Durante una conferencia virtual, el director de Emergencias Sanitarias de la OMS, Mike Ryan, señaló que, si bien es muy complicado predecir la manera en que evolucionará el virus, “debemos prepararnos para convivir con él. Puede convertirse en otro virus endémico y no desaparecer. Si encontramos una vacuna muy efectiva, podemos distribuirla a todo el que la necesite y podríamos tener una oportunidad de eliminar el COVID-19”.
Mientras las propias entidades internacionales van dibujando la ruta mientras circulan, atribuirse la posibilidad de reconocer cuál será el futuro de lo que viene en materia de coronavirus es casi pretender acertar la lotería. Hans Heesterbeek, Catedrático de Epidemiología Teórica de la Universidad de Utrecht, abre una posible ventana para esclarecer algunos escenarios posibles. “Según la experiencia con otras infecciones -explica-, hay pocas razones para creer que el SARS-CoV-2 desaparecerá pronto, incluso cuando las vacunas estén disponibles. Un escenario más realista es que se agregará a la familia (grande y creciente) de enfermedades infecciosas que se conocen como “endémicas” en la población humana”.
Un principio que abre algo de desazón en aquella idea soñada de volver a lo que se era antes de Wuhan.
La ola interminable
Cuando las expectativas estaban puestas en los “picos” de contagio, todo parecía hacer ver que trepar a la cima era ganar la batalla. Sin embargo, dos principios aparecieron para derrumbar esas ilusiones: los recontagiados (aquellos sujetos inmunes después de haber padecido la enfermedad, pero que se mantienen a salvo apenas por un par de meses) y las nuevas oleadas de nuevas cimas como si se tratara de una cordillera más que de una montaña aislada.
El hecho de que la gran mayoría de las personas sigan siendo susceptibles significa que hay suficiente combustible para que el fuego siga ardiendo durante bastante tiempo. Este será el caso incluso si ubicaciones específicas alcanzan lo que se conoce como inmunidad de población (o manada) (y no está claro aún que tan probable es que esto suceda). Este concepto implica que un virus comienza a debilitarse cuando la cantidad de personas infectadas es masiva o han sido vacunadas. Sin embargo, aún en un suceso como este, no se implica que su acción desaparecerá instantánea o completamente.
Ninguna medida de aislamiento es tan fuerte como para detener por completo la interacción humana entre regiones, dentro y entre países, o globalmente. Una prueba que ha sido claramente demostrada, a tal punto que la propia OMS ha puesto en duda si los confinamientos han sido una estrategia adecuada. Sin contar los daños colaterales que han resultado tan o más complejos como la propia enfermedad.
"También es posible que la propagación de una infección eventualmente se estabilice a un nivel constante de modo que esté presente en las comunidades en todo momento, posiblemente a una tasa relativamente baja, a veces predecible -advierte Heesterbeek. Esto es lo que queremos decir cuando decimos que “una enfermedad es endémica”.
Algunas infecciones están presentes y se propagan activamente en casi todas partes (como muchas infecciones de transmisión sexual e infecciones infantiles). Pero la mayoría de las infecciones son endémicas en partes específicas del mundo. Esto puede ocurrir cuando un control efectivo ha eliminado la infección en otros lugares, o porque las condiciones necesarias para una transmisión efectiva solo se pueden encontrar en lugares específicos. Este es el caso de la malaria y muchas otras infecciones transmitidas por mosquitos.
Hablar de números
En teoría, una infección se vuelve endémica si, en promedio, cada individuo infectado la transmite a otra persona. En otras palabras, cuando el número de reproducción (R)=1. En comparación, durante una epidemia cuando la propagación de la enfermedad está aumentando, R es más de 1, y cuando la propagación disminuye mediante medidas de control o inmunidad de la población, R es menos que 1.
En la práctica, hay una serie de patrones que se pueden observar en las enfermedades endémicas. Algunos pueden existir en niveles bajos durante todo el año, mientras que otros pueden mostrar períodos de mayor transmisión intercalados con períodos de baja transmisión. Esto podría suceder si los factores estacionales influyen en la cantidad de contacto que las personas tienen entre sí, su susceptibilidad a la enfermedad u otros organismos que la propagan, como los insectos.
