
Juan Thomas, director de Fundación Potenciar Solidario, desafió las convenciones al dejar atrás su carrera en el mundo corporativo y abrazar una vocación centrada en el cambio social. En un entorno donde las planillas de cálculos suelen marcar la tendencia, Thomas optó por escuchar una voz interior más profunda y comprometerse con la transformación de las personas. Como líder de Potenciar Solidario, su visión y pasión han dado forma a una organización que está marcando una diferencia significativa en la región.
“Nosotros veíamos que había situaciones de indignidad que claman por ayuda, y que había muchas organizaciones sociales que se ocupaban de transformar esa realidad, pero, al mismo tiempo, muchas estaban al límite en gestión, en fondeo, en procesos”, dijo Thomas en diálogo con Ticmas. “Y, por otro lado, había mucha gente, muchas empresas, muchas organizaciones que querían colaborar y no encontraban cómo”.
Fue en este contexto que a finales de 2009, principios de 2010, Juan Thomas reunió a un grupo de conocidos y amigos, dando origen a lo que hoy conocemos como Potenciar Solidario. Esta organización, que está a punto de cumplir quince años, brinda apoyo a 400 ONG en todo el país, abarcando áreas como gestión, comunicación, voluntariado y financiamiento. El viaje de Juan Thomas es un testimonio inspirador de cómo una visión y la acción colaborativa pueden desencadenar un impacto duradero en la región.
—¿Qué programas desarrollan en Potenciar Solidario?
—En base a las necesidades que las ONG, y buscando dar una solución concreta que se vea en el tiempo, que sea evolutiva, integral y gratuita, es que fueron apareciendo diferentes programas. En la pandemia, lanzamos el área de Potenciar Redes. Armamos una red de barrios que estaban en contextos vulnerables. Surgieron tres temas prioritarios: inclusión financiera, brecha digital e inclusión laboral.
—¿Cómo es el trabajo en red para reducir la brecha digital?
—Acompañamos a organizaciones sociales; tanto las que están directamente vinculadas a la educación escolar como también a los centros comunitarios que por ahí tienen un apoyo o una educación informal. Este programa tiene tres grandes patas. La primera, tiene que ver con la conectividad: equipamiento, acceso a internet, banda ancha. Después está lo que tiene que ver con la adopción para que esa tecnología se use. Dentro de las visitas que hacemos periódicamente a las organizaciones sociales veíamos que la tecnología no se usaba porque faltaba algún detalle o pasaba algo que no sabían cómo encontrar la solución, y entonces armamos una comunidad de voluntarios con conocimientos tecnológicos, y eso, a la vez que solucionaba la conectividad, se compartía con el resto de las organizaciones. La tercera pata es el aprendizaje inclusivo, donde herramientas digitales como Ticmas son clave, porque dan posibilidades de enseñar y generan una articulación con impacto social.
—¿Cuántas organizaciones participan en este programa?
—Hoy ya son dieciocho. Nuestro acompañamiento es integral, y viene desde los programas de ONG potenciadas, donde vemos temas básicos de gestión, liderazgo, redes, gestión. Ahí vamos detectando las organizaciones que tienen esta inquietud de la brecha digital y de la educación para sus “protagonistas” —así llamamos nosotros a los beneficiarios—. Estamos muy atentos y cuando una organización levanta la mano, hacemos un proceso de alta en el programa. En cada organización nos tenemos que asegurar que haya un referente de brecha digital, que puede ser que ya lo tuviera o que lo estén nombrando justamente para este rol. Nosotros apalancamos todo el programa en ese referente con el compromiso de los equipos de liderazgo de las organizaciones. Y, de hecho, cada quince días todos los referentes de brecha digital se reúnen por Zoom para ver mejores prácticas, para plantear desafíos, para ver soluciones que van encontrando y eso se va trabajando, para hacer catarsis de algunos temas que no funcionan.
—¿Cómo hacen para que los “protagonistas” estén en contacto con los dispositivos?
—Lo primero que buscamos es que la organización tenga conectividad y un aula donde los protagonistas puedan formarse. Cuando arrancó la pandemia, había una tendencia en decir que necesitamos celulares o tablets para los chicos y las chicas, para que fueran a sus casas a conectarse. Y lo que vimos es que no generaba mucho resultado. Nuestro camino, entonces, es que la ONG sea digital con todo lo que se implica: no solo el aula, sino que el equipamiento y que el equipo de liderazgo ponga dentro de sus planes estratégicos la digitalización de la organización, que aprovechen otras herramientas, y que los protagonistas aprovechen lo digital. Recién después, estos protagonistas pueden llevar la tecnología a su núcleo familiar. En ese camino estamos. Es un camino que, como todo en Potenciar, es paso a paso. Aspiramos alto y vamos despacio porque buscamos hacer todo uno a uno, persona a persona, corazón a corazón.
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