
Los probióticos están en pleno furor. Se dice que es la próxima gran superestrella en la prevención y el tratamiento de afecciones como síndrome de intestino irritable, diabetes gestacional, alergias y obesidad.
Sus defensores aseguran que estas bacterias "buenas" alimentan el microbioma del intestino y expulsan a los microbios "malos". Como resultado, dicen, uno experimenta una mejor digestión, un sistema inmunológico más saludable y una mejoría en el estado de ánimo.
Sin embargo, el entusiasmo por los probióticos podría ser prematuro. Los científicos apenas están empezando a comprender la función compleja del microbioma, el modo en que funcionan los probióticos y su potencial para tratamientos específicos. "El panorama se parece al del Viejo Oeste", dice Claire Fraser, directora del Instituto de Ciencias del Genoma de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland. Aunque algunos resultados apuntan a efectos beneficiosos, Fraser dice que se necesitan más estudios para poder traducir la información en recomendaciones médicas.
Además, los suplementos probióticos actualmente en el mercado podrían no ser tan útiles. Según Lee Kaplan, director del Instituto de Obesidad, Metabolismo y Nutrición del Hospital General de Massachusetts, aún no está claro cómo recrear un microbioma saludable o completamente diverso. "Es poco probable que los probióticos disponibles actualmente lo hagan. Probablemente aún no tengamos los correctos," dijo.

El científico ruso Elie Metchnikoff fue el primero en percibir, hace más de 100 años, que comer alimentos fermentados puede estar asociado con el bienestar y la longevidad. La investigación sobre el tema se ha acelerado en los últimos 10 años, a medida que los científicos han ido desarrollando herramientas para estudiar el microbioma a profundidad.
Según Kaplan, hoy los investigadores saben que el microbioma puede afectar el humor, la función intestinal, la obesidad, la diabetes y la inflamación. Hasta el momento se tiene evidencia que las cepas bacterianas son beneficiosas como tratamiento en algunos casos específicos.

Por ejemplo, se ha descubierto que los probióticos reducen significativamente la incidencia de enterocolitis necrotizante, una enfermedad gastrointestinal que amenaza la vida de los bebés prematuros, y la diarrea causada por Clostridium difficile, una infección que puede originarse por el uso de antibióticos.
También hay investigaciones alentadoras que demuestran que los probióticos pueden ayudar con otras afecciones, como la diarrea aguda, la diarrea asociada a antibióticos en niños, la infección por Helicobacter pylori (una enfermedad bacteriana relacionada con úlceras pépticas) y otros trastornos gastrointestinales, incluido el síndrome del colon irritable.
Otros estudios indican que los probióticos pueden ayudar a prevenir infecciones agudas del tracto respiratorio superior y el resfriado común. Dado que se venden como suplementos alimentarios y dietéticos, en los Estados Unidos no están sujetos a las típicas regulaciones de la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA).
Esto significa que es posible que los productos no contengan bacterias vivas, o incluso el tipo y la cantidad de cepas bacterianas indicadas en la etiqueta. "No hay manera de confirmar que lo que está en el listado es lo que está en la caja, ni que es seguro y útil, ni que le ayudará", afirmó Purna Kashyap, médico y profesor asistente de medicina de la Clínica Mayo. Por ejemplo, en 2015 un examen de 16 productos probióticos halló que sólo uno de ellos contenía la cepa bacteriana mencionada en la etiqueta. "En este momento no podemos predecir quién se va a sentir mejor y quién no", dijo Kashyap.
Algunas personas no se sienten diferentes al tomar el suplemento, mientras que otras dicen que los ha hecho más saludables. La mayoría de los probióticos son baratos, no requieren receta médica y no suelen generar reacciones adversas. Pero en general, Kashyap cree que es mejor esperar a que la próxima generación de probióticos llegue al mercado, especialmente si se tiene una deficiencia inmunológica o se está enfermo. "Incluso las bacterias saludables pueden ser peligrosas para estas personas", dijo.
Con todo, la mejor forma de cuidar el tracto intestinal es mediante una dieta saludable: una variedad de verduras, frutas y fibra. También puede incluir alimentos ricos en probióticos —yogur, soya— y siempre tener en cuenta que los antibióticos pueden eliminar las bacterias buenas, por lo que deben utilizarse sólo cuando sea médicamente necesario.
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