Mientras haya un suministro suficiente de personas aún susceptibles a la enfermedad para que cada persona infectada se la transmita, ésta seguirá propagándose. Este suministro se puede reponer de varias formas, según las características de la enfermedad.
Un documento publicado por un equipo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston, afirma que la infección endémica por coronavirus podría asociarse con COVID-19 menos grave.
En las enfermedades que dan inmunidad permanente después de la infección (que no sería aún, de acuerdo a los estudios presentados, el caso del COVID-19), cada recién nacido es susceptible después de que desaparece la inmunidad obtenida de la madre. Es por eso que las infecciones infantiles como el sarampión son endémicas en muchas partes del mundo donde la tasa de natalidad es lo suficientemente alta.
En las enfermedades que solo otorgan inmunidad temporal a través de una infección natural, las personas pierden esa protección inmunológica para volverse susceptibles nuevamente. Un virus o una bacteria también pueden evadir la memoria inmunológica por mutación, de modo que las personas con inmunidad a una cepa más antigua se volverán susceptibles a la nueva versión de la enfermedad. La influenza es un buen ejemplo de esta situación.
“Todavía no sabemos cuánto tiempo durará la inmunidad contra la infección por COVID-19 -explica Heesterbeek-, o qué tan buenas serán las vacunas para proteger a las personas. Pero otros coronavirus que son endémicos en la población humana, como los que causan resfriados, solo confieren inmunidad temporal de aproximadamente un año”.
Otro análisis relevante es que las personas con inmunidad, ya sea por infección o vacunación, rara vez se distribuyen de manera uniforme en su comunidad, y mucho menos en el mundo. Ciertamente, en el caso de COVID-19, hay áreas donde la infección se ha extendido más intensamente y otras que se han salvado relativamente. Sin una distribución uniforme, no hay inmunidad de la población incluso si se han vacunado suficientes personas para alcanzar el umbral necesario previsto.
En estos casos, el R promedio puede ser lo suficientemente bajo como para que la infección esté bajo control, pero en los focos desprotegidos estará muy por encima de 1. Esto conduce a brotes localizados y permite que la enfermedad siga siendo endémica. Continúa propagándose de un lugar a otro, sembrado por algunos lugares donde la densidad de población y la interacción son lo suficientemente altas y la protección lo suficientemente baja como para mantener la transmisión.
El sueño del barbijo en el cesto
La manera en que conviviremos con COVID-19 en el momento en que se convierta en endémico dependerá de qué tan buenas sean las vacunas y los tratamientos un poco más certeros que se establezcan. Una posibilidad es que puedan evitarse o acompañarse los casos más serios, de modo de transformar la enfermedad es una dolencia transitable de manera previsible.
Dependiendo de si la inmunidad, ya sea por infección natural o por vacunación, es permanente o temporal, es posible que, como ocurre con la vacuna de la gripe, por ejemplo, se requieran actualizaciones anuales de aplicaciones actualizadas a las mutaciones del virus. O podría controlarse mediante la vacunación a una edad que se estime óptima de manera preventiva. Esto sigue en duda, tal como expresan muchos investigadores. De hecho, recientemente un estudio de un equipo del Laboratorio de Virología Experimental del Departamento de Microbiología Médica y Prevención de Infecciones del Instituto de Infección e Inmunidad de Ámsterdam aseguró que la inmunidad protectora contra el coronavirus estacional es de corta duración.
“Si las vacunas no solo protegen la enfermedad clínica -sentencia Heesterbeek-, sino que también reducen considerablemente la transmisión y confieren inmunidad duradera, podemos imaginar otros escenarios, como la posible erradicación de la enfermedad. Pero, de manera realista, esto es poco probable. La erradicación es notoriamente difícil, incluso para las enfermedades para las que tenemos vacunas casi perfectas e inmunidad permanente. Por tanto, la enfermedad endémica es el resultado más probable”.
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