Al fin se reconoce lo que está pasando: EEUU y su estrategia de seguridad nacional

La Estrategia de Seguridad Nacional 2025 marca el cambio más profundo desde el fin de la URSS: Washington prioriza su hemisferio, negocia con China como “competidor” en lugar de amenaza, y advierte a Europa que debe hacerse cargo de su propia defensa antes de 2027

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El entonces candidato Donald Trump
El entonces candidato Donald Trump reflejado en un cristal antibalas al final de su intervención en un acto de campaña en Lititz, Pensilvania, el domingo 3 de noviembre de 2024. (AP Foto/Matt Rourke)

En días recientes se hizo pública la Estrategia de Seguridad Nacional 2025 de Estados Unidos. Al respecto, es indudable que a todos nos consta que el mundo vive años de profundo cambio, fundamentalmente promovidos desde EEUU, ya que el país que tanto contribuyó a crear las reglas del sistema internacional post segunda guerra mundial hoy está modificando su propia creación. Es sin duda el cambio más profundo desde el fin de la ex URSS, con un agregado, ya que ahora afecta al sistema internacional de relaciones económicas, que casi no fue tocado por su caída, debido a que siempre fue un actor marginal en lo financiero.

Sin embargo, hacía falta una explicación o al menos un reconocimiento formal, ya que la administración Trump ha hecho un mal trabajo en explicar lo que busca al hacer lo que está haciendo. El resultado es que predominan emociones que no ayudan mucho al análisis, además que sobresalen las formas por sobre el contenido, centradas en la manera en que Trump dice las cosas, en vez de analizar lo dicho y ejecutado. En ese sentido, por un lado, existen aquellos que rechazan todo lo que Trump dice y hace, sea lo que sea, y por el otro, aquellos, que aplauden todo lo que dice y hace, más por el lado del “me gusta” o el “no me gusta”, que entender la profundidad del cambio que se pretende.

A esta situación ha contribuido la propia administración Trump que no ha explicado bien lo que quiere hacer, como también sus críticos no pueden salir de un rechazo automático a la persona de Trump. Por lo demás, han escaseado los libros que, con alguna distancia, intenten explicar lo que está ocurriendo, sin recurrir al halago o a la condena automática.

Lo recién publicado aparece en momento oportuno para ser leído por quienes se dedican al análisis, ya que no existía un documento similar, uno que dijera oficialmente lo que EEUU está haciendo. Por cierto, el contenido puede ser sometido a muchas críticas, pero lo fundamental es que contiene algo que no es habitual en este tipo de literatura, ya que en solo 33 páginas se clarifican para todos los interesados muchas decisiones que se han tomado en este gobierno, ya que quizás por vez primera se reconoce y explica lo que EE. UU. pretende que no es otra cosa que un cambio total al rumbo impreso bajo las administraciones de Obama, que, hasta ahora, había sido el ultimo cambio significativo.

Es indudable que puede fracasar, ya que lo que Trump pretende no se ha convertido todavía en leyes que le den permanencia, sino que son fundamentalmente “órdenes ejecutivas”, es decir, decretos que pueden ser invalidados por un próximo gobierno demócrata o quizás por la Corte Suprema que todavía no ha revisado el fondo de ninguna de estas medidas, institución que puede ponerle fin u obligar a su modificación. Todo ello puede ocurrir, pero mientras el gobierno Trump se mantenga van a marcar un rumbo, que dado el poder de EE. UU. puede obligar al resto del mundo a adecuarse o integrarse a este tren en marcha.

El documento en cuestión proporciona un contexto para entender lo que está ocurriendo. Según estas páginas, EE. UU. se aleja del mundo unipolar, habla con más franqueza del tipo de relación que quiere tener con China, menciona casi al pasar y sin darle mucha importancia a Rusia, y le dice una vez más a Europa que deberá responsabilizarse de su propia seguridad. Se añade que, para seguir siendo la potencia indisputada en el siglo XXI, EE. UU. debe antes que todo concentrarse en tres cosas, mejorar su economía, detener la declinación de Occidente, y volver a dominar su propio hemisferio.

Es así como para América Latina (AL) se habla del “corolario Trump” a la Doctrina Monroe del siglo XIX, la que impedía que otras potencias le disputaran el control del hemisferio americano. En otras palabras, el regreso del imperio, que, coincidiendo con un cambio político hacia la derecha en la región, puede obligar a que los países opten, reduciendo mucho el margen de maniobra hoy existente, que ha posibilitado una fuerte penetración económica de China. En otras palabras, el documento le pone contexto a lo que está teniendo lugar en las costas venezolanas, que, sin duda, obliga a creerle a Trump cuando dice que el despliegue militar en el Caribe “va mucho más allá de una campaña de presión” contra Maduro y su régimen.

