
El cerebro humano tiene una capacidad sorprendente para adaptarse a situaciones inesperadas, resolver problemas difíciles y cambiar de tarea con rapidez. Un reciente estudio realizado por científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ayuda a entender mejor cómo logra esta flexibilidad.
El secreto está en unas ondas eléctricas llamadas alfa y beta, que actúan como señales de control y organización dentro del cerebro. Los hallazgos fueron publicados en la revista Current Biology.
Qué son las ondas alfa y beta
El cerebro está formado por miles de millones de neuronas que se comunican entre sí mediante señales eléctricas y químicas. Cuando muchas neuronas trabajan juntas, generan ondas eléctricas que pueden medirse desde fuera del cráneo. Las ondas alfa y beta son dos tipos de estas señales. Las ondas alfa suelen estar relacionadas con estados de relajación y concentración, mientras que las beta aparecen cuando la mente está activa y enfocada en tareas.
Para entender cómo funcionan estas ondas, los científicos comparan el cerebro con una ciudad muy grande. Imaginar millones de autos circulando por las calles y avenidas. Si todos se mueven al mismo tiempo, habría caos y accidentes. Por eso existen los semáforos, que regulan el paso y evitan el desorden. De forma similar, las ondas alfa y beta actúan como semáforos invisibles dentro del cerebro, organizando el tráfico de información entre las neuronas.

Estas ondas deciden qué grupos de neuronas pueden “avanzar” y cuáles deben esperar, según las necesidades de cada momento. Así, el cerebro puede adaptarse de manera rápida y eficiente a cualquier tarea, sin tener que reconstruirse internamente cada vez que surge un desafío nuevo.
La Teoría de la Computación Espacial
El equipo liderado por Earl K. Miller propuso una nueva forma de entender la flexibilidad mental, llamada Teoría de la Computación Espacial. Según esta teoría, el cerebro forma equipos de neuronas para resolver tareas específicas. Las ondas alfa y beta envían las instrucciones que dicen a cada equipo cuándo debe actuar y cuándo debe hacer una pausa. Esto permite que un mismo grupo de neuronas pueda participar en distintas tareas, cambiando de función según lo que se necesita.

Para ilustrar esto, imagina una orquesta, donde el director indica a cada músico cuándo debe tocar y cuándo debe guardar silencio. De esta manera, la música fluye de forma ordenada y armoniosa. En el cerebro, las ondas alfa y beta cumplen el rol de ese director de orquesta.
Para comprobar estas ideas, los investigadores del MIT realizaron experimentos con animales a los que entrenaron para cumplir tareas de memoria y clasificación. Durante los experimentos, midieron la actividad cerebral y observaron cómo las ondas alfa y beta cambiaban según la dificultad de la tarea y la necesidad de aplicar reglas.
Los resultados mostraron que:
- Las ondas alfa y beta contienen información sobre las reglas a seguir en cada tarea.
- Cuando estas ondas son fuertes, el cerebro ignora más los estímulos externos y se concentra en lo que está haciendo.
- Cuando las ondas son más débiles, el cerebro vuelve a prestar atención a lo que ocurre a su alrededor.
- El momento y la intensidad de las ondas permiten prever si el animal resolverá bien la tarea o cometerá errores.
¿Qué pasa en los humanos?
Aunque los experimentos principales se hicieron en animales, otros estudios con personas muestran resultados parecidos. Usando técnicas como el electroencefalograma (EEG), los científicos detectaron que las ondas alfa y beta aumentan cuando las personas necesitan enfocarse y evitar distracciones. Es como si el cerebro pudiera “cerrar cortinas” en ciertas áreas para no perder la concentración.
Además, estas ondas no se quedan quietas en un solo lugar, sino que se mueven por el cerebro, lo que añade un nivel extra de complejidad. Los científicos ahora buscan entender cómo viajan estas señales y si este sistema funciona igual en todas las personas y en diferentes situaciones.

Este nuevo enfoque muestra que el cerebro es capaz de reorganizarse usando simples “señales eléctricas”, en lugar de transformar su estructura física. Así, puede responder con rapidez a los desafíos de la vida diaria, como si fuera una ciudad inteligente con semáforos que se ajustan al tránsito, o una orquesta que sigue a su director.
Gracias a estos hallazgos, la computación espacial ofrece una nueva perspectiva sobre el funcionamiento del cerebro: muestra que la mente puede reorganizarse y adaptarse a cualquier desafío, usando ondas eléctricas para autoorganizarse y optimizar el uso de sus recursos neuronales, sin tener que reconstruirse físicamente.
Así, el cerebro se comporta como una ciudad inteligente o una orquesta bien coordinada: utiliza sus “señales” para responder con eficacia y flexibilidad a las demandas de la vida diaria, manteniendo la mente lista para cualquier reto.
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