Brasil ya es el vértice del huracán del coronavirus: ¿Podrá sobrevivir Jair Bolsonaro?

Como consecuencia de la actitud negacionista del presidente, el gigante sudamericano está sumido en una de las crisis sanitarias más graves de las que se registran en el planeta por la pandemia.

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El presidente Jair Bolsonaro llevó a Brasil a una crisis sanitaria, política y económica sin precedentes. Como su colega, Trump, propicia el uso de la peligrosa droga mefloquina como método para prevenir el coronavirus. REUTERS/Adriano Machado
El presidente Jair Bolsonaro llevó a Brasil a una crisis sanitaria, política y económica sin precedentes. Como su colega, Trump, propicia el uso de la peligrosa droga mefloquina como método para prevenir el coronavirus. REUTERS/Adriano Machado

Brasil es ya el segundo país del mundo con más casos detectados de coronavirus, después de Estados Unidos, y el quinto en número de muertes por la pandemia, de acuerdo al recuento que hace la universidad Johns Hopkins. Cifras extraoficiales hablan de una situación aún mucho más grave, con más de un millón de infectados y miles de muertos no contabilizados. Ya superó la barrera de los 1.000 muertos por día. Un estudio del Imperial College de Londres encuentra en Brasil la tasa de contagio más alta para Covid-19 en el mundo: cada persona lo transmite a otras tres. Y todavía no se alcanzó el pico de la pandemia. Las proyecciones fluctúan, pero existe cierto consenso de que el máximo de contagios se alcanzará a fines de mayo y el de los muertos en junio. Todo esto en un contexto de negacionismo de la gravedad de la situación impulsado por el propio Jair Bolsonaro, quien está perdiendo en forma acelerada el apoyo que tuvo para llegar a la presidencia y la gran mayoría de los brasileños culpa de lo que está sucediendo. Bolsonaro se encuentra en el medio de una “tormenta perfecta” de tres frentes: graves crisis política, económica y sanitaria. Y la pregunta que ronda en Brasil es si Bolsonaro podrá sobrevivir a semejante tsunami.

Desde que comenzó la pandemia, ya se fueron dos ministros de Salud por no coincidir con la apertura indiscriminada de las actividades y el uso masivo de la dudosa hidroxicloroquina que propicia Bolsonaro para combatir el Covid-19. Y tuvo que asumir la cartera el general Eduardo Pazuello, un oficial formado en la Academia Militar de Agujas Negras, la misma donde estudió el presidente. De esta manera, los militares ocupan 9 de los 22 ministerios. Pazuello es un especialista en grandes operaciones humanitarias. Tiene experiencia y podría llegar a manejar una asistencia adecuada a las víctimas de la pandemia. El detalle es que no cuenta con la infraestructura necesaria. El alcalde de San Pablo, la megalópolis de 21 millones de habitantes, advirtió que el sistema hospitalario está al borde del colapso.

El cornavirus ya alcanzó la triste posición de mayor causa de muerte por una calamidad en la historia brasileña. La gripe española de 1918 mató en Brasil a 35.000 personas entre 1918 y el 19, ahora, con el coronavirus se podría llegar a diez veces esa cifra. “A este ritmo, el coronavirus se convertirá en una tragedia que será recordada por varias generaciones. Evidentemente, el problema afecta a todos los países del mundo. Pero aquí el descuido de las personas y las autoridades ha contribuido a aumentar el desastre”, dice el artículo de fondo de la última edición de la revista Veja.

Como en toda crisis, los más afectados son los más débiles. En las favelas de todo el país se reproducen los contagios que llegaron a 20.000 en un sólo día. REUTERS/Ricardo Moraes
Como en toda crisis, los más afectados son los más débiles. En las favelas de todo el país se reproducen los contagios que llegaron a 20.000 en un sólo día. REUTERS/Ricardo Moraes

El Sars-CoV-2 tiene una altísima letalidad en Brasil, del 7% en promedio a nivel nacional y en Manaos y Río llega al 9%. Y esto se debe, sobre todo, a la desidia de Bolsonaro que en un principio hablaba de “una gripecita” y después no avanzó en una cuarentena adecuada. Fueron los gobernadores quienes se pusieron la pandemia al hombro y decretaron los cierres a los que se negaban desde el Palacio de Planalto. Y la pandemia encontró a Brasil con su Sistema Único de Salud “desmantelado por una mezcla de ineptitud en la gestión, falta de inversión, burocracia en altas dosis y corrupción galopante”, asegura el mismo artículo de Veja. Ni siquiera la gravedad de la situación detuvo el robo de las autoridades de salud en Río de Janeiro y Santa Catarina, que están bajo sospecha de recibir coimas multimillonarias en los contratos para la compra de máscaras y respiradores. Y al presionar al máximo el sistema, del cual dependen tres de cada cuatro brasileños, el coronavirus expuso claramente la falta de médicos, insumos, cama de cuidados intensivos y hasta de luz. Hubo cortes de electricidad en varios hospitales desde que comenzó la pandemia.

