
La contaminación por “químicos eternos” alcanzó los lugares más remotos del planeta, según un reciente estudio de Lancaster University publicado en ACS Environmental Au.
Investigadores detectaron la presencia de 22 compuestos diferentes de per- y polifluoroalquilos (PFAS) en muestras de hígado de aves marinas subantárticas del Océano Austral, lo que demuestra el alcance mundial de estos contaminantes.
El hallazgo abarca tanto sustancias prohibidas desde hace años como nuevos compuestos sustitutos, generando preocupación sobre la eficacia actual de las regulaciones internacionales.

La investigación en aves subantárticas
El grupo de Lancaster University, en conjunto con el British Antarctic Survey y el Centre for Environment, Fisheries and Aquaculture Science (CEFAS), analizó muestras de albatros de ceja negra, petrel buceador común y petrel de mentón blanco, recolectadas entre 2004 y 2014 en las Islas Malvinas y Georgia del Sur.
A pesar de habitar zonas apartadas de fuentes industriales, todas las especies estudiadas presentaron contaminación por PFAS. Los perfiles químicos hallados en los hígados resultaron sorprendentemente parecidos entre especies, con el ácido perfluorooctano sulfónico (PFOS) aportando cerca del 80% de los compuestos detectados, seguido de los ácidos perfluoroalquil carboxílicos (PFCAs) con cerca del 15%.
La investigación se basa en el análisis de una lista objetivo de 39 contaminantes, de los cuales 22 se detectaron efectivamente en las muestras.
“Las aves marinas pueden usarse como bioindicadores de la contaminación marina”, afirmó el Dr. Andrew Sweetman, y agregó que “su exposición revela procesos de acumulación de estos compuestos en los ecosistemas que habitan”.
Los resultados refuerzan la evidencia de que la contaminación por PFAS no se restringe a regiones industrializadas, sino que afecta también a ecosistemas aparentemente prístinos.

Compuestos emergentes y rutas de transporte
El análisis reveló la detección, junto a compuestos prohibidos como el PFOS, de sustancias emergentes y sustitutos recientes como HFPO-DA (GenX) y ADONA, además de ácidos perfluoroalquil de cadena corta.
Si bien estos nuevos compuestos aparecieron en concentraciones muy bajas y, en su mayoría, por debajo del límite de cuantificación, su presencia confirma el transporte a larga distancia de contaminantes, impulsado tanto por corrientes oceánicas como por precursores transportados atmosféricamente.
Según el estudio, el patrón casi idéntico de contaminación en todas las especies y regiones indica un origen compartido y rutas de bioacumulación similares, posiblemente alimentadas por la actividad industrial y agrícola del subcontinente sudamericano y su dispersión global a través del océano Atlántico sur.
El componente dominante, el PFOS, suele encontrarse en aguas del Atlántico sur, reflejando su persistencia ambiental y acumulación en redes alimentarias. A pesar de las diferencias dietarias, tróficas y migratorias entre especies, no se observaron grandes diferencias en los perfiles de contaminación, lo que sugiere la influencia predominante de factores ambientales globales y no solo alimentarios o comportamentales.

Desafíos regulatorios y llamada a la acción
La presencia simultánea de PFAS prohibidos y sustitutos en estos ecosistemas remotos demuestra que las actuales restricciones químico por químico, como las impuestas por el Convenio de Estocolmo, resultan insuficientes para frenar la llegada de nuevos contaminantes.
Imogen Bailes, autora principal y doctoranda en Lancaster University, señaló: “Este estudio muestra la exposición y acumulación tanto de PFAS prohibidos como emergentes en tres especies de aves marinas subantárticas, lo que resalta el valor de la biomonitorización en ambientes remotos”.
Los científicos advierten que la persistencia y el transporte de los PFAS a gran escala requieren un enfoque regulatorio más integral. Limitarse a prohibir compuestos individuales no bastará para proteger la vida silvestre y la salud de los ecosistemas.
Proponen la implementación de regulaciones globales que aborden toda la familia de estos contaminantes, junto con un monitoreo consistente y nuevas investigaciones para comprender y mitigar el impacto ambiental de los PFAS.
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