San Nicolás, el árbol del 8 y el corazón del Adviento

Dos fiestas que ordenan diciembre: la caridad discreta del obispo de Myra y la mirada limpia de María para empezar a preparar la Navidad

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San Nicolás, patrono de los
San Nicolás, patrono de los navegantes y de los niños

En la Argentina, el 8 de diciembre es feriado por la Inmaculada Concepción y, desde hace décadas, día de armar el árbol en familia. Dos jornadas antes, el 6 de diciembre, la Iglesia celebra a San Nicolás, obispo del siglo IV. No es casual la cercanía: ambas fechas funcionan como puertas del Adviento, ese tiempo de preparación serena hacia la Navidad. En una cultura con mucho ruido y poco silencio, estas dos tradiciones ofrecen un hilo conductor sencillo: regalar, creer y esperar.

San Nicolás: la caridad que no hace ruido

Nicolás de Myra (hoy Demre, Turquía) fue un obispo conocido por su generosidad concreta. La tradición más difundida cuenta que, para evitar la exposición de una familia pobre, dejó tres bolsas de oro para la dote de sus hijas, de noche y en secreto. De ese relato nacen costumbres navideñas posteriores como las medias junto a la chimenea —o los zapatos en la puerta— para recibir un obsequio. Su fama de protector se extendió también a los marineros: invocado en una tormenta, el barco llegó a puerto; por eso es patrono de los navegantes y de los niños.

Cuando las reliquias del santo estuvieron en riesgo por la inestabilidad regional, marinos de Bari las trasladaron en 1087. Desde entonces, la Basílica de San Nicola es destino de peregrinos católicos y ortodoxos, y cada 9 de mayo se recuerda la “traslación” con la extracción del llamado manna —un líquido que filtra el sepulcro y que se distribuye devocionalmente—.

De Sinterklaas a Papá Noel: cómo viaja una intuición cristiana

La figura de Sinterklaas —San Nicolás en neerlandés— viajó con los colonos holandeses a Nueva Ámsterdam (hoy Nueva York). En el siglo XIX, la cultura popular anglosajona fusionó esas tradiciones con la imagen moderna del Santa Claus: el poema A Visit from St. Nicholas (1823) fijó rasgos hoy universales —trineo, renos, chimenea—, y las ilustraciones de Thomas Nast (década de 1860) consolidaron el personaje. En el siglo XX, diversas campañas comerciales terminaron de estandarizar al Santa bonachón de traje rojo para el imaginario global. Debajo del marketing persiste la intuición cristiana original: regalar porque Dios se regala primero.

La Inmaculada del 8 de diciembre: teología de una mirada limpia

La Inmaculada Concepción no alude a la concepción virginal de Jesús, sino a que María fue preservada del pecado original desde el primer instante de su existencia, en previsión de los méritos de Cristo. Es un dogma definido por Pío IX el 8 de diciembre de 1854 (Ineffabilis Deus), aunque ya estaba arraigado en la piedad del pueblo cristiano. En clave espiritual, el 8/12 nos recuerda que la vida nueva no es invención nuestra: Dios toma la iniciativa y nos prepara para recibir a su Hijo.

¿Y el árbol? De los “paraísos” medievales a la catequesis doméstica

Mucho antes de las guirnaldas eléctricas, los cristianos del mundo germánico utilizaban árboles siempreverdes como “árboles del Paraíso” en representaciones catequéticas del 24 de diciembre (fiesta de Adán y Eva). Se los adornaba con manzanas (la caída) y oblitas (la redención en Cristo). La tradición evolucionó hacia el árbol de Navidad; una leyenda atribuye a Martín Lutero haber agregado velas en el siglo XVI, y otra remite a san Bonifacio talando el roble de Thor para señalar al abeto como símbolo de vida que permanece.

En todos los casos, el árbol no apunta a un paganismo reciclado, sino a una pedagogía cristiana: luz que vence la noche y vida que no se marchita.

Adviento: un tiempo que se enciende de a poco

El Adviento comprende cuatro domingos que preparan la Navidad. La corona de Adviento —con ramas verdes y tres velas moradas y una rosada— se enciende de a una por semana: el morado subraya la interioridad y la esperanza penitente; el rosado (tercer domingo, Gaudete) anticipa la alegría; algunas familias añaden una quinta vela blanca para la Nochebuena. Es una liturgia doméstica sencilla, especialmente útil en tiempos de dispersión.

Cómo rezar la corona del Adviento en 5 minutos

Guía express para la familia:

  • Preparación: colocar la corona frente al pesebre (la cuna queda vacía hasta la noche del 24).
  • Señal inicial: Señal de la Cruz y la invocación “Señor Jesús, Luz del mundo, ven a nuestro hogar”.
  • Palabra de Dios: leer un versículo breve (Isaías 9,1; Juan 8,12, o el Evangelio del domingo).
  • Encendido: prender la(s) vela(s) correspondiente(s) de la semana.
  • Intercesiones: cada integrante ofrece una intención y un gesto concreto de servicio.
  • Oración dominical: rezar el Padre Nuestro. (Se puede añadir un Ave María)
  • Oración final: “Que tu luz ilumine nuestra casa y prepare nuestros corazones para recibirte en Navidad. Amén”.

Duración sugerida: 3–5 minutos.

Tres invitaciones simples para este diciembre

  1. Caridad discreta. Inspirados en San Nicolás, elegir un gesto anónimo: cancelar una deuda pequeña, cubrir el gasto de un remedio, dejar una bolsa de alimentos sin buscar la foto.
  2. Oración en casa. Encender las velas del Adviento los domingos y rezar la oración propia de la corona del Adviento. Sugerencia: colocar la corona frente al pesebre, que permanece con la cuna vacía hasta la noche del 24 (Nochebuena), cuando se coloca al Niño Jesús.
  3. Pesebre y corona juntos. Si hay chicos, invitar a que cada uno acerque una intención y un gesto concreto de servicio antes de encender la vela. El pesebre —con el Niño reservado para la Nochebuena— ayuda a educar en la espera y la alegría.

Diciembre ofrece un mapa espiritual: San Nicolás (6/12) recuerda que el regalo es Dios y que la caridad auténtica no necesita aplausos; la Inmaculada (8/12) enseña a dejar a Dios ser Dios, preservando la belleza del corazón para acoger al Niño. Entre ambas fechas, el árbol y la corona pueden volver a ser lo que fueron en su origen: símbolos al servicio de la fe y no sólo decoración.

Si todo esto se vuelve apenas postal, habremos perdido la oportunidad; si, en cambio, nos ayuda a creer, regalar y esperar, entonces sí: la Navidad habrá empezado.