sus redes sociales que esto es completamente normal. “Si tu hijo se enfada por cualquier cosa y ya no sabes cómo calmarlo, no es tu culpa y tampoco es la suya”, afirma en un vídeo publicado en la plataforma TikTok.
“Su cerebro no está completamente desarrollado”

Según el pediatra, “dentro del cerebro de tu hijo vive un pequeño monstruo. No es malo ni está roto, pero está aprendiendo a funcionar”. Ese monstruo no es otro que el de las emociones “y a veces se activa sin previo aviso”, asegura López.
El doctor explica que, durante los primeros años de vida, múltiples situaciones pueden alterar a los niños: “Cuando algo no sale como esperaba, cuando siente miedo, frustración o rabia, o simplemente cuando está cansado, hambriento o sobreestimulado”. Todo esto ocurre en un momento en el que “su cerebro no está completamente desarrollado”, advierte López. En concreto, “la parte que lo ayuda a calmarse, pensar antes de actuar y controlar sus impulsos, la corteza prefrontal, todavía está en obras. Pero su amígdala cerebral, que es la que detecta los peligros, está hiperactiva”, explica.
La corteza prefrontal es la parte del cerebro encargada de gestionar las funciones ejecutivas, que son las tareas cognitivas más complejas: la capacidad de reflexionar, planificar, de tomar decisiones basadas en los razonamientos y, sobre todo, de racionalizar y gestionar nuestro estado emocional. Pero es una parte que madura con el tiempo y, en los primeros años de vida, se estimula fácilmente. Es más: esta región no llegará a estar madura del todo hasta los 25-30 años de edad.
Así pues, los niños quedarían a merced de su amígdala cerebral, el centro de emociones como el miedo o la ira. “Eso significa que su cuerpo reacciona con fuerza aunque no haya un peligro real. Lo sé porque lo he vivido como padre y como médico", asegura el doctor López. Para él, descubrir esto supuso un cambio en su forma de criar a sus hijos, “hijos, porque detrás de cada rabieta hay un cerebro inmaduro que no necesita castigo. Necesita contención, calma y repetición. Una y otra vez”, asegura en su vídeo.
Para el resto de padres y madres manda un mensaje: “Tu labor como madre o padre no es apagar ese monstruo, es enseñarle a convivir con él. Y no lo harás de un día para otro. Pero si entiendes cómo funciona ese pequeño monstruo, todo empieza a tener sentido”, concluye el médico.
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