La propuesta del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, de actuar como mediador entre Estados Unidos y la dictadura de Venezuela irrumpió en el escenario diplomático en un momento de creciente tensión militar en el Caribe. Durante una reunión bilateral celebrada en Malasia, Lula ofreció al presidente estadounidense, Donald Trump, su intermediación para buscar una salida negociada al conflicto, en un contexto marcado por el despliegue de buques de guerra estadounidenses y la intensificación de operaciones antidrogas en la región.
De acuerdo con el ministro de Asuntos Exteriores de Brasil, Mauro Vieira, Lula subrayó ante Trump la importancia de preservar la paz en América Latina y Sudamérica, y se mostró dispuesto a servir de interlocutor con Venezuela.
“Lula ha planteado el tema y ha dicho que América Latina y América del Sur, específicamente donde estamos, es una región de paz y se ha ofrecido a ser un contacto, a ser un interlocutor, como ya lo ha sido anteriormente, con Venezuela para buscar soluciones que sean mutuamente aceptables y correctas entre los dos países”, manifestó el jefe de la diplomacia brasileña.
La reunión celebrada entre ambos presidentes en Malasia, que se extendió por cerca de 50 minutos, tuvo como eje principal la discusión sobre los aranceles impuestos por Estados Unidos. Aunque el gobierno brasileño priorizó la crisis venezolana en su agenda, Trump declaró antes del encuentro que Venezuela no figuraba entre los temas a tratar. Lula y su equipo, sin embargo, insistieron en la urgencia de abordar la situación, argumentando que una intervención militar estadounidense en Venezuela podría desestabilizar la región y afectar directamente a Brasil.
Desde la Casa Blanca, la postura de la administración Trump respecto a Venezuela y la mediación propuesta por Lula se mantuvo distante. El propio Trump, en declaraciones previas a la reunión, minimizó la relevancia del tema venezolano en la agenda bilateral.
En los últimos días funcionarios estadounidenses han endurecido su discurso en torno a la lucha contra el narcotráfico en América Latina. Stephen Miller, subjefe de Gabinete y asesor de Seguridad Nacional, afirmó que el gobierno considera a los narcotraficantes como “terroristas” y advirtió que “los van a matar”. Miller, al ser consultado sobre la posibilidad de enviar tropas estadounidenses a Venezuela, reiteró que el Departamento de Guerra evalúa estrategias para combatir el narcotráfico y el terrorismo en el hemisferio occidental, aunque evitó ofrecer detalles concretos.
Trump anunció la ampliación de la campaña antidrogas de su gobierno con operaciones terrestres, sin especificar en qué países se llevarían a cabo. “La tierra será lo siguiente”, aseguró el mandatario republicano antes de partir hacia Malasia, acompañado por el secretario del Departamento de Guerra, Peter Hegseth, a quien instruyó informar al Congreso sobre la nueva fase de la ofensiva. Trump ironizó sobre la posibilidad de que el Congreso rechace estas estrategias, preguntando si preferirían “no detener el flujo de drogas”.
La escalada militar estadounidense se ha materializado en el despliegue del portaaviones Gerald Ford, el mayor de la flota, en el mar Caribe. El Pentágono informó que esta operación responde a una directiva presidencial y tiene como objetivo “desmantelar las Organizaciones Criminales Transnacionales y contrarrestar el narcoterrorismo en defensa de la Patria”.
Sean Parnell, portavoz del Pentágono, detalló en un comunicado que la presencia reforzada en el área del Comando Sur de Estados Unidos ampliará la capacidad para detectar, monitorear e interrumpir actividades ilícitas que amenazan la seguridad nacional y la estabilidad hemisférica. El grupo de ataque del Gerald Ford se suma a una fuerza ya desplegada en la región desde septiembre, que incluye tres buques de asalto y transporte anfibio, cazas F-35B, aeronaves de patrulla P-8 y drones MQ-9, con base operativa en Puerto Rico.

Desde la perspectiva del gobierno brasileño, la motivación para ofrecer la mediación radica en la preocupación por el impacto que una intervención militar podría tener en la estabilidad regional y en la propia seguridad de Brasil. Lula criticó los ataques estadounidenses contra embarcaciones en el Caribe y defendió la necesidad de una cooperación internacional basada en el diálogo entre las fuerzas policiales y los ministerios de justicia de los países involucrados. El mandatario brasileño advirtió que la tendencia a intervenir militarmente en otros territorios pone en riesgo el respeto a la soberanía nacional y puede sentar un precedente peligroso para la región.
El trasfondo de esta crisis se remonta a la intensificación de las operaciones militares estadounidenses en el Caribe y el Pacífico oriental, con la destrucción de embarcaciones sospechosas de tráfico de drogas y el despliegue de fuerzas navales y aéreas. El Pentágono ha justificado el refuerzo militar como una medida para proteger la seguridad nacional y combatir el narcotráfico.
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