Madame X y la polémica del Salón de París de 1884: del escándalo social a la consagración internacional en la historia del arte moderno

La exhibición del retrato de Virginie Amélie Gautreau por John Singer Sargent desencadenó una reacción pública sin precedentes y consolidó la obra como ícono cultural y símbolo de modernidad

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El escándalo del retrato de
El escándalo del retrato de Madame X en 1884 sacudió la alta sociedad parisina y redefinió la trayectoria de John Singer Sargent

El Salón de París de 1884 fue escenario de un escándalo que sacudió la alta sociedad y el mundo del arte de la Belle Époque. El retrato de Madame X, obra del pintor estadounidense John Singer Sargent, se transformó en el epicentro de una tormenta cultural por un detalle: uno de los tirantes del vestido de la modelo, Virginie Amélie Avegno Gautreau, caía sobre su brazo, desafiando las normas sociales vigentes. La reacción del público y la crítica fue inmediata y feroz, lo que marcó para siempre la vida de la retratada y la trayectoria del artista.

La presentación del retrato en el Salón, la exposición artística más influyente del momento, desató una ola de críticas y burlas. El cuadro mostraba a Gautreau de perfil, con la espalda recta, la piel extremadamente pálida y un vestido negro de escote pronunciado, sostenido por dos tirantes, uno caído. La pose, la palidez y la actitud altiva de la modelo se interpretaron como una provocación.

De acuerdo con la BBC, los periódicos publicaron caricaturas y poemas satíricos, y los comentarios sobre el color de la piel de Gautreau la comparaban con la de un cadáver. Un crítico, citado por el medio británico, calificó la obra de “caricatura”, mientras que la madre de la modelo exclamó ante Sargent: “¡Ma fille est perdue!” (“mi hija está perdida”).

La presión social llevó al pintor a repintar el tirante en su sitio original, aunque el daño ya era irreversible. Pese al retoque, el revuelo alcanzó tal magnitud que Sargent optó por abandonar París y trasladarse a Londres.

La controversia por el tirante
La controversia por el tirante caído del vestido en el cuadro de Madame X desafió los códigos morales de la Belle Époque

Virginie Amélie Avegno Gautreau, nacida en Nueva Orleans en 1859, era hija de una familia criolla que emigró a París tras la Guerra Civil de Estados Unidos. Su padre murió en combate y su madre, tras perder a su hijo menor, buscó en la capital francesa una nueva vida y un matrimonio ventajoso para su hija, según la BBC.

Gautreau se casó con el banquero Pierre Gautreau, mucho mayor que ella, y pronto se convirtió en una figura destacada de la alta sociedad parisina. Su belleza exótica, marcada por una palidez extrema, que lograba con polvos y sustancias para aclarar la piel, la hizo objeto de admiración y rumores.

A pesar de su notoriedad, Gautreau nunca fue plenamente aceptada en los círculos más exclusivos del beau monde francés, en parte por su origen estadounidense y su condición de criolla. Tanto ella como su madre aspiraban a consolidar su posición social, y el retrato de Sargent representaba una oportunidad para ambas de alcanzar la notoriedad definitiva. Gautreau ya era observada y comentada antes del cuadro, pero el retrato la transformó en un símbolo de controversia.

La Belle Époque fue un periodo de efervescencia cultural y moralidad estricta. El escándalo de Madame X se inscribe en una tradición de provocaciones artísticas con antecedentes notables. Dos décadas antes, Édouard Manet escandalizó a París con “Le Déjeuner sur l’herbe” y “Olimpia”, obras que desafiaron las normas sobre la representación del desnudo femenino.

Virginie Amélie Avegno Gautreau, la
Virginie Amélie Avegno Gautreau, la modelo de Madame X, nunca fue plenamente aceptada en la élite francesa por su origen criollo y estadounidense

Sin embargo, el caso de Madame X resultó aún más perturbador para la sociedad porque la modelo era una dama casada de la alta sociedad, no una figura marginal.

Aunque los desnudos abundaban en el arte de la época, lo que resultó intolerable fue la exhibición pública de la sensualidad de una mujer casada y de alto estatus. El vestido negro, lejos de suavizar la provocación, la intensificó, y la tiara que lucía Gautreau, interpretada como un guiño a Diana cazadora, reforzó la carga simbólica del retrato.

Las consecuencias fueron inmediatas y duraderas para ambos protagonistas. Sargent, que apostaba por la notoriedad del retrato para consolidar su carrera en París, vio su reputación tambalearse. El pintor se trasladó a Londres, donde continuó su exitosa carrera como retratista de la élite europea y estadounidense. El cuadro, tras el retoque, permaneció en su estudio durante décadas y no fue vendido hasta 1916, un año después de la muerte de Gautreau.

Para Gautreau, el impacto fue más ambiguo, tuvo un retiro parcial de la vida social y una existencia cada vez más discreta, aunque no completamente aislada. Encargó otros retratos y mantuvo cierta presencia en círculos selectos, pero su figura quedó marcada por el escándalo.

A pesar del escándalo, Madame
A pesar del escándalo, Madame X se convirtió en un icono artístico, y hoy la obra es pieza central en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York - crédito Unsplash

Su nombre fue retirado del título del cuadro a petición de Sargent, quien lo vendió al Metropolitan Museum of Art de Nueva York bajo el nombre de “Madame X” para proteger la identidad de la modelo y mitigar el recuerdo del episodio.

Con los años, el retrato de Madame X pasó de símbolo de escándalo a convertirse en una de las obras más admiradas de la historia del arte.

La pintura es hoy una pieza central en la colección del Metropolitan Museum of Art y que, en el centenario de la muerte de Sargent, el Musée d’Orsay de París le dedica una gran exposición, situando la obra en el corazón del relato artístico de la Belle Époque. El virtuosismo técnico y la profundidad psicológica de Sargent brillan en todo su esplendor en la muestra parisina, que celebra la vigencia y el impacto de su legado.

El enigma de Madame X permanece. Aunque su nombre se desvaneció y su historia solo puede reconstruirse por fragmentos, su imagen, inmortalizada por Sargent, sigue cautivando a generaciones de espectadores.