Revelaron misterioso aumento de emisiones químicas en China que destruyen la capa de ozono

Por Joel Achenbach y Brady Dennis

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Un agricultor se desplaza en un campo cerca de pilones eléctricos en una bruma pesada en un día gravemente contaminado en Shijiazhuang, en la provincia de Hebei, en el norte de China en 2014. (Alexander F. Yuan / AP)
Un agricultor se desplaza en un campo cerca de pilones eléctricos en una bruma pesada en un día gravemente contaminado en Shijiazhuang, en la provincia de Hebei, en el norte de China en 2014. (Alexander F. Yuan / AP)

Dos provincias de China son fuente de un aumento preocupante en las emisiones de un producto químico prohibido a nivel mundial el cual daña la capa de ozono que protege la Tierra, según un estudio publicado el miércoles y que ha alarmado a los científicos que vigilan la atmósfera del planeta.

El estudio, publicado en la revista Nature, llega un año después de que otro informe revelara que las muestras de aire habían mostrado un sorprendente exceso de un tipo de clorofluorocarburo conocido como triclorofluorometano, o CFC-11, desde 2012.

Este producto químico fabricado, una vez que se haya utilizado para soplar poliuretano en una espuma aislante rígida, se filtra en el aire y destruye las moléculas de ozono en la atmósfera superior. La capa de ozono es crítica para la vida, pues limita la cantidad de radiación solar ultravioleta dañina que llega a la superficie del planeta. El CFC-11 también es un potente gas de efecto invernadero, con aproximadamente 4,750 veces el potencial de retención de calor del dióxido de carbono.

El nuevo informe subraya la necesidad de hacer cumplir los acuerdos internacionales sobre el medio ambiente incluso cuando los peligros son claros y profundos. Y éste es un recordatorio de que los crecientes desafíos ambientales de China tienen consecuencias mundiales.

"Este es un gran problema", dijo el miércoles un funcionario del Departamento de Estado. El funcionario declaró que el departamento planea revisar el informe, pero aún no ha llegado a la conclusión de que China sea la fuente de las nuevas emisiones.

"Si es un problema en otro país, nosotros también vamos a sufrir", expresó.

El personal de Dacheng Desheng Chemical Co., Ltd en la provincia china de Hebei muestra barriles que contienen CFC-11 a EIA, fuentes estadounidenses. (Agencia de investigación medioambiental, EE. UU. / Agencia de investigación medioambiental, EE UU)
El personal de Dacheng Desheng Chemical Co., Ltd en la provincia china de Hebei muestra barriles que contienen CFC-11 a EIA, fuentes estadounidenses. (Agencia de investigación medioambiental, EE. UU. / Agencia de investigación medioambiental, EE UU)

Cualquier producción y uso de CFC-11 es una violación del Protocolo de Montreal, un acuerdo de 1987 que eliminó gradualmente esas sustancias químicas en favor de las que no dañan la atmósfera. El acuerdo mundial se alcanzó después de que los científicos revelaran la existencia de un agujero en expansión en la capa de ozono sobre la Antártida.

El reporte del año pasado no identificó la fuente de las nuevas emisiones más allá de decir que es muy probable que provengan del este de Asia. Pero los autores del nuevo informe identificaron las provincias de Shandong y Hebei en el este de China como la fuente probable de al menos 40 por ciento de las emisiones.

Los investigadores basaron su conclusión en muestras de aire de estaciones de monitoreo en Corea del Sur y Japón. Esas estaciones de muestreo, que cuentan con instrumentos que pueden determinar los componentes moleculares del aire, mostraron picos periódicos en CFC-11. Los investigadores combinaron esos datos con los pronósticos del tiempo y las observaciones de los patrones de viento y realizaron una serie de modelos computarizados para determinar el origen más probable de las emisiones. Los resultados apuntaban a las dos provincias chinas.

"Cuando el viento sopla en línea recta desde esa fuente hasta la estación de medición, se ve un pico", dijo el autor principal Matt Rigby, científico atmosférico de la Universidad de Bristol.

(Foto: Washington Post)
(Foto: Washington Post)

"Esperamos trabajar con colegas chinos en el futuro para ver si hay señales similares visibles en sus datos", puntualizó Rigby.

El Protocolo de Montreal se presenta a menudo como un modelo de cooperación mundial para la protección del medio ambiente y para lo que las naciones pueden hacer colectivamente para combatir el cambio climático, otra crisis de la tragedia de los bienes comunes, impulsada por la quema de combustibles fósiles y otras actividades humanas.

