El drama de jubilarse a los 70 años: un estudio asegura que los hombres pueden trabajar 8 años más y las mujeres 6 sin deterioro de la salud

Para Fedea, incluso a los 69 años, una proporción de trabajadores mantendría salud suficiente para seguir ocupados en circunstancias equivalentes a las de generaciones anteriores

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Estudios demuestran que esto sucede debido a que la esperanza de vida aumenta

El futuro en Europa es la jubilación a los 70 años. Dinamarca ha sido el primer país en aprobar una reforma por la que la edad de retiro va a ir subiendo de manera progresiva. Esto se debe a que la esperanza de vida aumenta, por lo que se depende de las pensiones durante más años y la solución que ve el país danés es alargar la vida laboral. Sin embargo, aquí surge un dilema: ¿hasta qué edad se tiene una buena salud para seguir trabajando? Hay muchos aspectos a tener en cuenta. No es lo mismo un trabajo físico que uno de oficina o quien puede teletrabajar a quien tiene que desplazarse. Pero lo conclusión a la que llega un informe de Fedea es clara: existe un importante potencial laboral no aprovechado entre los trabajadores mayores.

Se trata un estudio elaborado por Laia Bosque-Mercader, José Ignacio Conde-Ruiz, Sergi Jiménez y Judit Vall-Castelló que señala que los hombres de entre 55 y 69 años en España podrían permanecer activos alrededor de ocho años adicionales respecto a la generación que se retiraba al comienzo de la democracia y las mujeres unos seis años más, sin que ello suponga, en promedio, un deterioro significativo de la salud.

Vida laboral más allá de la jubilación: el dato disruptivo

El análisis, basado en el cruce de los microdatos de la Encuesta de Población Activa y la Human Mortality Database desde 1977 hasta 2018, destapa una brecha considerable entre lo que las personas mayores podrían aportar al mercado de trabajo y lo que realmente hacen. Esta capacidad adicional se calcula equiparando la salud objetiva —medida mediante la tasa de mortalidad— de los trabajadores presentes con la de generaciones anteriores. El método, desarrollado por Milligan y Wise y replicado por los autores españoles, permite comparar cohortes históricas al controlar el estado físico y los avances en longevidad, aislando factores estrictamente vinculados a la capacidad funcional.

Imagen de archivo de una
Imagen de archivo de una mujer trabajando. (Freepik)

El hallazgo central es contundente: desde finales de la última década, la duración potencial de la vida laboral en buenas condiciones físicas ha aumentado de forma significativa. Este margen, que ha alcanzado su cima en 2014 y se mantiene estable, refleja la mejora de la salud poblacional, la reducción de la mortalidad en edades avanzadas y una mayor esperanza de vida.

Empleo y salud: una correlación desigual

Aunque España se sitúa a la cabeza mundial en crecimiento de esperanza de vida y el estado de salud de la población mayor ha evolucionado de forma muy positiva, la proporción de personas en edades cercanas a la jubilación que participan efectivamente en el mercado laboral ha ido a la zaga de estos progresos. Según el informe, la tasa de empleo entre hombres mayores de 55 años descendió del 47% a finales de los años setenta al 32% actual. En el caso femenino, el avance ha sido en sentido contrario —del 13% al 22% en el mismo periodo—, impulsado sobre todo por la progresiva incorporación femenina al trabajo remunerado y la reducción paulatina de la brecha de género, aunque esta permanece alrededor de los nueve puntos porcentuales.

El documento señala que el retiro anticipado del empleo no se explica por un empeoramiento generalizado de la salud. De hecho, los indicadores subjetivos —como la proporción de personas de entre 60 y 75 años que declaran mala salud— han mejorado, y los indicadores objetivos —esperanza de vida, tasas de supervivencia y mortalidad por edad— muestran un descenso sostenido en el riesgo de enfermedad o muerte entre los mayores, solo alterado temporalmente por la irrupción de la pandemia.

La propuesta del Gobierno para
La propuesta del Gobierno para volver a trabajar una vez que te has jubilado. (Montaje Infobae España/Canva)

Por ejemplo, en 1993 el 45,9% de los hombres de 65 años declaraba un estado de salud “malo” o “muy malo”, porcentaje que bajó al 37,5% en 2017. Para las mujeres, el descenso va del 54,2% al 41,5% en el mismo periodo. Este avance se refleja también en las estadísticas demográficas: la esperanza de vida a los 65 años ha crecido en 3,7 años para los hombres y 4,2 para las mujeres entre 1987 y 2017, y la probabilidad de llegar a esa edad supera ya el 88% en hombres y el 93% en mujeres.

