
Tras el fallecimiento de su abuelo en 2018, Icíar y su familia se enfrentaron a la primera Navidad con su ausencia: “Es mucho más complicado vivirla de una manera superalegre y todos juntos cuando esa persona no está”, explica a Infobae. Pese a ello, destaca que siente que “su legado” continúa vivo, algo que les permite mantener su presencia durante estas fiestas: “Que nos hayamos reunido en fechas importantes demuestra que él ha formado una familia que sigue unida”.
Siete años después, la familia de Icíar se enfrenta a un nuevo duelo, pues este 2025 ha fallecido su tío. “Llevaba más de 10 años luchando contra un cáncer de pulmón y ya lo tenía en estado avanzado. Sabíamos que podía llegar, pero fue un poco inesperado. Creo que nadie está preparado para pasar algo así”. Se acercan ahora las Navidades, una de las pocas épocas en las que conseguían reunirse todos juntos: “Mi tío era muy bromista, generaba muchas anécdotas y nos hacía reír mucho. Se nota que va a faltar en la mesa”.
La silla vacía en Navidad es una de las experiencias que más amplifica emocionalmente el duelo, aunque hayan pasado meses o incluso años desde la pérdida. “Son fechas muy ligadas a la familia, a los encuentros y a rituales que se repiten año tras año. Y cuando alguien falta, esa ausencia puede hacerse especialmente visible”, explica a este medio Francisco Rivera Rufete, psicólogo y Clinical Manager de Unobravo. Así, es frecuente que aparezcan sentimientos como “tristeza profunda, nostalgia, sensación de vacío o soledad, pero también irritabilidad, enfado o incluso culpa por no poder sentirse como antes o como el entorno espera, o por reírse en un momento puntual”.
Mari Ángeles, de 57 años, perdió a su padre cuando tenía solamente 11, en la noche entre el 31 de diciembre y el 1 de enero. El recuerdo y el sentimiento de pérdida no ha desaparecido con el tiempo. “Cada vez que me tomo las uvas, lloro. Es una angustia que no se pasa nunca”. Por su parte, Alejandro, de 26 años, explica a Infobae que, con la muerte de sus abuelos, su familia perdió la ilusión por la Navidad: “Dejamos de poner adornos y era como un día más. Ahora hemos vuelto a hacerlo porque nos sentimos más unidos y queremos darle un poquito de color”.

“Si ya de por sí, cuando estás en duelo, te parece que el mundo sigue y tu vida se ha parado por completo, en Navidad mucho más. Es un tiempo muy difícil de vivir. Todo el mundo alrededor está celebrando, con una emoción de alegría e ilusión; todo el ambiente alrededor es muy distinto a lo que tú estás viviendo internamente”, explica Sara Castro, doula de fin de vida y fundadora de la asociación Las Luziérnagas, y que perdió a su marido hace algunos años.
Reinventar una Navidad distinta a través del duelo
Para hacer frente a su duelo y acompañar a otras personas que se encuentren también en el proceso, Sara Castro organiza Death Cafes, la noche de difuntos o la Navidad en Comunidad en el municipio madrileño de Zarzalejo, invitando a quienes se encuentren solos o quieran un plan distinto en estas fechas a compartir una comida el 25 de diciembre. Además, este domingo 21 celebra el evento “Es Navidad y hay una silla vacía” en City Yoga (Madrid), cuyo origen se encuentra en una charla ofrecida por la psicoterapeuta experta en duelo Alba Payàs Puigarnau, directora del Instituto EPIR de Barcelona, con quien Sara se formó.
“Está dirigido a personas que están en duelo, especialmente a las que es su primera Navidad porque son unas fechas muy complicadas”, señala Sara, que explica que en estos eventos se comparten experiencias, se recuerda a las personas fallecidas y se aportan algunos consejos sobre cómo sobrellevar esta situación. La doula de fin de vida incide en una idea clave: “En el duelo no hay cosas que están bien hechas y cosas que están mal hechas”, pues “cada uno hace con su dolor lo que puede”.
En este sentido, son muchas las opciones que las familias o las personas que han perdido a alguien importante pueden elegir hacer con la llegada de estas fechas, y todas ellas son válidas y tienen una serie de consecuencias. Hay quienes, por ejemplo, toman la decisión de marcharse de viaje a algún lugar distinto para vivir estas fechas de una forma diferente; otros, por el contrario, deciden “volver a reunirse en Navidad como un año más e intentar no hablar de cómo estamos”. Este intento de disimular las emociones, sin embargo, no hace que desaparezcan. Por último, una tercera opción es “planificar lo que vas a hacer, hablar de tu dolor para dar permiso a las personas que te rodean también a que puedan hablar de ello”. De esta manera, “no huyo de la Navidad, pero vivo en consecuencia a la realidad de estar en duelo”.

