
El impacto humano en los ecosistemas marinos creció a un ritmo acelerado durante décadas, impulsado por factores como la pesca, la contaminación y el cambio climático. Lejos de ser fuentes inagotables, los océanos demuestran vulnerabilidad frente a estas presiones, lo que pone en riesgo tanto la biodiversidad como los beneficios que ofrece a la humanidad, desde la alimentación hasta la protección costera.
Esta preocupación llevó a investigadores del National Center for Ecological Analysis and Synthesis (NCEAS) de la Universidad de California, Santa Bárbara (UCSB), junto con el Institute for Coastal and Marine Research de la Universidad Nelson Mandela, a publicar un nuevo estudio en la revista Science. El trabajo, liderado por el ecólogo marino y director del NCEAS Benjamin Halpern, ofrece proyecciones globales inéditas sobre la magnitud futura de los impactos humanos. Los resultados anticipan transformaciones contundentes en la salud de los océanos para mediados de este siglo.
Ecosistemas marinos: entre la resistencia y el límite
“Nuestro impacto acumulado en los océanos, que ya es considerable, se duplicará para 2050, en tan solo 25 años. Es preocupante. Y es inesperado, no porque los impactos vayan a aumentar —lo cual no es sorprendente—, sino porque aumentarán muchísimo y a gran velocidad”, indicó Halpern en un comunicado de la UCSB.
El estudio revela que los impactos acumulados de las actividades humanas en los hábitats marinos incrementarán entre 2,2 y 2,6 veces a nivel global para mediados de siglo, según el escenario climático considerado. Esto representa no solo una intensificación, sino también una expansión de las áreas gravemente afectadas. Las regiones costeras, que actualmente presentan los niveles más altos de impacto, seguirán soportando la mayor carga. Sin embargo, el análisis advierte que las zonas offshore experimentarán el incremento más acelerado, en especial en regiones ecuatoriales.

Las proyecciones para las zonas tropicales son especialmente críticas, con un aumento que podría triplicarse hacia 2041–2060. Por su parte, los polos, que ya presentan impactos elevados, tendrán aumentos de 1,7 a 2,5 veces respecto a los niveles actuales y seguirán siendo las zonas del planeta con mayores impactos acumulados por su ubicación geográfica.
En términos de impactos específicos, el calentamiento oceánico y la pérdida de biomasa pesquera surgen como los motores principales del deterioro futuro. La investigación aclara: “Los mayores contribuyentes generales a los impactos acumulativos futuros provienen del calentamiento de los océanos (temperaturas superficiales y bentónicas) y la pérdida de biomasa debido a la pesca“.
A esto se añaden factores como la acidificación, la contaminación por nutrientes y el aumento del nivel del mar, que afectan especialmente a hábitats cercanos a la costa, como las marismas salinas, manglares y pastos marinos.
El análisis de vulnerabilidad de países señala que muchos con alta dependencia de recursos marinos, como Togo, Ghana y Sri Lanka, enfrentarán los mayores incrementos en presiones y consecuencias económicas y sociales directas.
¿Cómo se reveló el destino de los mares?

“Se hizo seguimiento de un problema a la vez, pero no de todos juntos. Más importante aún, existía la sensación generalizada de que el océano es tan grande que el impacto humano no podía ser tan grave. El artículo anterior nos dice dónde estamos; el artículo actual nos dice hacia dónde nos dirigimos”, manifestó Halpern.
El equipo empleó los conjuntos de datos más exhaustivos jamás utilizados para mapear la extensión actual y las proyecciones a futuro (2041–2060) de diez presiones antropogénicas en el océano. Estas abarcan cinco categorías: clima (temperatura del agua, índice de calor del aire, aumento del nivel del mar), química oceánica (acidificación, oxígeno disuelto), factores terrestres (aportación de nutrientes, contaminación lumínica, densidad de población costera), productividad primaria neta y pesca (pérdida de biomasa).
La resolución espacial alcanzada por el estudio es de 10 km, lo cual permite identificar diferencias marcadas entre hábitats costeros y marinos. Sobre esta base, se evaluó el grado de superposición entre la distribución de 20 tipos de hábitats y las distintas presiones, incorporando la vulnerabilidad específica de cada uno.
El análisis incluyó dos escenarios climáticos principales, utilizados por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC): SSP2-4.5 (“camino intermedio”, representa políticas de mitigación moderadas) y SSP5-8.5 (“desarrollo impulsado por combustibles fósiles”, escenario extremo de altas emisiones). El puntaje de impacto acumulativo fue el indicador clave empleado, y señala que valores iguales o superiores a uno implican que los hábitats de esa ubicación difícilmente podrán mantenerse en su estado actual.

Los autores reconocen limitaciones metodológicas, como la imposibilidad de mapear presiones futuras relacionadas con ruido, especies invasoras, plásticos marinos o construcción de infraestructuras offshore por ausencia de datos globales. Sin embargo, destacan que sumar la mayor cantidad posible de presiones ofrece un diagnóstico robusto y útil para la planificación estratégica.
¿Qué estrategias de mitigación recomiendan los expertos?
Los resultados de la investigación muestran la urgencia de abordar el manejo del océano de manera integral y de diseñar políticas que apunten a reducir en simultáneo varias presiones, en lugar de acciones aisladas sobre problemas individuales. El estudio remarca: “Minimizar los aumentos proyectados en los impactos acumulativos requerirá políticas y gestión diseñadas para reducir los efectos del cambio climático y mejorar la gestión pesquera en la mayoría de los países“.
Para los planificadores y responsables de políticas públicas, disponer de mapas detallados de impactos acumulativos resulta una herramienta central para anticipar riesgos y orientar esfuerzos donde serán más efectivos. Así, priorizar la gestión de hábitats altamente impactados, como marismas salinas y manglares, o centrarse en los principales motores del daño, que son el calentamiento y la sobrepesca, puede mejorar considerablemente la salud futura de los océanos y la resiliencia de las comunidades que dependen de ellos.

Los autores subrayan que reducir cualquier presión será valioso para fortalecer la resiliencia de los ecosistemas ante el resto de los factores adversos. Si bien existe incertidumbre inherente a cualquier proyección, contar con análisis de este alcance permite delinear escenarios de referencia contra los cuales comparar alternativas de gestión y políticas futuras.
La publicación concluye que aún estamos a tiempo de modificar este curso, pero solo si se adoptan acciones coordinadas, estratégicas y ambiciosas. “Poder anticipar el futuro es una herramienta de planificación sumamente poderosa. Aún podemos alterar ese futuro; este artículo es una advertencia, no una receta”, finalizó Halpern.
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