
La exploración espacial ha llevado a la humanidad a enfrentar desafíos inéditos, muchos de ellos relacionados con la adaptación de procedimientos médicos en condiciones donde las reglas de la gravedad dejan de aplicarse. Uno de los ejemplos más claros es la reanimación cardiopulmonar (RCP) en microgravedad, una tarea que, lejos de ser rutinaria como en la Tierra, impone exigencias extremas tanto para el cuerpo humano como para la tecnología.
En la superficie terrestre, la RCP depende del peso y la fuerza del rescatista para comprimir el pecho del paciente, una acción que busca mantener la circulación sanguínea hasta que el corazón vuelva a latir. Sin embargo, en la microgravedad del espacio, el peso deja de tener relevancia, lo que convierte la maniobra en un reto considerable. Los astronautas deben emplear técnicas que, a pesar de su creatividad, distan mucho de ofrecer la misma eficacia que en el entorno terrestre.
El protocolo actual de la Estación Espacial Internacional
Ante la ausencia de gravedad, la NASA ha establecido un protocolo específico para la RCP en la Estación Espacial Internacional (EEI). Este procedimiento exige que el astronauta que realiza la maniobra se coloque entre dos superficies duras junto al paciente. Una de las técnicas más usadas requiere hacer el pino sobre el pecho de la persona afectada y empujar contra las paredes con las piernas, de tal manera que se generen las compresiones necesarias para movilizar la sangre.
Este protocolo, aunque ingenioso, resulta sumamente exigente desde el punto de vista físico y logístico. Hay que coordinar a la perfección el posicionamiento del rescatista y aprovechar al máximo los pocos apoyos estables que ofrece el ambiente de microgravedad. Además, no todos los tripulantes cuentan con la complexión física ni la destreza atlética requeridas. A esto se añade el estrés que implica cualquier emergencia en el espacio, donde los márgenes de error son mínimos y las consecuencias pueden ser fatales.
Investigación de métodos alternativos: la apuesta por máquinas de compresión torácica

Conscientes de estas dificultades, investigadores de la Universidad de Lorena (Francia) liderados por Nathan Reynette han buscado alternativas más eficaces para practicar la RCP en situaciones de microgravedad. El equipo llevó a cabo pruebas en un Airbus A310 modificado para vuelos parabólicos, capaces de recrear períodos breves —unos 22 segundos— de microgravedad.
El objetivo consistía en comparar varios métodos manuales de RCP, como los usados actualmente en la EEI, con tres tipos de máquinas de compresión torácica. Estos dispositivos, que ya encuentran aplicación en entornos terrestres donde el espacio es reducido, como los helicópteros de ambulancia aérea, pueden ofrecer compresiones automáticas y constantes, reduciendo la carga física sobre el rescatista y minimizando posibles errores humanos.
Ventajas del método mecánico sobre el manual
Las pruebas se llevaron a cabo con un maniquí de entrenamiento especialmente preparado para medir la profundidad de las compresiones torácicas, un parámetro considerado básico para la efectividad de la RCP. El Consejo Europeo de Resucitación recomienda alcanzar al menos 50 milímetros de profundidad en cada compresión para garantizar la circulación.
En el estudio, el mejor de los dispositivos mecánicos logró una media de 53 milímetros, superando con holgura el umbral de eficacia. Por el contrario, el método manual conocido como “parada de manos”, similar al protocolo de la EEI, solo alcanzó una media de 34,5 milímetros, evidenciando sus limitaciones en condiciones de microgravedad. Estos resultados respaldan la idea de que la tecnología puede desempeñar un papel central en la protección de la vida de los astronautas durante las misiones espaciales.
Los resultados de la investigación se presentarán en el próximo Congreso de la Sociedad Europea de Cardiología que tendrá lugar en Madrid el 31 de agosto. El equipo espera que sus hallazgos puedan influir en la revisión futura de los protocolos internacionales de RCP en el espacio.

Opiniones de expertos y futuro de la atención médica en el espacio
Especialistas como Aaron Parkhurst, del University College de Londres, reconocen que el protocolo actual de la EEI es muy difícil de ejecutar y que las máquinas estudiadas suponen una mejora significativa. Para Parkhurst, a medida que los viajes espaciales se vuelvan más comunes y la selección de tripulaciones sea más inclusiva, aumentará también el riesgo de episodios cardíacos en órbita. Factores como el propio estrés del lanzamiento y los efectos a largo plazo de la microgravedad sobre el corazón hacen probable la eventual necesidad de intervenciones de emergencia.
Por ahora, la NASA aclara que la RCP manual sigue siendo el procedimiento estándar a bordo de la EEI, aunque la agencia monitorea de cerca todos los avances y estudios emergentes sobre la materia. La perspectiva de realizar misiones tripuladas más allá de la Luna, como las futuras expediciones a Marte, hace aún más urgente la adaptación de tecnologías y procedimientos médicos que garanticen la seguridad de los astronautas frente a emergencias imprevistas.
En este escenario, la investigación sobre dispositivos mecánicos de compresión torácica marca un avance que podría transformar las prácticas clínicas en el espacio en los próximos años.
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