
El asesinato de Irma Hernández Cruz, maestra jubilada y taxista, no solo sacudió a Veracruz sino que reflejó el entramado de violencia y extorsión que padecen miles de trabajadores del volante en México. Su asesinato, tras ser secuestrada y aparecer en un video intimidatorio rodeada de hombres armados, expuso cómo operan las redes criminales contra uno de los sectores más vulnerables y visibles del espacio público: los taxistas.
El 18 de julio, Irma fue privada de su libertad en Álamo Temapache. Había encontrado en el taxi una manera de sostenerse tras la jubilación. Seis días después, las autoridades hallaron su cuerpo sin vida.
En el video que trascendió tras su secuestro, la maestra fue obligada a leer un mensaje dirigido a otros taxistas: “Mi nombre es Irma Hernández Cruz, manejo el taxi 554. Compañeros taxistas, con la mafia veracruzana no se juega. Paguen su cuota como debe ser con ellos, y dejen de andar de enculados con los charros, que sólo los extorsionan o van a terminar como yo”.

Óscar Balderas, periodista especializado en temas de seguridad y narcotráfico, ha descrito el caso como el espejo de una realidad extendida por todo el país.
Los taxistas, explica, están atrapados entre la sobrevivencia económica y la presión asfixiante de la delincuencia, convertidos en objetivo central de los grupos criminales por razones que van mucho más allá de la extorsión cotidiana.
Tres razones que explican el interés criminal en los taxistas
El periodista señala que la estrategia de dominar el sector de transporte público a través de la cooptación, amenazas y cobro sistemático de cuotas no es nueva, pues el modelo fue implementado originalmente por Los Zetas.
Aunque han cambiado los nombres de las organizaciones y sus líderes, la lógica criminal instaurada por Los Zetas continúa vigente.
“Lo que hacen es que están siguiendo el modelo de los Zetas. Cuando los Zetas llegan a Coahuila y a Nuevo León, estoy hablando 2008 al 2012, el modelo es muy claro. Vamos a agarrar a los taxistas y los vamos a cooptar. De ese modo, si tenemos taxistas, tenemos tres grandes beneficio”, señaló.

De acuerdo con Balderas, la estructura y dinámica del trabajo de los taxistas convierte a este sector en pieza clave por estos tres puntos:
- Distribuidores y transportadores de droga
El periodista señala que los grupos criminales aprovechan la movilidad y la capacidad de pasar desapercibidos de los taxis para usarlos como puntos móviles en la circulación y entrega de estupefacientes.
- Halcones
Balderas explica que el segundo motivo por el que estos trabajadores interesan al crimen es su potencial como informantes. Al estar presentes todo el día en las calles y conocer los movimientos de autoridades y rivales, pueden alertar a los cárteles sobre operativos policiales, la presencia de personas sospechosas o cualquier novedad relevante para las organizaciones. Muchos taxistas acceden a este rol bajo amenazas severas o como condición para poder seguir operando.
- Fuente fija de ingresos a través de la extorsión
El pago de cuotas diarias o semanales —el llamado “derecho de piso”— representa un flujo constante de dinero para los grupos criminales.
Balderas plantea que incluso en regiones como el norte de Veracruz, los taxistas deben pagar no sólo a una, sino a distintas organizaciones en paralelo, quedando fuera de toda posibilidad de ganancias y cayendo rápidamente en la insolvencia. No solo están obligados a entregar parte de sus ingresos, sino a veces a endeudarse para cumplir con varias extorsiones simultáneas. Negarse o fallar en los pagos puede traducirse en represalias violentas, como ejemplificó el caso de Irma.
La guerra silenciosa
El asesinato de Irma Hernández ocurre en un contexto de violencia prolongada en el norte de Veracruz, una región marcada por la disputa entre viejos cárteles, células escindidas y grupos emergentes.

Óscar Balderas señaló que: “En Veracruz hay otra guerra silenciosa. De esa no hablamos mucho, pero lleva cientos de personas asesinadas, decenas de desaparecidos y es una guerra entre el cártel más longevo que tiene este país y una decisión del cártel de mayor expansión y crecimiento en el país actualmente”.
Mencionó que la puga es entre la Mafia Veracruzana (grupo derivado del Cártel del Golfo y los Zetas), Los Piñas (escisión del Cártel Jalisco Nueva Generación), y otras organizaciones locales.
Aunque menos visible en la agenda mediática nacional que los grandes enfrentamientos en el norte o el occidente del país, como Sinaloa, esta pugna ha causado graves consecuencias en la seguridad de la región, especialmente en los trabajadores de sectores vulnerables, como taxistas, comerciantes y pequeños empresarios.
Finalmente, el experto subrayó que el caso de Irma Hernández Cruz “no solamente es una persona que se negó, es alguien que ni siquiera tuvo la opción de negarse. En estos lugares es incluso un privilegio decir que no”.
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