Latinx, una declaración

Por Paulina Chavira

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Retratos de latinx (The New York Times)
Retratos de latinx (The New York Times)

Latinx

Esta semana publicamos en la columna El Espace una historias sobre quienes están archivando digitalmente las historias olvidadas de la comunidad latinx. Sí, leíste bien, latinx, con esa equis al final. No, no es una errata nuestra, sino una palabra que busca ser neutra entre el sustantivo femenino "latina" y el sustantivo masculino "latino". En español tenemos dos géneros gramaticales: el masculino, que es el género no marcado —o genérico—, y el femenino, que es el género marcado. Sin embargo, cada vez hay más personas que no se identifican con estas opciones de género (tanto como una construcción social como forma gramatical) y que quieren usar palabras sin una carga binaria de masculino o femenino. Pero el castellano no contempla como tal un pronombre neutro para ellos.

Hay muchas propuestas de diferentes colectivas, pero hoy hacemos referencia a una propuesta de la comunidad LGBTQ de ascendencia latinoamericana en Estados Unidos, cuyo origen digital data de 2007, según el diccionario de inglés Merriam-Webster, que la consigna como la alternativa no binaria de latina y latino, que se usa para hablar acerca de o describir algo que tiene herencia latinoamericana, sin una marca de género. La pronunciación que se recomienda es [latíneks].

Si bien en español también se usan la "x" o la "@" en algunos casos como alternativas no binarias, ambas opciones plantean dificultades para su adopción: "todxs" sería difícil de pronunciar y de concordar, dicen… y ni hablar de "tod@s". Muchas veces, se acaba leyendo como "todos" y de lenguaje inclusivo ya no tiene nada.

Nuestra realidad cambia constantemente y necesitamos palabras para nombrarla. Hoy, para quienes portan una identidad latina y no binaria, esa "x" puede ser mucho más que un recurso inclusivo: es toda una declaración.

El fuego consume la selva amazónica en Altamira, Brasil, el martes 27 de agosto de 2019. Los incendios en la Amazonía brasileña han provocado una protesta internacional por la preservación de la selva tropical más grande del mundo. (Foto AP / Leo Correa)
El fuego consume la selva amazónica en Altamira, Brasil, el martes 27 de agosto de 2019. Los incendios en la Amazonía brasileña han provocado una protesta internacional por la preservación de la selva tropical más grande del mundo. (Foto AP / Leo Correa)

¿Amazonas o Amazonía?

La selva tropical más grande del mundo, que esta semana ha ocupado las portadas de los diarios de todo el planeta por los incendios forestales que la consumen hace casi veinte días, es la Amazonía o Amazonia (la primera es más común en Perú, Ecuador y Venezuela), pero no el Amazonas. La región amazónica abarca zonas de Brasil, Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela y Ecuador, y el fuego de estos días ya ha llegado a áreas de Bolivia y Paraguay.

Amazonas, como muchos llaman a esta selva erróneamente, es en realidad el nombre de uno de los estados que conforman la República Federativa de Brasil, así como del río que tiene una extensión de 6400 kilómetros y es uno de los más largos del mundo.

Por eso es más preciso decir que hay incendios en la Amazonia o Amazonía, y no que hay incendios en el Amazonas, pues si bien el estado de Amazonas es uno de los sitios que están en llamas, también hay fuego en los estados brasileños de Pará y Rondônia. En lugar de estar rezando por el Amazonas, nuestras oraciones tendrían que extenderse a toda la región, así: #PrayForAmazonia.

Mujeres protestaron por feminicidios en Ciudad de México (Foto: Cuartoscuro)
Mujeres protestaron por feminicidios en Ciudad de México (Foto: Cuartoscuro)

Diamantina provocadora

El lunes 12 de agosto, distintos grupos de mujeres se dirigieron a la oficina de la Procuraduría General de Justicia en Ciudad de México para protestar en contra de la violencia sexual policiaca, pues hay una acusación de que cuatro oficiales presuntamente violaron a una joven de 17 años en la alcaldía de Azcapotzalco el 3 de agosto.

Con carteles en los que se leía "A mí me cuidan mis amigas, no la policía"; "Queremos caminar y volver a casa libres y sanas"; "No me cuidan, me violan" y "La policía viola", las manifestantes hicieron una batucada, se disfrazaron de policías, pintaron con aerosol paredes y vidrios y exigieron justicia. Afuera de su oficina, el secretario de Seguridad Ciudadana de la capital salió a "calmar los ánimos", pero cuando estaba rodeado de medios de comunicación y declaraba: "Yo estoy viendo aquí un clima muy radicalizado…", una activista le lanzó un polvo rosa brillante que en México conocemos como diamantina, pero que en Argentina llaman purpurina y en Colombia y Venezuela, escarcha.