El dictador de Venezuela, Nicolás
El dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, sostiene una espada ceremonial que se dice que perteneció al héroe independentista Simón Bolívar durante una marcha cívico-militar organizada por el gobierno en Caracas, Venezuela, el 25 de noviembre de 2025. (AP Foto/Ariana Cubillos)

Sin embargo, ello sigue debiéndose a la droga y la inmigración ilegal, por lo que más allá de su ubicación geográfica, Latinoamérica sigue siendo poco relevante en comparación a otras áreas y sectores. Al respecto, nada en esta Estrategia es tan llamativo como el hecho que China ya no aparece como la amenaza principal, sino como el más importante de los “competidores” de EE. UU., confirmando que con China a través del tema de los aranceles se está buscando un acuerdo global que beneficie más a Washington que lo actualmente existente, que fije un nuevo marco que reemplace a lo que surgió después de la segunda guerra mundial, y que hoy está desapareciendo. En otras palabras, si hay un acuerdo con China, el poder económico de ambos es tal, que obligará a todo otro país a integrarse al nuevo marco de referencia.

En términos de influencia militar, este documento busca “reajustar la presencia militar global” de EE. UU. “para enfocarse en amenazas más urgentes para el hemisferio”. En otras palabras, por sobre lo externo, adquiere aún más importancia lo que se percibe como amenazas para el propio territorio estadounidense, lo que contribuye a explicar cuan centrales son incluso en términos militares, los temas relacionados con la inmigración ilegal o las drogas, por exagerados que parezcan. Es decir, dígase lo que se diga fuera del país, EE. UU. ha tomado la decisión de concentrar vastos recursos en estos problemas.

Es claro entonces que, en términos de prioridades, lo que más interesa hoy a EE. UU. son sus fronteras y su seguridad interior y relacionado con lo anterior, el hemisferio occidental, incluyendo la reaparición de la Doctrina Monroe como elemento central de politica exterior. Al mismo nivel, interesa la seguridad económica, que incluye la poco entendida reindustrialización, las cadenas de suministro, y la fortaleza del dólar, que se ve como un elemento importantísimo para el poder y la seguridad nacional de EE. UU., y si de áreas del mundo se trata, China y el indo pacifico, es decir la India, adquieren una importancia que reemplaza al Atlántico y a Europa, que aparece cada vez más como un área de relevancia disminuida, casi del pasado.

Europa ya no tiene la importancia de antaño, sino que se le ve como un continente en inevitable declinación, no como un igual, sino como una pérdida civilizatoria, por duro que suene, se la ve en decadencia estructural y sistemática.

En otras palabras, para EE. UU. la era unipolar que siguió al fin de la URSS se ha acabado como también la búsqueda o imposición de una hegemonía liberal. A cambio y como reemplazo, se ofrece una especie de nuevo pragmatismo y el retorno de EE. UU. a su propio hemisferio, para desde allí alinear sobre bases nuevas a lo que se llama Occidente, para que con el liderazgo estadounidense se detenga su declinación valórica.

Aunque no usa estas palabras, mi interpretación es que todo indica que una vez que se reconstituya la idea de Occidente con más confianza en sí mismo, al igual que se respete el legado de la ilustración y de la cultura judeo-cristiana, existiría la base que le permita a EE. UU. acometer otras tareas, como por ejemplo, mejores condiciones militares, políticas y económicas para seguir siendo la potencia indiscutida en el siglo XXI, donde suponemos que el suplemento de poder necesario debiera ser algo que el propio documento no lo dice, pero que se desprende de todo lo que hoy Washington hace, en el sentido, que el nuevo escenario de poder lo marca la Inteligencia Artificial.

Es un escenario donde no solo Europa aparece cada vez más disminuida a los ojos de Washington como elemento de seguridad nacional, sino que el propio medio oriente se presenta con importancia rebajada, sin la centralidad de documentos anteriores, reducido a una subsección, lo que indicaría que EE. UU. regresa a una vieja idea de Kissinger de confiar que en cada región exista algún país con la fuerza suficiente como para poder liderar esa parte del mundo en colaboración con Washington, pero sin el costo que ello significa. Es así como adquieren sentido las propuestas que Trump ha hecho circular para una paz futura, las que refuerzan lo que ha surgido estos últimos años junto a la lucha contra Irán, es decir, una alianza de algún tipo entre Israel y los países árabes sunitas, para cuya materialización formal se requiere y este es un agregado mío, el Tratado de Paz entre Arabia Saudita e Israel cuya firma en el día de hoy está condicionada a la materialización del Estado Palestino.

