El aumento del SMI sí mejora la calidad de vida: un estudio sobre los datos de 2019 señala que quienes lo percibían gastaron un 4,6% más

Un estudio reciente plantea que las familias de ingresos bajos, al poder cubrir sus necesidades básicas, destinaron los ingresos adicionales a bienes y servicios que incrementaran su calidad de vida

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El impacto del aumento del
El impacto del aumento del SMI de 2019 en el consumo de los hogares españoles. (Montaje Infobae/Pexels)

En 2019, el Gobierno de España incrementó más de un 22% el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), pasando de 735,9 a 900 euros al mes. Ahora parece que ese aumento, que afectó a más del 18% de los trabajadores a nivel nacional, fue un impulso y un respiro para que las familias tuvieran más margen para gastar dinero en bienes y servicios no esenciales.

Esto es lo que señala un estudio realizado por Ignacio González, Héctor Sala y Pedro Trivín, titulado Consumption Responses to a Major Minimum Wage Increase: Evidence from Spain. Según los economistas, el gasto de los hogares que se beneficiaron del aumento del SMI se incrementó un 4,6% respecto al año anterior, y en comparación con aquellos a los que no les afectó esta medida.

La investigación, basada en datos de transacciones bancarias y la Encuesta de Presupuestos Familiares, revela que el incremento del consumo se focalizó principalmente en categorías como productos electrónicos, mobiliario, ocio y servicios de restauración y hotelería.

Transformación del gasto familiar

El análisis muestra que el gasto en productos electrónicos aumentó un 20,2%, el ocio un 11,7%, mientras que el gasto en restaurantes y hoteles subió un 8,7%. En contraste, hubo una reducción del 6,7% en gasto conjunto de alimentación y ropa. Pero los autores aclaran que no existen evidencias de una disminución concreta en el gasto de la cesta de la compra, y sugieren que podría haberse sustituido por el consumo fuera de casa, sobre todo en lo referido al vestuario.

Por otro lado, no se han detectado cambios en el gasto de sectores como el transporte, la salud o la educación, aunque probablemente sea gracias a que todos estos están cubiertos por servicios públicos. Tampoco hubo muchas variaciones en la inversión en vivienda o en vehículos.

Asimismo, el informe también indica que el incremento del SMI no supuso un aumento en el desempleo. En las zonas con mayor número de trabajadores afectados, la tasa de desempleo se mantuvo estable. Esto señala que un mejor poder adquisitivo y un aumento del sueldo no tiene por qué traducirse en despidos masivos.

Esto refleja una mejora real en los ingresos de los hogares, que no tuvieron que recurrir a empleos precarios, y tampoco se observó que el gasto fuera por efectos inflacionarios, lo que significa que el aumento en el consumo no fue porque los productos estuvieran más caros, sino porque mejoró la capacidad adquisitiva de las familias.

La gran pérdida de la clase trabajadora: sus salarios rozan el poder adquisitivo de 2019, pero ni se acercan al de hace 15 años.

Mejora en la calidad de vida

Los autores explican esta dinámica mediante un modelo de preferencias no homotéticas, y plantean que las familias de ingresos bajos, al disponer de dinero para cubrir todas sus necesidades básicas, destinaron los ingresos adicionales a bienes y servicios que incrementaran su bienestar y calidad de vida. Esto lo descubrieron comparando el consumo real ajustado por el Índice de Precios al Consumo (IPC) con el nominal.

Además, el análisis recalca que el impacto positivo del aumento del SMI en el consumo fue inmediato y se mantuvo a lo largo de todo 2019. En el primer trimestre, el gasto de las familias en los municipios más afectados creció cerca de un 5%. Aunque el ritmo se moderó ligeramente en los siguientes meses, el impulso en el gasto se mantuvo.

Con todo esto, los autores concluyen que este tipo de políticas podrían contribuir a reducir la pobreza y mejorar la calidad de vida de las personas, sobre todo aquellas que perciben menos ingresos. También añaden que medidas similares a la subida del SMI no provocan efectos negativos visibles en el empleo ni generan presiones inflacionarias importantes a corto plazo.