
Al menos en lo numérico, España goza de buena salud en su sector turismo, en un 2025 en el que se prevé que reciba 98 millones de personas, máximo histórico y que sitúa a nuestro país como uno de los destinos más atractivos en todo el mundo. Pero de fama no se vive y cada año, el visitante ha de quedar satisfecho con su viaje para tener el deseo de regresar, así como para que recomiende hacer lo mismo a familiares o amigos.
Sol y playa son solo dos elementos que garantiza la inversión, eso para quien no busque otros estímulos, pero estamos junto a Portugal y Francia, a un paso de Italia, Grecia no mucho más lejos; los destinos son múltiples y ser el elegido conlleva un pulso cada verano que se puede decidir en los detalles. Los estragos del clima, además, han hecho ganar enteros a regiones en las que el tiempo solía ser más frío, poniendo en el mapa sus playas.
Croacia tiene un problema
En la pugna, y con importantes argumentos, está Croacia. Pero los turistas se están marchando y el problema no es la belleza del entorno ni la temperatura, tampoco la comida o el trato de los lugareños o los hosteleros. Tiene que ver con el bolsillo. En la última década, la costa adriática ha experimentado un notable encarecimiento, y la ventaja competitiva que tenía respecto precisamente a España, Francia o Italia ahora como poco la iguala.
Desde 2015, los precios en el sector turístico croata se han incrementado un 70%, reporta la revista alemana Focus. Cada punto porcentual ha impactado en la afluencia de visitantes. La publicación pone ejemplos como el alquiler de una tumbona en Dubrovnik, que puede alcanzar los 80 euros diarios, o una ensalada en restaurantes junto al mar, por la que te pueden llegar a cobrar 20 euros. Para terminar, un capuccino, por 7 euros.
Una turista española entrevistada por este medio asegura que un trayecto en taxi entre Pula y Rovinj le costó el año pasado 60 euros y que este ha tenido que pagar 120. “Todo es claramente más caro”, lamenta. Pero cualquier lector de esta información sabe que no se trata de una cuestión exclusiva de aquel país, si bien allí el contraste ha sido mayor, además porque ha ocurrrido en un relativamente breve espacio de tiempo.
No solo Croacia
El reportaje también da cuenta de diversas zonas mediterráneas aplican precios elevados para gestionar el flujo de turistas. Por ejemplo, en Italia una jornada en la playa puede suponer un desembolso de hasta 1.500 euros, y en Turquía los precios rivalizan con los de Dubái. Sin embargo, para quienes acostumbraban a veranear en Croacia motivados por sus precios asequibles, el cambio resulta especialmente drástico.

Este incremento de los precios está teniendo consecuencias visibles en la temporada actual. Según los datos facilitados por la Federación Europea del Turismo (ETC), las pernoctaciones hoteleras en Croacia bajaron un 14% durante el pasado mes de mayo en comparación con el mismo periodo del año anterior. El descenso es particularmente acusado entre los turistas alemanes, tradicionalmente el grupo más numeroso, que han pasado del 30% de las visitas en mayo de 2024 a un 16,5% este año.
Estas cifras ya han suscitado la preocupación de las autoridades croatas. El ministro de Economía, Ante Šušnjar, ha hecho un llamamiento público al sector para que “no se exagere con los precios”, advirtiendo del riesgo de perder competitividad frente a otras naciones mediterráneas si la tendencia inflacionista persiste. Les llama a no morir de éxito, a no aprovechar la ola para aprovecharse de los turistas, porque se acabarán marchando, como ya hacen.
“No se corresponde con la calidad”
La alarma por la escalada de precios ha sido recogida también por expertos locales. El economista Damir Novotny declaraba al periódico Stuttgarter Nachrichten que “a largo plazo, el nivel actual de los precios no es sostenible, porque generalmente no se corresponde con la calidad de los servicios ofrecidos”. El gobierno croata observa con inquietud la evolución de una temporada en la que se espera que los datos finales, especialmente entre julio y agosto, señalen hasta qué punto hay una fuga masiva de turistas.

Antes se mencionaba Turquía, con distintas características pero otra potencia turística próxima. Y mismo síntoma que deriva en sangría: la inflación está haciendo cada vez a más a pensarlo dos veces antes de elegir uno de sus enclaves, y no pocos se están decantando, también por razones de bolsillo, por Grecia, que sostiene mejor el equilibrio entre lo que ofrece y lo que pide. Estambul, Ankara, Bodrum o Antalya ahora están más lejos. Son menos asequibles.
Este verano, pasar cinco días en un resort de Antalya o Bodrum puede acercarse a los 5.000 euros para una familia de cuatro personas, mientras que hacerlo en Grecia no supera los 2.000 euros. La tendencia descendente es lenta pero constante y como Croacia, lanza un aviso al resto.
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