(Vale hacer la mención de que "diamantina" y "brillantina" no son lo mismo, pues esta última es un "cosmético aceitoso y perfumado que sirve para dar brillo al cabello", como lo consigna el Diccionario del español de México).

La primera declaración de la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, fue que la manifestación era una provocación; ya después publicó un video en el que decía que su gobierno está comprometido con luchar contra la violencia sexual contra las mujeres. Jesús Orta, el secretario cubierto de brillitos magenta, solo alcanzó a afirmar que "se respetaría la objetividad" en la investigación. Sin embargo, fue la Fiscalía de Delitos contra la Violencia Sexual la que filtró el caso y dio a conocer el nombre de la víctima (lo que provocó la manifestación del lunes). Ayer se dio a conocer que la oficina del ministerio público correspondiente no siguió el protocolo en caso de violación por lo que las pruebas genéticas con las que se identificaría a los agresores se perdieron y el vocero de la Procuraduría de Ciudad de México dice que hay "inconsistencias" en la declaración de la víctima.

En México, nueve mujeres son asesinadas cada día; seis de cada diez mexicanas han vivido un incidente de violencia, y 41,3 por ciento de las mujeres en este país han sido víctimas de violencia sexual. La tarde del viernes 16 de agosto se realizarán protestas en distintas ciudades en contra de la violencia sexual hacia las mujeres; las convocatorias dicen: "Lleva tu diamantina rosa". En algunas ocasiones, no hay nada más revelador que el cambio de un contexto y el uso político para ver cómo se resignifican las palabras y los objetos. Hoy, en el contexto mexicano, ese polvo usado comúnmente para maquillaje o para la decoración de manualidades se ha convertido en otra cosa: hoy la diamantina es combativa.

La gente dejó flores cerca del Walmart donde 20 personas fueron asesinadas el sábado pasado. (Adriana Zehbrauskas / The New York Times)
La gente dejó flores cerca del Walmart donde 20 personas fueron asesinadas el sábado pasado. (Adriana Zehbrauskas / The New York Times)

¿Supremacista o nacionalista blanco?

El atentado terrorista del 3 de agosto en un Walmart en El Paso, Texas, ha conmocionado —con razón— a la comunidad latina en Estados Unidos y a las personas que viven del lado mexicano de la frontera. Además del desafío periodístico que supone cubrir un hecho de este tipo, el ataque nos enfrentó también a distintas discusiones sobre el uso del lenguaje, cuyos matices son fundamentales al momento de hablar del horror.

Una de las discusiones que enfrentamos como editores fue sobre la forma en que nombramos al conjunto de creencias que postula el hombre que ejecutó este atentado.

Eric Kaufmann, profesor de política en la Universidad de Birkbeck en Londres y quien ha estudiado durante años los movimientos de mayorías raciales, afirma que el nacionalismo blanco es la creencia de que la identidad nacional debe definirse a partir de la etnia blanca y que, por ello, las personas blancas deben mantener una mayor presencia demográfica y el dominio de la cultura y de la vida pública de un país. Kaufmann sostiene que hay una sutil diferencia entre el nacionalismo y el supremacismo blanco: los supremacistas tienen la creencia racista de que las personas blancas son superiores a las personas de otras razas; los nacionalistas quieren mantener el dominio político y económico, no solo mantenerse como el grupo mayoritario y conservar la hegemonía cultural. El manifiesto que se relaciona con el autor del atentado de El Paso se considera como uno de ideología nacionalista blanca.

Dentro de los límites del lenguaje, creemos que puede ser más adecuado en este caso hablar de nacionalismo blanco antes que de supremacismo blanco, porque el primero tiene implicaciones que pueden rastrearse de forma directa en las palabras que publicó el atacante antes del tiroteo.

Las palabras son la principal herramienta de comunicación de cualquier periodista. En The New York Times en Español nos tomamos muy en serio nuestra lengua y cómo la usamos: entendemos que el castellano es un idioma con muchas variantes, pero que entre los más de 570 millones de hispanohablantes en el mundo compartimos mucho más que lo que nos diferencia. ¿Quieres que revisemos un caso en particular? Puedes sugerir una palabra, una expresión o una duda para que la exploremos; escríbenos a comentarios@nytimes.com.
Paulina Chavira es editora en The New York Times en Español y está a cargo del manual de estilo. Escribe con regularidad sobre dudas de lenguaje y promueve el uso de la tilde. Puedes seguirla en Twitter en @apchavira.

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