La lectura de este documento permite relacionarlo con otros hechos, por lo que no debiera ser sorpresa que paralelamente, en los mismos días, haya trascendido que el año 2027 es el plazo fijado por EE. UU. para que Europa se haga cargo de lo que tiene que ver con la OTAN en ese continente, o si no EE. UU. simplemente va a hacer abandono del compromiso con algunos deberes que hoy recaen en el Pentágono.

El año 2027 es el
El año 2027 es el plazo fijado por EE. UU. para que Europa se haga cargo de lo que tiene que ver con la OTAN. (REUTERS/Claudia Greco)

No hay duda que China pretende reemplazar a EE. UU. como la superpotencia del siglo XXI, lo que se sabe porque repite paso a paso lo que ese país hizo el siglo pasado para destronar al Reino Unido, pero el documento introduce una dosis de realismo, ya que la superioridad de Washington se mantiene, como también es cierto, que el avance chino es tal, que las diferencias han disminuido año a año, todos los años, y que en términos económicos, la resistencia china en el tema de los aranceles logró lo que ningún otro país pudo obtener, el reconocimiento por parte de EE. UU. que China necesitaba mayor paciencia y una negociación especial, en lo que indudablemente influyó el hecho que Beijing no solo resistió exitosamente las sanciones, sino que también fue capaz de responder de tal forma, que Washington se vio obligado a reconocer el predominio indiscutido de China en las llamadas “tierras raras”, importantísimas para las nuevas tecnologías y la industria de defensa, todo un ejemplo de la larga “siesta” estadounidense que permitió tal predominio de Beijing.

Para llegar a este documento, mi impresión es que para un análisis más sobrio del actual momento de EE. UU. influyen hechos que a mi juicio deben haber influido, como el fracaso de las sanciones económicas que pretendieron detener la invasión rusa de Ucrania y también el dominio demostrado por China de las cadenas de suministro y del mercado de medicamentos durante la pandemia, lo que coincidió con la primera administración de Trump.

Dicho lo anterior, sin duda lo de China sorprende ya que después de tanta declaración altisonante, al final todo parece centrarse en la competencia económica, cuando se dice que “reequilibraremos la relación económica con China, priorizando la reciprocidad y la equidad para restaurar la independencia económica estadounidense”. Al respecto, también sorprende que en relación con Taiwán se dice algo distinto a la retórica de los últimos años, frases que más bien invitan a la mantención del estatus quo anterior, al mismo tiempo que se le pide a Japón y a Corea del Sur que contribuyan más a la defensa de la isla.

Lo que no sorprende es el entusiasmo para que se refuercen los lazos con la India, país en camino a desplazar a Europa como la tercera o cuarta potencia del siglo XXI. El sentido general de esta Estrategia de Seguridad Nacional es que todo indica que en lo que resta del gobierno de Trump el tema con Beijing no va a ser planteado como “autoritarismo” versus “democracia”, por mucho que se esté buscando un acuerdo económico para el siglo XXI semejante a lo que fue en términos políticos, la “détente” negociada con la URSS el siglo pasado.

Sin embargo, el sentido misionero no desaparece del todo, sino que se reserva para aquella área que se conoce como Occidente, y que en el futuro cercano podría explicar tanto elementos de cercanía como de alejamiento con países individuales de AL, que van a tener que optar para tener mejores relaciones con EE. UU., donde para recibir el respaldo de Washington se exigirán lealtades en forma similar a lo que tuvo lugar en la guerra fría.

En el caso de Europa, EE. UU. parece querer tener buenas relaciones con los países, pero no a través de la Unión Europea a quien, en muchas declaraciones y decisiones, EE. UU. parece responsabilizar de las políticas inmigratorias y de la islamización progresiva de las calles en varios de sus países, además de ataques a las empresas tecnológicas estadounidenses y la libertad de expresión. En otras palabras, parece creer que mientras tenga esta estructura, la UE debiera reforzar el poder y libertad de sus países en vez de imponer una visión centralizada, a la cual Washington hoy parece atribuirle la desaparición progresiva de una historia civilizatoria magnifica, ya que esa burocracia estaría socavando la libertad y la soberanía de los países que la integran.

