
El partido Centro Democrático (CD) es Álvaro Uribe; esa es su gran fuerza, y también puede ser su gran debilidad. No nos digamos mentiras, Álvaro Uribe puso los últimos tres presidentes de Colombia, para bien o para mal.
Juan Manuel Santos nunca habría llegado a la presidencia sin el apoyo de Uribe, y no se habría reelegido si no se hubieran cambiado las reglas del juego de la elección del candidato del partido en el 2014. Iván Duque, igual que Santos, llegó a la presidencia con los votos de Uribe, quien primero lo hizo senador y luego lo apoyó para llegar a la Casa de Nariño. Gustavo Petro llegó a la presidencia por los múltiples errores de Duque, quien nunca entendió ni el tema de la seguridad ni la guerra híbrida que llevó a Petro al poder.
Este corto resumen de las últimas cuatro elecciones presidenciales y el papel del hombre más poderoso de Colombia, nos lleva a la quinta elección y a las decisiones que el partido de Uribe toma para enfrentar este nuevo certamen electoral.

Lo primero que hay que decir sobre este proceso es que ha sido brutal. Un candidato, Miguel Uribe Turbay, fue asesinado por el círculo cercano de Petro y de Cepeda, las Farc. Miguel representaba lo que el expresidente ha sido en su vida política y lo que quiere para su partido y para sus candidatos, un centro derecha que genere consensos. Luego, el padre de Miguel entró a la precandidatura presidencial por el Centro Democrático y, unos meses mas tarde, fue excluido de este proceso, lo que dejó un sin sabor grande en muchos seguidores del partido que habían sentido en carne propia la muerte de Miguel.
En este escenario complicadísimo se dio la elección de Paloma Valencia como candidata del Centro Democrático a la Presidencia. Sin duda, Paloma representa los mismos valores de Alvaro Uribe -centro derecha y consensos-, más uno muy importante, la lealtad.
Hoy, su favorabilidad en las encuestas es muy baja, pero esto apenas empieza, no nos equivoquemos. La respuesta muy positiva de muchos precandidatos de centro y de centro derecha a la decisión del CD deja en claro varias cosas: Paloma representa lo mismo que ellos, por un lado, y no la ven como una amenaza, lo que creo es un error, en ambos sentidos. Ya veremos.
Esta decisión, sin duda, ya hizo que muchísimos seguidores de María Fernanda Cabal se inclinen por Abelardo de la Espriella. En redes sociales ya se ve ese sentimiento. En las próximas encuestas veremos eso qué tanto se traduce en favorabilidad permanente, pues Cabal representa casi lo mismo que De la Espriella, luego, ese apoyo ya lo tenía en sus manos, aunque no era tan explícito.
Lo que decidió el partido de Uribe es ir por esos votos del centro que parecían ser exclusivamente de los candidatos de Santos, especialmente de Sergio Fajardo. “Ahora sí tengo por quien votar”, me dijo una joven muy cercana que se define como de centro derecha. “Iba a votar por Fajardo, pero ahora voto por Paloma”. Esa es la apuesta que puso sobre la mesa Alvaro Uribe.
La campaña apenas empieza y en las elecciones de marzo todo debe quedar mucho más claro. Ojalá Abelardo, si está tan seguro de sus apoyos, revise su decisión de no ir a la consulta y se enfrente a Paloma y a los otros candidatos que finalmente quieran ir a ella. Pero si no lo hace, que creo es lo que va a pasar, y si la lista al senado del CD logra 20 o más senadores, se le puede comenzar a complicar el panorama que hoy parece tener tan claro.
Hace unas semanas escribí que esta elección tenía tres candidatos, por la izquierda comunista, Iván Cepeda, por el centro santista, Sergio Fajardo, y por la derecha, Abelardo de la Espriella. Con la decisión del CD aparece una cuarta figura, Paloma Valencia, quien representa al uribismo tradicional, con arraigo en la derecha y en el centro, que le compite tanto a Fajardo como a de la Espriella. ¿Qué tanto? Ya lo vamos a saber.
Abelardo hoy representa una derecha muy clara y sin pelos en la lengua. En el establecimiento hay algo de pánico, pues es una amenaza para ellos, y en la izquierda, felicidad, pues creen que así llegan al poder con un comunista como Cepeda, que hoy se disfraza de moderado. “Es un buen muchacho”, le escucharon decir a una mujer muy representante de ese establecimiento que prefiere suicidarse debido a su odio contra Uribe que hoy extrapolan a De la Espriella.
Abelardo es algo nuevo en la política colombiana. No es establecimiento, no es partido tradicional, es derecha pura y dura al estilo Milei en Argentina o Bukele en El Salvador. Su apoyo viene de muchos de los que tienen esa misma rabia con el establecimiento, algunos de los cuales votaron por esa izquierda radical que eligió a Petro sin ser petristas.

