Pura sensación: la retrospectiva de Malévich con la que Proa festeja sus 20 años

Por primera vez llegan al país y a América Latina las obras del pintor suprematista ruso que revolucionó el arte moderno. Desde este domingo, pueden verse en La Boca

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Mientras el museo Malba celebra por estos meses sus 15 años de existencia con la muestra de Yoko Ono, en el barrio de La Boca ya está todo listo para la inauguración, este domingo en la Fundación Proa, de una retrospectiva de igual o mayor relevancia dentro del arte moderno: la que trae por primera vez al país y a América Latina los cuadros del pintor ruso Kazimir Malévich, creador del suprematismo y uno de los artistas más influyentes del siglo XX. Con esa apuesta, que incluye más de 50 cuadros, decidió el espacio de arte contemporáneo emplazado frente al Riachuelo celebrar su vigésimo aniversario.

La exhibición estaba programada para fines de julio, pero un problema legal impidió la salida de las obras que pertenecen al Museo del Estado ruso, según explicó la directora de Proa, Adriana Rosenberg. Las razones detrás de esa demora son más que curiosas. Involucran un escándalo político con quien fuera el hombre más rico de Rusia, Mikhail Khodorkovsky, antes de que Vladimir Putin expropiara sus bienes y lo enviara a prisión hace más de una década. Ya libre, el magnate petrolero de la extinta Yukos, quien ayudó a repatriar una larga serie de obras de arte que salieron del país tras la Revolución, amenaza con embargar los bienes del Estado para recuperar su fortuna. Fue necesaria la firma del ministro de Cultura, Pablo Avelluto, para destrabar la negociación y garantizar que las obras estarán a salvo.

Durante más de medio siglo, una gran parte de la obra de Malévich permaneció a la sombra de Occidente y casi olvidada en su suelo natal, motivo acaso suficiente para que su fama no se extendiera. La influencia que ejerció, no obstante, ha sido clara en tanto uno de los precursores del arte abstracto. Su Cuadrado negro sobre fondo blanco es un hito que "cambia la percepción de todo el arte del siglo XX", según las palabras de la curadora Evgena Petrova. Y es que significó un quiebre total con la entera tradición del arte figurativa. Sobre la superficie plana del cuadro no quedan ya rastros de figuras del mundo exterior, tan solo un desierto "donde nace algo nuevo y desconocido". El pintor comprende entonces que no habrá de perseguir más los objetos de la naturaleza, el verdadero valor de su arte reside en la sensibilidad que expresa.

Cuadrado negro, ca.1923, una obra clave del arte moderno
Cuadrado negro, ca.1923, una obra clave del arte moderno

Para entender mejor el origen de esta obra característica del suprematismo hay que remontarse a 1913. En una velada futurista en el Luna Park de San Petersburgo, junto a una pieza de Vladimir Mayakovski se presenta La victoria sobre el sol, una ópera escrita por Velimir Jlébnikov y Alexei Kruchenij en zaum, un raro lenguaje vacío de significado –aunque pretendidamente universal– que inventaron los poetas para destacar la potencia sonora de las palabras, lo que implicó romper todo lazo con aquello que designan. Ininteligible para el público, la ópera no fue muy bien recibida pero fue el puntapié para la representación sin objetos del suprematismo. Malevich participó del armado de la obra diseñando el vestuario y la escenografía y allí se materializó por primera vez, sobre un telón, su Cuadrado negro. La victoria sobre el sol será recreada en la exhibición que llega a la Argentina, con los 15 trajes que Malévich diseñó y además será proyectado un video de esta pieza en el auditorio de Proa.

Kazimir Malévich en su Autorretrato (“Artista”), de 1933.
Kazimir Malévich en su Autorretrato (“Artista”), de 1933.

Contemporáneo también de los formalistas rusos, aquel grupo influyente de críticos literarios que se interrogó por lo específico de la literatura, Malevich indagó por su parte en el lenguaje pictórico y buscó en sus cuadros el grado cero, aquel punto más allá del cual dejaban de ser arte. De ahí que comenzara a reducir la pintura a sus elementos básicos: cuadrados, círculos, líneas, y una paleta limitada a los contrastes de colores primarios. Sus preocupaciones estéticas fueron también plasmadas en dos libros que publicó alrededor de 1915, Del cubismo y el futurismo al suprematismo y El mundo no objetivo, donde introdujo las bases de su arte. Allí definió al suprematismo que, como su nombre indica, buscó ser un movimiento superior a todo el arte del pasado a partir de su énfasis en la sensibilidad plástica que producen sus colores y formas puras.

Caballería roja, 1928-1932
Caballería roja, 1928-1932

El espíritu rupturista de los suprematistas fue bienvenido durante los primeros años soviéticos. La idea del hombre nuevo recorría el arte de las vanguardias desde antes de la Revolución, y una vez realizada, Malévich puso su mejor empeño en la construcción de un arte socialista, no solo a través de sus cuadros, sino de la integración con la arquitectura, el diseño gráfico, la escultura y las artes decorativas; y a través de la enseñanza, como director de UNOVIS (abreviación en ruso de Los defensores del nuevo arte), una asociación suprematista de estudiantes, profesores y artistas. Sin embargo, cuando el realismo socialista se impone como doctrina, el movimiento es atacado y desplazado sin más opción que adaptar sus temas.

Mujer campesina, ca.1930
Mujer campesina, ca.1930

Había comenzado la última etapa de Malévich, que fue vista como un regreso a la figuración. Sin embargo no abandonó su estilo, como se observa en los retratos de campesinos y deportistas, que siguen siendo abstractos. En mayo de 1930, le escribe a su amigo Kiril Shutkó: "Sé bien que, a pesar de las calumnias de mis enemigos, mis obras vendrán a reemplazar el viejo arte". Muere –de cáncer, en 1935– con esa convicción, y acompañado en su tumba por un cubo blanco coronado por un cuadrado negro.

Estudio para pintura al fresco. Autorretrato, 1907
Estudio para pintura al fresco. Autorretrato, 1907