Las autoridades del protocolo se alarmaron por el informe del año pasado y pidieron una "acción urgente" para investigar las fuentes de emisión y hacer cumplir el acuerdo internacional.

"No podemos relajar nuestra vigilancia ni por un segundo. No podemos dejar esto sin resolver", dijo Tina Birmpili, directora del Secretariado del Ozono de la ONU para el Medio Ambiente, el verano pasado.

El protocolo ha funcionado en gran medida según lo previsto y los autores del nuevo informe reiteran ese mensaje central: la capa de ozono sigue recuperándose a pesar de la evidencia de nuevas emisiones.

El problema es que la recuperación puede estar ocurriendo más lentamente de lo esperado. Los niveles de CFC-11 en la atmósfera no han disminuido tan rápidamente como lo predijeron los modelos informáticos.

Podría haber habido explicaciones relativamente benignas. Gran parte del CFC-11 ya está "almacenado" en el mundo de la construcción, en forma de aislamiento que filtra gradualmente el gas a la atmósfera. Rigby y sus colegas estudiaron la posibilidad de que la nueva construcción y el reemplazo del parque de edificios, así como la destrucción de la infraestructura antigua pudieran haber liberado el producto químico al aire.

Pero los números no cuadran. La explicación más probable es la nueva producción y uso de la sustancia química, explicó.

Rigby dijo que las nuevas emisiones de CFC-11 tienen el equivalente al calentamiento global de todo el CO2 emitido anualmente por la actividad humana en la ciudad de Londres.

Stephen Montzka, científico de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica y coautor de ambos estudios, dijo que los hallazgos más recientes dejan importantes preguntas sin respuesta. Aunque los investigadores rastrearon aproximadamente la mitad de las preocupantes emisiones de CFC-11 a las dos provincias de China, los detalles sobre la fuente de otras emisiones siguen siendo difíciles de obtener.

"El juego de adivinanzas es ahora: ¿De dónde viene la otra mitad?" cuestionó Montzka, señalando que el estudio sólo detalla las emisiones en una región limitada de China, la cual abarca alrededor de un tercio de su población.

"¿De dónde viene el resto? No lo sabemos".

El aumento de las emisiones de CFC-11 plantea otras preguntas sobre por qué alguien seguiría fabricándolo. La respuesta corta es que el CFC-11 es favorecido por algunas compañías porque es más barato y más efectivo que las alternativas amigables con el clima. Esa es la conclusión de una investigación publicada el año pasado por la Agencia de Investigación Ambiental, un grupo de vigilancia ambiental con sede en Washington.

Los investigadores hablaron con representantes de 18 compañías en 10 provincias chinas que reconocieron el uso del producto químico prohibido. Seis de esas compañías estaban en Shandong y Hebei.

Tras la revelación el año pasado de las nuevas emisiones, las autoridades chinas tomaron medidas enérgicas contra el uso ilegal de CFC-11, incautando 29 toneladas de productos químicos y cerrando algunas fábricas deshonestas, según Avipsa Mahapatra, quien trabaja para el grupo de vigilancia.

Sin embargo, ella mencionó que el documento de Nature indica que este material incautado representa sólo una fracción de lo que se está produciendo y utilizando. Además, puntualizó que los investigadores hablaron con empresas que ocultaron el uso de CFC-11, por ejemplo, exhibiendo productos químicos legales que podrían mostrarse a los inspectores del gobierno.

"Apenas estamos empezando a comprender la magnitud del problema", comentó.

Montzka manifestó su perplejidad ante el regreso del CFC-11.

"Se suponía que la eliminación gradual tendría lugar en 2010 y creo que así fue", dijo. "¿Por qué regresó?"

Éste podría ser un caso en el que la detección temprana de la producción ilegal podría llevar a acciones para frenar su uso, lo que minimizaría los impactos sobre la capa de ozono, detalló. Pero dado que el producto químico típicamente se filtra de la espuma en el transcurso de décadas, dijo Montzka, la magnitud total del problema sigue siendo desconocida.

"Hay una posibilidad de que sólo hayamos visto la punta del iceberg hasta ahora", indicó Montzka. "Si lo que hemos detectado es en realidad sólo una pequeña fracción de la nueva producción ilegal adicional que ha ocurrido desde 2010, entonces el problema podría ser mayor que el que hemos detectado hasta ahora."