“Con esta situación de crisis graves en todos los frentes”, comenta el historiador José Murilo de Carvalho, miembro de las academias nacionales de Letras y de Ciencias, en una entrevista con BBC desde su casa en Río de Janeiro. “Parece cada vez más difícil que Bolsonaro, quien llegó al cargo en enero de 2019 con un discurso antisistema, militarista y de ultraderecha, concluya su mandato presidencial de cuatro años”. Carvalho explica que hubo procesos de impeachment contra Fernando Henrique (Cardoso), Lula y Temer; y ninguno de esos procesos avanzaron porque tenían una base parlamentaria sólida. Los otros procesos contra Dilma y Collor (de Mello) fueron adelante porque no contaban con esa mayoría legislativa. “Bolsonaro tampoco la tiene, así como no tiene tampoco el apoyo mayoritario de la gente”, dice el historiador.

La última encuesta de XP Ipespe, concluida el martes 19, confirma la tendencia de una caída pronunciada de la popularidad de Bolsonaro: apenas un 25% considera que su gobierno es “bueno o excelente”. Los que lo calificaron como “malo” o “terrible” fueron 49% y 50%, respectivamente, en comparación con 31% y 42% en la encuesta anterior, del 24 de abril. Un movimiento similar ocurre en el área económica, en el que el grupo que evalúa que la economía está en el camino equivocado saltó del 52% al 57%, mientras que aquellos que ven la economía de la manera correcta pasaron del 32% al 28%.

En la región amazónica se está registrando uno de los números más altos de contagios de todo el planeta. Una sala con pacientes en tratamiento de COVID-19 en el Hospital Municipal de Campaña Gilberto Novaes, en la ciudad de Manaos. EFE/RAPHAEL ALVES
En la región amazónica se está registrando uno de los números más altos de contagios de todo el planeta. Una sala con pacientes en tratamiento de COVID-19 en el Hospital Municipal de Campaña Gilberto Novaes, en la ciudad de Manaos. EFE/RAPHAEL ALVES

A los encuestados también se les preguntó sobre los impactos de la crisis del coronavirus. Para el 68%, lo peor está por venir, mientras que el 22% estima que lo peor ya pasó. Y muestra que el apoyo al aislamiento social como medio para hacer frente a la pandemia –algo a lo que se opone Bolsonaro- sigue siendo alto. Para el 76%, es la mejor manera de prevenir y tratar de evitar una mayor contaminación, mientras que el 7% no está de acuerdo. El desempeño general del presidente en la crisis se considera malo o terrible en un 58% y es aprobado por apenas el 21%. De todos modos, el analista Brian Winter del Americas Quarterly, advierte de que Bolsonaro mantiene el apoyo de sectores muy poderosos. “No subestimes el poder del tribalismo en la era de las redes sociales, particularmente de una tribu que tiene gran parte de los militares, la policía y los camioneros”. Y se pregunta: “¿Cómo se comportarán si su líder está realmente amenazado?”.

En una entrevista en el diario Folha de São Paulo, el exministro de Salud Luiz Henrique Mandetta, destituido en abril por sus divergencias con el presidente, afirmó que la intervención de Bolsonaro en la pandemia fue nefasta. “Teníamos nuestros estudios de escenarios de números de casos y muertes. Nada de lo que está ocurriendo hoy es sorpresa para el gobierno. El ministerio es una nave sin rumbo”, aseguró. “Claramente, Bolsonaro consideraba que la crisis económica proveniente de la salud era inaceptable por más que lo alertáramos de que era una enfermedad muy seria”. Lo más grave para Mandetta es la insistencia del presidente en el uso de la cloroquina para tratar a los pacientes contagiados. La droga que se utilizaba hasta ahora para el tratamiento de la malaria tiene graves efectos colaterales, como arritmia cardíaca y alucinaciones. Según el exministro, la intención de Bolsonaro con su apuesta por este controvertido medicamento es que los brasileños piensen que pueden volver al trabajo porque ya existe un remedio para el coronavirus. “Es algo para tranquilizarse, para recuperar la normalidad sin tanto peso en la conciencia”, dijo.

