La productividad repunta levemente, pero la distancia con Europa se amplía: España va lenta por el boom inmobiliario y la falta de eficiencia

En los últimos años, se empieza a observar un sesgo más favorable: aumenta el peso de la inversión en productos relacionados con la propiedad intelectual y se toma en cuenta la importancia de los activos intangibles en sectores innovadores. El economista Fernando Gómez analiza la situación

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El crecimiento de la productividad
El crecimiento de la productividad por trabajador en España es inferior a la de Europa. (Montaje Infobae)

El recorrido económico de España en lo que va del siglo XXI ha estado marcado por la dificultad de cerrar la brecha con la Unión Europea en términos de renta por habitante (la que mide la productividad y el desarrollo económico). No solo esa diferencia se ha mantenido año tras año, sino que ha crecido levemente, reflejando una situación que trasciende el simple crecimiento macroeconómico y apunta a un problema de productividad crónico y estructural. Esta es la conclusión a la que llega Fernando Gómez Díaz y que publica en el blog de Funcas. Si miramos a un futuro inmediato, los logros recientes en productividad parecen insuficientes para allanar el camino hacia una reducción clara de la brecha con las economías más avanzadas.

La productividad es la clave del progreso económico. En su artículo, Gómez recuerda la siguiente frase Paul Krugman, nobel de Economía: “La productividad no lo es todo, pero en el largo plazo es casi todo”. Y esta frase cobra especial relevancia en el caso de España, donde el aumento de la productividad por trabajador ha sido inferior al promedio europeo y permanece aún más rezagado frente al notable ritmo observado en Estados Unidos. La renta per cápita y la capacidad de convergencia con las economías más avanzadas dependen, en última instancia, de ese desempeño insuficiente en el ámbito de la eficiencia y la innovación.

Comentábamos en Infobae que un problema vinculado a la falta de productividad ha sido la insuficiente implantación tecnólogica, asignatura pendiente de España con los fondos europeos. El despligue de estos recursos extraordinarios no ha logrado impulsar el salto técnico que se esperaba y, tal y como alertó Funcas, las nuevas tecnologías no han conseguido la consolidación como motor definitivo de la eficiencia y la competitividad.

Durante la pandemia se registró un avance en la productividad (tal y como se aprecia en el gráfico) que, aunque relevante, afronta ahora el reto de mantenerse y ver si consigue ser una tendencia sostenida a largo plazo. El objetivo, según Gómez, continúa siendo la transformación del modelo productivo hacia una estructura más eficiente.

“Los avances recientes de la productividad no parecen suficientes”

“Los avances recientes de la productividad no parecen suficientes para vislumbrar una convergencia con las economías más avanzadas en un horizonte previsible. Las perspectivas de productividad dependen de las reformas que se acometan en los próximos años”, indica en el blog.

Un modelo productivo rígido: personas y capital físico

El modelo español ha mostrado en las últimas décadas una orientación clara hacia la intensificación del uso de mano de obra y capital, sacrificando la posibilidad de lograr un crecimiento sostenido basado en la modernización y la eficiencia. El incremento del Producto Interior Bruto ha dependido en gran medida , critica Gómez, de la mera incorporación de recursos —personas y capital físico— en vez de apostar por una mejora seria en la denominada productividad total de los factores, que da cuenta de la mayor parte del avance económico a largo plazo.

La evolución de la productividad del capital muestra una trayectoria especialmente negativa. ¿Por qué? Pues porque la inversión se centró, durante los primeros años de siglo, en el boom inmobiliario. Y como destaca Gómez, eso “no genera crecimiento a largo plazo, y a la insuficiente inversión en activos intangibles, claves para alcanzar a las economías más productivas”. Es decir, ese ciclo de expansión constructiva no sentó las bases de una economía más preparada para el futuro, y la escasa atención otorgada a la inversión en activos intangibles, como tecnología, innovación y conocimiento, agravó aún más el problema.

Declaraciones de la ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, quien ha afirmado que "la productividad que tenemos desde el año 83 ha crecido un 53%, mientras que los salarios reales sólo lo han hecho al 22%".

Como resultado, el modelo productivo se mantuvo intensivo en mano de obra, con escasa capacidad para transformar este esfuerzo en mejoras palpables de rendimiento y competitividad. Mientras otros países europeos avanzaban en la creación de sectores punteros y en la optimización de recursos, España quedó atrapada en una dinámica donde el crecimiento aparecía desligado de la eficiencia.

Mejoras recientes tras la pandemia y el reto sectorial

En los años más inmediatos, con la pandemia como telón de fondo, la economía española ha mostrado ligeros signos de recuperación en el ámbito de la productividad. Tras la crisis sanitaria, el Producto Interior Bruto repuntó con fuerza gracias, sobre todo, a dos motores: el consumo público y las exportaciones de servicios, tanto turísticos como no turísticos. Este proceso de recuperación, sin embargo, evidenció la debilidad de la inversión y de las exportaciones de bienes, factores decisivos para la modernización de la economía.

El patrón inversor resultante no solo ha acentuado la brecha con la Unión Europea en términos de esfuerzo y destino de la inversión, sino que subrayó la necesidad de un cambio en las prioridades. En los últimos años, se empieza a observar un sesgo más favorable: aumenta el peso de la inversión en productos relacionados con la propiedad intelectual y se toma en cuenta la importancia de los activos intangibles en sectores innovadores.

El repunte de la productividad no se ha producido por igual en todas las ramas de actividad. La mejora es más notoria en las industrias de mayor valor añadido, como el sector manufacturero, la información y las comunicaciones, así como en servicios profesionales, científicos, técnicos y administrativos. Estas actividades suelen compartir el rasgo de una mayor dimensión empresarial y una mejor gestión de los recursos, elementos que facilitan la apertura internacional y la adopción de nuevas tecnologías.

A pesar de estas señales alentadoras, Gómez advierte que es precipitado hablar de un cambio estructural duradero. Una parte del aumento reciente en la productividad está relacionada con el empuje económico general y con un descenso del número de horas trabajadas, no necesariamente con mejoras profundas en el funcionamiento de empresas y sectores.