El apoyo a Abelardo está en la clase media y media baja, aburrida con más de lo mismo. “Dice lo que quiero oír”, me dijo una mujer de clase media baja que vive en el barrio 20 de julio de Bogotá. Lo mismo he escuchado en otras personas que representan otros estratos sociales. Ah, y no olvidemos algo, es costeño, y esos ‘voticos’ que Petro tenía como fijos en la costa se le van a ir.
La panelista de Blu Radio Paola Ochoa, cuando dijo de Abelardo que era un “costeño fantoche” y nunca “votaría por el”, le regaló la propaganda que va a utilizar en la costa en esta elección presidencial. Me la imagino, “Paolo Ochoa va a votar por Fajardo, no por un costeño como tú al que le dice fantoche. ¿Vas a aceptar que te ofendan?”.
Subestimar a Paloma Valencia y a Álvaro Uribe es un gran error. Paloma, primero, es una mujer, lo que representa un elemento de campaña distintivo, que, además, tiene carácter y valores que también defiende sin complejos. Lo hizo en el Congreso, donde fue una gran senadora, y su capacidad de trabajo es gigante.

Valencia conoce el país y, si ahora en campaña con Uribe se conecta con los ciudadanos, algo que Uribe facilita, pero que también necesita un don especial que Paloma tiene, va a crecer en las encuestas y se va a convertir en una amenaza política para Fajardo y para Abelardo.
Uribe tiene una capacidad especial para medir el ambiente político, pero la debilidad del partido como aparato político es algo que se debe corregir en esta batalla por el poder. La guerra electoral hoy no es solo en los pueblos, es en las redes sociales, y de la Espriella lo está haciendo muy, pero muy bien. El Centro Democrático no se puede equivocar y ahorrar en esa batalla digital que va a ser definitiva.
Antes eran tres, hoy son cuatro. Así queda el panorama electoral para los próximos tres meses. Eso sí, todos debemos tener claro que el gran enemigo es Ivan Cepeda, quien, bajo la sombrilla de Petro, de los narcos, de la guerrilla, de Venezuela y de Cuba e incluso de Rusia y China, es un rival difícil de derrotar.

No nos equivoquemos, Cepeda es en Colombia lo que era Jeannette Jara en Chile, con un elemento adicional, los narcos y la guerrilla se la van a jugar toda a su favor, quieren que los favores de Petro se mantengan: las dictaduras de la región y extracontinentales saben que el premio mayor en su batalla contra Estados Unidos es Colombia y también se la van a jugar, como lo hicieron para elegir a Petro y aún más.
Colombia y su democracia están en juego. Ese “buen muchacho” representa la eliminación de la libertad en Colombia y los idiotas útiles que hoy o mañana van a seguir su juego van a acabar como millones de venezolanos que hicieron lo mismo con Chávez, quien en un principio se presentó como un moderado, lo que hoy Cepeda quiere imitar.
Todo lo que hemos construido está en juego. Petro ya destruyó la salud, Ecopetrol, la viabilidad fiscal del país y, poco a poco, acaba con las Fuerzas Militares y de Policía. Si Cepeda llega al poder acaba con el resto. No nos volvamos a equivocar.
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