El ala militar en el gobierno es la más equilibrada y la que intenta apagar los incendios que va desatando el presidente. Nueve de los 22 ministros vienen de las filas de las Fuerzas Armadas. Cuando el popular ministro Sergio Moro presentó su renuncia por las interferencias de Bolsonaro en investigaciones judiciales en los que están involucrados sus hijos y querer imponer a un nuevo jefe de policía, tres generales fueron movilizados para evitar la ruptura. No lo lograron, pero es un buen ejemplo del protagonismo que han adquirido los uniformados desde la llegada al poder del ultraderechista. Pero la insistencia de Bolsonaro en apoyar las expresiones más radicalizadas y golpistas, también colocan a las Fuerzas Armadas brasileñas en una posición complicada. Desde hace meses, las redes sociales están plagadas de rumores de “ruidos de corceles y de aceros”, de planes de golpes de Estado para que Bolsonaro lidere una dictadura y de permanentemente declaraciones anónimas de generales que descartan cualquier posibilidad de un golpe de Estado.

Bolsonaro participó de tres manifestaciones en su apoyo en el que pedían un golpe de Estado y una dictadura para terminar con las restricciones para tratar de mitigar los efectos de la pandemia. REUTERS/Adriano Machado
Bolsonaro participó de tres manifestaciones en su apoyo en el que pedían un golpe de Estado y una dictadura para terminar con las restricciones para tratar de mitigar los efectos de la pandemia. REUTERS/Adriano Machado

El domingo pasado, Bolsonaro participó de una movilización en la que se pedía a los gritos “¡Golpe de Estado!” y “Jair dictador!”. Era la tercera vez que aparecía en un acto a favor de la clausura del Congreso y el Tribunal Supremo, además de no cumplir con la cuarentena. Fue demasiado para el generalato. Respondieron a su manera. El presidente había proclamado: “No vamos a admitir más interferencias. Se nos acabó la paciencia”. Y remató: “Las Fuerzas Armadas están de nuestro lado”. En un inusual comunicado, ministro de Defensa, general Fernando Azevedo, reafirmó el compromiso de los militares con la democracia, la Constitución y la separación de poderes.

El general Azevedo también defendió el trabajo que están haciendo los 30.000 soldados que están trabajando para levantar hospitales de campaña, trasladar equipamiento de emergencia o desinfectar calles. “Nos enfrentamos a una pandemia de consecuencias sanitarias y sociales todavía imprevisibles que requiere el esfuerzo y entendimiento de todos”, dijo Azevedo contraponiéndose a la visión del presidente de “acá no pasa nada” y “la salud está en un segundo plano”. El propio jefe del Ejército, Edson Leal Pujol, había tenido otro gesto público que incomodó a Bolsonaro. Cuando el mandatario ofreció su mano al general Leal, este le respondió con un choque de codos. Y todos los otros militares lo imitaron. Un codazo a la estrategia bolsonarista.

El vicepresidente, Hamilton Mourao, un duro general que pasó a ser una figura sensata y moderada ante las iniciativas extremas del presidente Bolsonaro. REUTERS/Ueslei Marcelino
El vicepresidente, Hamilton Mourao, un duro general que pasó a ser una figura sensata y moderada ante las iniciativas extremas del presidente Bolsonaro. REUTERS/Ueslei Marcelino

También hay muchas especulaciones alrededor del vicepresidente Hamilton Mourão, un antiguo general con unas dotes diplomáticas que sobresalen en contraste con los modos de su jefe. Es el hombre que ocuparía la presidencia si alguna de las peticiones de destitución prosperase. Por ahora no hay ningún viso de que eso vaya a suceder, pero lo están viendo con buenos ojos tanto sus colegas uniformados como el grueso de la clase política de Brasilia. Mourão fue el encargado de apaciguar a China cuando Bolsonaro o alguno de sus hijos dijeron barbaridades del gobierno de Beijing, de cerrar la crisis diplomática por los incendios en la Amazonia del año pasado o de lograr que Brasil permanezca en el Acuerdo de París de medio ambiente y su embajada, en Tel Aviv. Claro que no lo pudo salvar de otros gravísimos errores como el del video que autorizó a exhibir el viernes la Corte Suprema y en el que se lo ve interfiriendo para manejar a la cúpula de la Policía Federal, como había denunciado el ex ministro Sergio Moro.

Lo paradójico es que Bolsonaro va a ser juzgado como un general, por la cantidad de bajas en la guerra. Y por ahora, en ese sentido, está sufriendo una dura derrota. Muchos en Brasil comienzan a preguntarse si Bolsonaro va a poder sobrevivir a la pandemia.

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