El potencial latente: empleo que no se realiza

La brecha entre lo posible —trabajar más— y lo real —trabajar lo que se trabaja— no se distribuye de manera uniforme. Para los trabajadores de 60 años, la “capacidad adicional de trabajo” llega a 56,6 puntos porcentuales en los varones y 48 en las mujeres al comparar 2018 con la referencia de 1977. A los 65 años, la diferencia favorece todavía a la vida laboral prolongada: 40,6% en hombres y 33,8% en mujeres. Incluso a los 69 años, una proporción nada menor de trabajadores mantendría salud suficiente para seguir ocupados en circunstancias equivalentes a las de generaciones anteriores.

La incorporación al mundo laboral más tardía de los jóvenes, con una tasa de empleo entre los 16 y los 29 años 15 puntos porcentuales inferior a la de 2007, hará que los que se jubilen en 2065 y que solo hayan podido cotizar 30 años deban compensar sus menores cotizaciones demorando la jubilación hasta los 71 años si quieren mantener el nivel de vida previo.

Para ajustar la comparativa de género, el estudio aplica una corrección metodológica al calcular el potencial real de las mujeres, ya que su baja participación en el pasado no respondía tanto a razones médicas como a las barreras sociales e institucionales vigentes entonces. Mediante esta simulación, los autores muestran que la capacidad extra es consistente para ambos sexos si se parte de escenarios de igualdad de oportunidades.

Debate sobre los límites: naturaleza del empleo y cambios normativos

El informe argumenta que esta “capacidad extra” se apoya en la constatación de que la mejora sanitaria generaliza las posibilidades de seguir activos, pero reconoce que no todos los trabajos ni todos los contextos son equiparables. La aparición de empleos menos demandantes físicamente puede facilitar la continuidad laboral, mientras que la creciente tecnificación de la economía puede excluir a quienes no tengan las competencias necesarias. También la rigidez de la legislación sobre jubilación y los incentivos del sistema de pensiones han condicionado profundamente la decisión de retirarse o seguir trabajando.

Desde 2011, la edad legal de jubilación en España pasa de 65 a 67 años de forma progresiva, y la crisis financiera tuvo un efecto contractivo sobre el empleo de los mayores. Aún así, la capacidad potencial —medida en años adicionales que podrían trabajar sin perjuicio de su salud— se ha estabilizado en cotas históricamente altas.

Salud vs. empleo: lo que revela la desconexión

Las estadísticas del estudio muestran que, para igual estado objetivo de salud (medido por la mortalidad), la edad promedio de los ocupados ha aumentado y la proporción de mayores empleados ha disminuido. Por ejemplo, en el periodo 1977-1981, los hombres con una mortalidad del 2% tenían 63,2 años y una tasa de empleo del 59%. En 2014-2018, esa misma mortalidad corresponde a mayores de 71 años, pero la tasa de empleo desciende hasta el 2%. En mujeres, la caída es aún más acusada por el bajo punto de partida laboral, aunque la tendencia a la equiparación es clara.

Imagen de archivo de ancianos
Imagen de archivo de ancianos jubilados.

Esta desconexión evidencia que la retirada anticipada responde menos a los límites biológicos y más a restricciones sociales, normativas y económicas. El diseño del sistema de pensiones, la ausencia de flexibilidad para combinar trabajo y cobro de pensión y la ausencia de modelos de jubilación gradual limitan las opciones de quienes, en la práctica, están en condiciones de mantener la actividad más allá de los 65 años.

Oportunidad de reforma y retos para el futuro

El balance del informe es crítico con el actual esquema español, donde la jubilación opera —salvo excepciones— como un corte brusco e irreversible. Fruto de ello, muchos trabajadores pasan de jornadas completas a la inactividad total, pese a tener capacidad funcional para seguir contribuyendo en el mercado, ya sea a tiempo completo o parcial.

La reforma estructural propuesta va en la línea de flexibilizar la transición a la jubilación. Permitir una retirada gradual, combinando ingresos laborales con una parte de la pensión pública, podría incentivar la continuidad voluntaria en el empleo de quienes lo deseen y estén en condiciones físicas de hacerlo. Esta medida, que ya se experimenta en otros países, ayudaría a transferir experiencia a las nuevas generaciones, a reducir la presión sobre el sistema de pensiones y a potenciar el envejecimiento activo sin trasladar el coste a la salud de los trabajadores.