
En los meses más calurosos del año, hay un producto que alcanza su época dorada, y ese es el tomate. Este fruto, compuesto principalmente de agua y con una larga lista de propiedades nutricionales beneficiosas, encuentra su mejor versión en los meses de verano, su temporada por excelencia. En esta época, su sabor y textura brillarán más que nunca, por lo que es el momento perfecto para incluirlo en nuestras recetas.
No obstante, de poco sirve tener los mejores tomates de temporada, jugosos y con mucho sabor, si no sabemos cómo tratarlos para sacarles el máximo partido. Y es que este fruto rojo es extremadamente delicado, y un mal tratamiento o una mala conservación puede estropear sus características, su aroma y su firmeza, por completo.
El lugar destinado a guardar los tomates en la mayoría de los hogares españoles es la nevera, pero esta no es en absoluto la mejor opción. El frío de nuestro frigorífico puede alterar el proceso natural de maduración de los tomates, lo que hará que cambie por completo su textura y que, además, disminuya su sabor. Como alternativa, son muchos los que dejan los tomates recién comprados a temperatura ambiente, en ocasiones, en la cesta que comparten con otras frutas y verduras. Pero tampoco esta parece ser la mejor alternativa.

Mantener nuestros tomates fuera, en el mismo frutero en el que guardamos otros productos como las cebollas o las patatas, puede hacer que estos estén demasiado expuestos al sol y al calor excesivo, dos factores que aceleran su maduración. Pero el calor no es el único peligro que supone este método; reposar junto a otras frutas y verduras productoras de etileno también acelerará el envejecimiento de nuestros tomates.
El etileno es un compuesto orgánico gaseoso que desarrollan algunas frutas y verduras durante su proceso de maduración y que puede acelerar dicho proceso en otras frutas y verduras vecinas. Esto sucede especialmente con productos como las manzanas y los plátanos, aunque también lo emiten aguacates, peras, melocotones y ciruelas, por ejemplo. Si guardamos nuestros tomates junto a algunos de estos productos, podrían verse afectados por este gas, lo que reduciría drásticamente su vida útil.
La solución: un espacio fresco, seco y oscuro
Entonces, ¿cuál es el lugar adecuado para guardar nuestros tomates? La respuesta es sencilla: debe ser una zona fresca, seca y oscura, alejada de la luz solar directa. Este lugar puede ser una despensa bien ventilada o una cesta alejada de fuentes de calor y de otras frutas y verduras. Es imprescindible que la ubicación que escojamos no esté cerrada herméticamente, puesto que la humedad estancada favorece la aparición de moho.
Más allá del espacio en el que conservemos nuestros tomates, debemos tener en cuenta otros consejos si queremos aumentar su vida útil al máximo. Una de las claves se encuentra en lavar los tomates justo antes de usarlos y nunca al llegar del supermercado o la frutería. Esto se debe a que la humedad residual impregnada por el lavado puede favorecer la proliferación bacteriana. Además, será también importante la orientación de almacenamiento de los tomates: colocarlos con el tallo hacia abajo ayuda a reducir la pérdida de humedad y a evitar la entrada de bacterias a través del tallo.
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