Rivera Rufete señala que estas fechas, cuando se ha perdido a alguien importante, “suelen vivirse mejor cuando se permite que sean diferentes”: “No es necesario mantener todas las tradiciones ni responder a todas las expectativas externas. Ajustar los planes, reducir encuentros o modificar rituales puede aliviar mucha presión emocional”.
La imposición de estar felices cuando resulta imposible
Vivimos en un contexto en el que prima la exigencia social. Hay muchas expectativas externas depositadas en uno mismo y esto conduce a las personas a aceptar planes o actividades por complacer a los demás. La clave se encuentra, según explica Sara, en valorar cuáles son nuestras propias necesidades: “No es egoísmo. Es un momento de la vida con tanta vulnerabilidad que a ti te conviene ponerte en el centro”.
También existe una urgencia y una imposición por sentirse bien y disfrutar, algo que no forma parte generalmente de las personas en duelo. “En estos encuentros es frecuente que aparezcan frases que buscan animar, pero que no siempre ayudan, como ‘tienes que ser fuerte’ o ‘él querría verte feliz’”, señala Rivera Rufete. “Suelen reflejar la dificultad de los demás para tolerar el dolor, más que una falta de afecto real. Estos comentarios, hechos con muy buena intención, pueden hacer que la persona que lo recibe no se sienta validada en la emoción que está sintiendo”.
Así, además de darse permiso a uno mismo para no acudir a ciertos planes o marcharse antes a casa, también “es importante dar espacio a lo que se siente, sin intentar forzar la alegría”, ya que esto puede “aumentar el cansancio emocional”. “Algunas personas encuentran alivio reservando un momento del día para recordar conscientemente a quien ha fallecido, permitiéndose estar tristes sin culpa, lo que después facilita una presencia más tranquila en otros momentos de la celebración”, recomienda el psicólogo.
Además, hay un aspecto en el que inciden tanto Sara como Rivera Rufete: la búsqueda de apoyo. La doula de fin de vida explica, por ejemplo, que este contexto puede darse en las reuniones familiares, cuando es frecuente juntarse con personas con las que se tiene más o menos afinidad. “Si encuentras a alguien con quien tienes más vínculo y que te pueda proteger un poco, está bien que te sientes en la mesa a su lado, porque a veces no todo el mundo tiene la misma sensibilidad y, cuando estás en duelo, es mejor que te protejas de ellos. Es como cuando tienes una herida muy importante en el cuerpo y necesitas que no te la toquen”. “Apoyarse en personas de confianza y aceptar ayuda cuando se necesita puede marcar una gran diferencia”, añade el psicólogo, que también recomienda pedir acompañamiento profesional cuando sea necesario.
Rituales para tener presente a quien está ausente
“Cuando mi abuelo murió, esa Nochevieja mi padre decidió poner en el plato de cada uno 13 uvas en lugar de 12 para recordarle y tomárnoslas por él”, explica Rocío. “Los rituales tienen un valor muy importante en el proceso de duelo porque ayudan a dar un lugar a la ausencia”, explica Rivera Rufete.
“Cuando alguien muere, no solo se pierde a la persona, también se rompen rutinas y formas de estar juntos, y los rituales permiten reconstruir ese vínculo de una manera simbólica y compartida”. Puede ser encendiendo una vela, planeando una visita al cementerio o haciendo un pequeño ritual antes de la comida o la cena, entre otros muchos ejemplos.

En el evento que organiza Sara Castro este domingo también hay espacio para los rituales, uno de los aspectos sobre los que habla Payàs en su charla sobre la silla vacía en Navidad. “El año pasado las personas escribieron el nombre de su ser querido en un pequeño círculo de madera al que le colocaron una pequeña flor, quizá para colgarlo después en el árbol o ponerlo en un lugar especial. Una manera de recordarles con amor”.
“Estos rituales ayudan a integrar la pérdida de una forma más saludable porque no mantienen a la persona anclada únicamente al dolor, sino que permiten recordar desde el vínculo y el afecto”, explica el especialista de Unobravo, que señala que así se “facilita la expresión emocional” y se “normaliza el recuerdo dentro del entorno familiar”. “Lejos de impedir avanzar, suelen facilitar que el duelo se transite con mayor sentido y cohesión emocional, especialmente en fechas tan cargadas de significado como la Navidad”.
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