
El más largo proceso electoral del mundo acaba de culminar en la India. Luego de seis semanas de votaciones, el partido de gobierno Bharatiya Janata Party (BJP) logró preservar las preferencias del electorado alcanzando a elegir 240 parlamentarios sobre un universo de 543. Y aún cuando este resultado fue inferior al de 2019, cuando el BJP colocó 303 partidarios en el Congreso, claramente existe un logro político para el gobierno. Porque indica que el Primer Ministro Narendra Modi logró sobreponerse a los estragos del COVID-19 y al relativo enfriamiento económico de los años siguientes.
Los escaños ganados por el Congress Party liderado por Raoul Gandhi, por su parte, señalan un camino de refuerzo democrático. Los beneficiarios del voto popular fueron figuras muy jóvenes comprometidas con causas de interés local para la sociedad civil de la India. Tal es el caso de la preservación de las cuencas hídricas, el fomento de técnicas artesanales en la agricultura y el fomento de las energías verdes.
Pero quizás lo más importante de los resultados de las elecciones en la India haya sido la actitud de la sociedad civil ante los arrebatos absolutistas de Modi. Claramente el electorado no apoyó su cruzada para imponer el hinduismo como cultura y religión dominante al ser derrotados lo candidatos del BJP que habían sido adalides de esa causa. Tampoco le acompañaron en sus ínfulas globalistas al elegir, dentro del BJP y de la alianza opositora, parlamentarios que se destacan por su preferencia por las políticas públicas destinadas a erradicar la pobreza. También fue notorio el desplazamiento etario en la selección, ya que los candidatos jóvenes se impusieron en todos los partidos. Algunos con trayectoria internacional. Todos con raíces en la sociedad civil. En el proceso, la mayoría de los partidos han aprendido una lección importante: India desea reforzar las raíces de su democracia.
Estos resultados seguramente van a impactar a un conjunto de naciones de Asia sobre las que la India ejerce influencia, como Malasia, Tailandia, Bután, Filipinas, Burma, Camboya, Indonesia y Laos.
Las agrupaciones políticas de todas estas naciones mantienen estrechos vínculos con los partidos de la India, intercambian asesores electorales y forman parte de cofradías partidistas internacionales. Y todas abrevan en las aguas de la democracia de la India. Por lo que posiblemente en la próxima década presenciemos el fin de la recesión democrática en Asia y observemos un renacer de la institucionalidad.
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