De ahí que sea hoy politica oficial de EE. UU. combatir lo que califa de censura a la libertad de expresión, elemento del cual ha estado encargado el vicepresidente J.D. Vance.

El recorrido por las distintas regiones, demuestra lo poco gravitante que resultan ser áreas más bien marginales como parece ser hoy África, a pesar de la gran presencia económica china como también rusa, país que en los últimos años ha sido beneficiado por golpes de Estado en Níger, Mali, Burkina Faso, región donde Francia ha sido desplazada como ex imperio colonial y Rusia predomina gracias a la utilización del grupo Wagner, hoy totalmente dependiente del Kremlin, después de la muerte de su fundador. De aún mayor gravedad, es el hecho que hoy sea la región del mundo de mayor crecimiento del yihadismo por intermedio de organizaciones terroristas que reivindican las banderas del Estado Islámico y Al Qaeda, elementos cuya pasada importancia ha desaparecido en la nueva Estrategia.

Por todo lo dicho, no deja de llamar la atención que lo más destacable sea aquel párrafo donde se pide una obvia transición de un paradigma de ayuda extranjera a uno de inversión, para que efectivamente África aproveche sus recursos naturales.

Eso da una idea de la importancia decreciente y no creciente para EE. UU. de los recursos naturales en su relación con el tercer mundo, ya que la actual politica de energía que en lo interno se aleja de las restricciones medioambientales para estimular la producción de petróleo y gas en suelo estadounidense, hace necesario la revisión de antiguos planteamientos que explicaban decisiones estadounidenses por su “sed” de petróleo, ya que todo apunta a fortalecer su autosuficiencia, por lo que a diferencia del pasado, ni hoy ni en el futuro cercano, decisiones sobre Venezuela podrían tener relación directa con el abastecimiento de petróleo, sino tendrían otro tipo de motivaciones.

Este documento muestra que más allá de la opinión que se tenga de Trump, ha influido lo suficiente como para que se tome en serio la posibilidad que EE. UU. esté en un proceso de viraje hacia otros escenarios, pero cual portaaviones puede ser a veces lento y con contratiempos, pero como es todavía la gran potencia mundial, posee la suficiente fuerza y voluntad para que se cree una nueva realidad, a la cual el resto va a tener que acomodarse, aunque no lo quieran algunos países.

Es indudable que va a tomar formas distintas, y lo poco que se habla del medio oriente da una idea que las intervenciones militares en este periodo no debieran tener como objetivo primordial la imposición de un modelo, y si se utiliza la flota como hoy está ocurriendo con Venezuela, es quizás como era en la época de Monroe, para provocar la caída del régimen más que para que ingresen las tropas a ese territorio.

En esta nueva readecuación, el espíritu misionero se mantiene y no desaparece para alinear al llamado Occidente, incluyendo Latinoamérica detrás de la Casa Blanca, lo que incluye el apoyo a aliados políticos como también permite un análisis más fino de los conflictos y alianzas de EE. UU. En lo personal, a mí se me confirma que, en el caso de Brasil es innegable que influye la situación donde el propio Trump se ve reflejado en Bolsonaro, pero también hay otro tipo de condicionantes, como, por ejemplo, el distanciamiento con Lula comienza cuando este inicia una campaña para reemplazar al dólar como la moneda casi única del comercio internacional, y las sanciones al juez Alexandre de Moraes también se explicarían desde la Casa Blanca en su cruzada contra la plataforma X y Elon Musk, lo que, por lo tanto se interpreta como ataque a la libertad de expresión, tal como se califica en forma similar al impuesto de la UE contra empresas tecnológicas estadounidenses.

Como conclusión, criticar en detalle esta Estrategia de Seguridad Nacional necesitaría de otra columna. Por ahora, por su oportunidad e importancia, hay que destacar la necesidad de que quienes deseen opinar al respecto, por lo menos la lean, para que exista mayor fundamentación que simplemente aplaudir o condenar solo por Trump, ya que este documento permite entender mejor algunas de las decisiones que toma la potencia que aún sigue siendo EE. UU.

@israelzipper

-Máster y PhD en Ciencia Politica (U. de Essex), Licenciado en Derecho (U. de Barcelona), Abogado (U. de Chile), ex candidato presidencial (Chile, 2013)