
Casi a diario, en miles de hogares, la problemática de los insectos es una constante. Ante esta situación, el descubrimiento de genes y vías de señalización responsables de la muerte inducida por estrés en insectos ofrece nuevas oportunidades en el campo de la biotecnología y, en especial, el control de plagas.
Un equipo de científicos de la Universidad de Tsukuba descifró el papel esencial del gen Phaedra1 (Phae1) en la determinación de la muerte inducida por estrés en Drosophila melanogaster, la mosca de la fruta.
Este proceso está regulado por el factor de transcripción Zeste y la vía de señalización mTOR. Los hallazgos se publicaron en Proceedings of the National Academy of Sciences y fueron difundidos por la universidad japonesa.

Durante décadas, el fenómeno de la muerte inducida por estrés fue objeto de intenso estudio en biología. Aunque se sabía que organismos como los insectos pueden resistir diversos niveles de estrés ambiental —temperaturas extremas, radiación ultravioleta, exposición a pesticidas—, los mecanismos genéticos precisos que marcan el límite entre la supervivencia y la muerte no estaban bien definidos.
El equipo encabezado por Takashi Matsumura, Masasuke Ryuda y Hitoshi Matsumoto empleó la mosca de la fruta como modelo experimental para abordar este desafío y consiguió identificar los genes y rutas biológicas que orquestan la respuesta ante condiciones letales.
El hallazgo fundamental de este trabajo reside en el descubrimiento de que Phae1 es un gen que se activa de manera específica solo bajo condiciones de estrés extremo, como el calor intenso, el frío extremo, la escasez de agua, falta de alimento o exposición a pesticidas.

Según la University of Tsukuba, “Phae1 activa una proteína esencial para la muerte celular en neuronas, lo que induce la muerte del individuo”.
Los experimentos realizados por el grupo evidenciaron que la expresión de Phae1 aumentó sustancialmente frente a estos desafíos y que su actividad resultó decisiva para determinar si un insecto sobrevive o muere bajo condiciones adversas.
El control genético de la expresión de Phae1 se encuentra bajo la supervisión del factor de transcripción Zeste. Mediante técnicas avanzadas de edición genética y ensayos de interacción proteína-ADN, los científicos demostraron que Zeste se adhiere a una región específica del ADN que regula Phae1, favoreciendo su activación durante situaciones de estrés biológico significativo. Más arriba en la jerarquía de este proceso aparece la vía de señalización mTOR, que actúa como regulador maestro.

La inhibición de mTOR —ya sea de manera farmacológica, como con rapamicina, o mediante manipulación genética— produjo un descenso en la expresión tanto de Zeste como de Phae1, lo que se tradujo en mejores tasas de supervivencia entre los insectos sometidos a estrés letal. Tal como subraya la University of Tsukuba: “La reducción específica neuronal de la función de mTor suprime la expresión de zeste y Phae1 y aumenta la supervivencia tras exposición a estrés letal”.
Los estudios de manipulación genética realizados por el equipo reforzaron la relevancia funcional de estos genes. Al reducir los niveles de Phae1 en neuronas utilizando interferencia por ARN, se observó una disminución significativa en las tasas de muerte celular y una mayor supervivencia frente al estrés térmico.
Por el contrario, la sobreexpresión de Phae1 o de Zeste en fondos genéticos que normalmente eran resistentes a estos factores externos restableció la vulnerabilidad a la muerte por estrés. Además, la inhibición de mTOR en neuronas provocó una reducción tanto de Zeste como de Phae1 y mejoró la tolerancia a condiciones letales, todo ello sin modificar los niveles generales de proteínas en las células, lo cual excluye la posibilidad de que los efectos observados sean consecuencia de alteraciones globales en la síntesis proteica.

La importancia de estos descubrimientos no se limita a su valor puramente académico. Comprender de manera detallada cómo el eje mTOR-Zeste-Phae1 regula la muerte inducida por estrés, tiene implicaciones prácticas en la agricultura, la protección contra plagas y el desarrollo de organismos más resistentes a condiciones ambientales implacables.
Identificar con precisión las rutas que activan la muerte celular programada otorga herramientas para el diseño de nuevas estrategias biotecnológicas dirigidas a contener las plagas agrícolas o, por el contrario, a fomentar la supervivencia de insectos beneficiosos en entornos hostiles.
La elucidación de estos mecanismos ayuda a explicar cómo los insectos y potencialmente otros organismos complejos deciden, a nivel molecular, cuándo cruzar el umbral entre la adaptación y la muerte en respuesta a factores de estrés extremo. Se abre así una línea de investigación para descubrir genes análogos o vías evolutivamente conservadas en otras especies, incluidos vertebrados.
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