Lila Avilés debutó con La camarista (2018), película que representó a México en los Oscar y que simbolizaba, de alguna manera, el reverso oscuro de Roma, de Alfonso Cuarón, al retratar el día a día de una empleada del servicio de un hotel que luchaba para salir adelante en condiciones de lo más precarias, algo que remite irremediablemente al movimiento de Las Kellis en nuestro país.
Avilés forma parte de una nueva generación de directoras mexicanas que aportan una mirada femenina a la hora de romper con los estereotipos de la realidad patriarcal de su país, una perspectiva que comparte con sus contemporáneas Tatiana Huezo (Noche de fuego), Natalia Beristáin (Ruido), Alejandra López Abella (Las niñas bien) o Isa López, que acaba de firmar True Detective: Noche polar, con Jodie Foster y que ha sido renovada por HBO Max para una próxima temporada.
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Una película que nace de una experiencia personal, la pérdida del padre de su hija

Lila Avilés ha sido autodidacta, se formó en el teatro y, para su ópera prima se basó en la obra de la artista Sophie Calle titulada L’Hotel y en una serie de fotografías que registró ella misma. Ahora, su nuevo trabajo, Tótem, es todavía más personal. Fue madre siendo muy joven y, cuando su hija cumplió siete años, su padre falleció. Así que quiso hacer una película dedicada a ella y jugar con el punto de vista de la infancia.
De ahí nació Tótem, película que se presentó en el Festival de Berlín y que ha estado nominada a los Independent Spirit Awards, además de acumular innumerables galardones y situarse como una de las cintas más prestigiosas de la temporada.
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“Digamos que quería hacer algo lindo para mi hija”, cuenta Lila Avilés para Infobae España. “Siempre he pensado que la niñez es fundamental, vital para el desarrollo de una persona adulta, es lo que nos marca de alguna manera para siempre, pero no tiene por qué determinar nuestro destino”.
A Lila Avilés le interesaba volver a ese estadio de inocencia, a la mirada de una niña y al entorno que la rodea, a esa constelación familiar que la sustenta.

La protagonista de Tótem es Sol, tiene siete años y pasa el día en casa de su abuelo mientras ayuda con los preparativos para organizar una fiesta a su padre, que se encuentra gravemente enfermo. Así, irán entrando en pantalla todos los miembros de su entorno más cercano, añadiendo cada uno su voz a través de una ‘coralidad’. “Me interesaba ahondar en el concepto de la casa, de ese espacio en el que habitamos y las personas que nos rodean, regresar a ese núcleo fundamental, a esa base primaria que nos constituye”.
¿Y por qué la película se llama Tótem? ¿Qué es un ‘tótem’ para usted?
Pues precisamente esa esencia primaria. Buscaba un nombre que pudiera significar muchas cosas, y me gustó que tuviera que ver con las celebraciones, con los rituales, con lo animales y la mística, con la ‘hierofanía’, con lo sagrado y lo profano, con esos momentos que de alguna manera significan algo y nos trastocan todo, que nos cambian.
Cuenta la directora que tras el paso de la película por muchos países, cada uno ha interpretado el término de una manera diferente. Para ella, ha sido muy interesante cómo desde cada cultura se podía ver desde visiones diferentes.
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Si en La camarista retrataba la realidad de una manera muy precisa y austera, aquí se abre a otras dimensiones, también a otras sensibilidades a través de las raíces. “Tenía claro que no podía contar esta historia de la misma manera. Por ejemplo, quería que la cámara no estuviera estática, sino que se moviera al ritmo de los personajes para que se impregnara de sus ‘pulsiones’, de sus movimientos, de sus emociones, de ese caos que les acompaña”.

En efecto, la cámara de Lila Avilés configura una especie de coreografía a través de los diferentes personajes. “Nunca he querido hacer estudios formales, como storyboards con movimientos predeterminados. Filmamos durante la pandemia y hay algo de esa sensación de liberación que se fundió con la película”.
La película de Lila Avilés, entronca también con algunas escritoras mexicanas que operan en la actualidad, como Valeria Luiselli, Fernanda Melchor, Guadalupe Nettel. “Hay algo que nos emparentamos de alguna manera, que está latente, como violencia implícita que hay en nuestro país, pero también quería trasmitir la parte amable, de confraternización, de empatía”, continúa la directora.
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