
España tuvo un papel vital en el aterrizaje en la Luna en 1969. Las estaciones de seguimiento espacial de Fresnedillas de la Oliva (Madrid), Robledo de Chavela (Madrid) y Maspalomas (Gran Canaria) cumplieron un papel esencial no sólo durante la llegada del hombre a la luna, sino en todas las misiones Apolo.
Las instalaciones españolas sirvieron para mantener la comunicación con la nave y fueron técnicos españoles, entrenados por la propia agencia estadounidense, los que se encargaron de monitorizar las señales y también las constantes vitales de los astronautas durante la misión Apolo 11 de la NASA.
La estación de Fresnedillas de la Oliva, integrada en el complejo espacial de Robledo, tuvo una mayor importancia durante la misión, ya que fue la encargada de posibilitar las comunicaciones. La NASA necesitaba tres señales ubicadas en distintas partes del planeta y este pueblo madrileño fue el seleccionado en la zona europea. Las otras dos bases se instalaron en Goldstone (California) y en Canberra (Australia). Además, el Centro Espacial de Maspalomas fue determinante por su posición estratégica en el Atlántico, que además comparte latitud con la base de lanzamiento de Cabo Cañaveral, en Florida.
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Todo lo que se recibía y enviaba desde Houston al Apolo pasaba por primero por Madrid. En Robledo se encontraban el ingeniero José Manuel Grande, que se encargaba de mantener las comunicaciones entre Robledo y Fresnedillas, donde estaba Carlos González, quien se ocupaba de los receptores y transmisores que comunicaban directamente con la nave.
En conversaciones con TVE, Carlos González recordó aquel momento. “Mi responsabilidad estribaba en adquirir y conservar de la mejor manera posible la señal proveniente de la nave Apolo y mandar al amplificador de potencia la frecuencia adecuada, junto con la voz y datos, que Houston enviaba para los astronautas”, explica.
En Eagle en la Luna
El momento más delicado de la misión Apolo 11 se produjo durante el alunizaje del Eagle. En ese momento el comandante Neil Armstrong interrumpió el pilotaje automático y cogió los mandos de la nave. Decidió llevar el módulo hasta una zona más segura, porque en la zona establecida previamente había unas rocas no previstas.
“Aquí Base de la Tranquilidad. El Águila ha aterrizado”, esas fueron las palabras que fluyeron desde la Luna hasta el centro de control de Houston, pasando primero por las instalaciones españolas. El tiempo total de la comunicación fue de 1,7 segundos, 1,3 para llegar desde la Luna a Madrid, y 0,4 para cubrir el trayecto restante. “Debido a los problemillas del aterrizaje y el hecho de tener que posar la nave a mano incrementaron la tensión un poco, pero todos estábamos seguros de que aquello iba a salir bien”, dijo González.
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